Víctor Gómez Pin
Los pilares
Conviene citar in extenso el esencial texto filosófico de Einstein al que ya en diferentes ocasiones me he referido:
"Si uno se pregunta, abstracción hecha de la mecánica cuántica, qué es lo característico del mundo de ideas de la física, uno se halla ante todo marcado por lo siguiente: los conceptos de la física hacen referencia a un mundo real existente, es decir, las ideas se establecen en relación a cosas tales como cuerpos, campos, etcétera, los cuales reivindican una "existencia real" o sea independiente del sujeto que las percibe. Es además característico de de estos objetos físicos el que, con independencia del pensamiento, se hallan ordenados en un continuo espacio temporal. Un aspecto esencial de esta ordenación de las cosas en física es que pueden reclamar, en un momento determinado, una existencia independiente del otro, con tal de que estos objetos se hallen ‘situados en diferentes partes del espacio’. A menos de hacer propia esta asunción relativa a la independencia de la existencia de objetos que están suficientemente alejados el uno del otro (…) el pensar de la física en el sentido usual del término no es posible (…). La relativa independencia de objetos (A B) suficientemente alejados puede expresarse mediante la siguiente idea: una externa influencia en A carece de interna influencia en B; esto es conocido como el principio de localidad (…)Si este axioma llegara a ser abolido (…) la postulación de leyes que podrían ser verificadas empíricamente en el sentido aceptado del término, sería imposible" .[1]
"Socavar los cimientos…". Me he referido ya aquí al apólogo mediante el cual (en la introducción de la Crítica de la Razón Pura) Kant intenta ilustrar su concepción de lo que constituiría un conocimiento auténticamente a priori. El pensador señala que no sería tal la certeza que tendría de la inminente destrucción de su casa aquel hombre que hubiera procedido a socavar sus cimientos[2]. Decía que todo estudiante de filosofía, inevitablemente confrontado a la lectura de esta obra, se habrá quedado sorprendido por la elección del ejemplo, y que más allá de la cuestión epistemológica planteada por el filósofo el estudiante se planteará por un momento la pregunta relativa a las razones que pueden mover a un hombre a socavar ni más ni menos que su propia casa.
Me viene siempre a la mente este apólogo kantiano cuando pienso en la operación que desde hace un siglo han realizado los físicos en relación a la naturaleza elemental Pues es incuestionable que la ciencia natural de nuestro tiempo ha efectuado una operación de derribo de cimientos análoga a la del protagonista de Kant. No ciertamente derribo de la palanca física que soportaría al mundo, pero sí derribo de algunos de los principios que sustentan nuestro comercio con él y cimientan la confianza en que nuestras representaciones se adecuan armoniosamente a una realidad que de hecho las trasciende. Principios que habían sido considerados, por así decirlo, como lo más natural, tan natural que el hecho de que la naturaleza no responda a los mismos puede parecernos simplemente un sin sentido.
Pues, ¿cómo mantenerse fieles a la sana convicción de que propio del espíritu humano es confrontarse a lo real si, como señalaba en la columna precedente, llegamos a la conclusión de que las observaciones que hacemos y los resultados que obtenemos no nos dicen lo que el mundo era antes de haberlo observado, sino más bien aquello en lo que se ha convertido como resultado de la observación?
¿A quién, por ejemplo, se le ocurre que el lazo con el entorno fuera posible si la naturaleza no estuviera subordinada al principio de individuación, es decir, si aquello que percibimos como un individuo (o sea, dividido respecto a todos los demás e indiviso respecto a sí mismo), se revelara carecer de existencia independiente?
O bien-aspecto correlativo- ¿qué seguridad de que hay ámbitos locales, es decir ámbitos protegidos de externas influencias, si algo que se produce en un objeto físico en Santiago de Compostela se hace presente de inmediato en un objeto otrora vinculado al anterior, pero ahora privado de contigüidad física con él en Barcelona.
Asimismo, ¿cómo conservar la confianza en la regularidad de los fenómenos en nuestro entorno si no tenemos certeza de que idénticas causas- y en ausencia de otras variables- generarán idénticos efectos?
En fin: ¿Cómo no caer en la tentación del solipsismo si la ciencia natural de nuestra época parece poner en entredicho el axioma según el cual existe un mundo no sólo exterior sino bien determinado? Si el realismo, consiste en afirmar que el mundo físico es independiente, es decir, que se da aun en ausencia de todo observador, el determinismo añade que este mundo subsistente no es aleatorio, sino que se haya sometido a una regularidad que eventualmente permite hacer previsiones. Pero desde luego realismo y determinismo parecen barridos si como avanzaba en la anterior columna las condiciones mismas de posibilidad de que puedan hacerse previsiones sobre el mundo físico suponen que al verificar el grado de exactitud de lo previsto topamos inevitablemente con la influencia radicalmente perturbadora de nuestra presencia. Barridos realismo y determinismo junto al principio de individuación, principio de localidad o irreversibilidad de un tiempo absoluto en esta suerte de destrucción de los trascendentales del pensamiento, es decir, los principios elementales sobre los que -según la afirmación de Einstein- reposa la ciencia física.
[1]
"If one asks what, irrespective of quantum mechanics, is characteristic of the world of ideas of physics, one is first of all struck by the following: the concepts of physics relate to a real outside world, that is, ideas are established relating to things such as bodies, fields, etc., which claim a "real existence" that is independent of the perceiving subject […]". It is further characteristic of these physical objects that they are thoughtless arranged in a space-time continuum. An essential aspect of this arrangement of things in physics is that they may claim, at a certain time, to an existence independent of one another, provided these objects ‘are situated in different parts of space’. Unless one makes this kind of assumption about the independence of the existence of objects which are far apart from one another in space […].physical thinking in the familiar sense would not be possible […]". The following idea characterizes the relative independence of objects far apart in space (A and B): external influence on A has no direct influence on B; this is known as the "principle of locality" […]. If this axiom were to be […] abolished […] the postulation of laws which can be checked empirically in the accepted sense, would become impossible" The Born-Einstein Letters (1971). (Macmillan, London). pp. 170-171
[2] El argumento del filósofo es que tal certeza constituye en realidad el resultado de una generalización por inducción, dado que esa persona había constatado mil veces que lo que carece de cimientos se derrumba. Auténtica certeza a priori sería por el contrario la que tenemos -sustentado en la las intuiciones trascendentales de espacio y tiempo- de que raiz cuadrada de dos es un número irracional y los tres ángulos del triángulo (euclidiano, convendría hoy precisar) miden dos rectos.