Víctor Gómez Pin
Decía hace unas semanas que Ortega ve en Leibniz el paradigma de una especie de pulsión del pensamiento a explicitar principios y que se distancia de tal pulsión por el hecho mismo de intentar decir algo sobre la misma, es decir de intentar reflexionar el caso de Leibniz. Ya he indicado que, pese al título, el libro de Ortega sobre la idea de principio en Leibniz habla más de Aristóteles que del propio Leibniz,. Incluso en las notas al pie de página se nota una especie de tensión, como una angustia de no llegar a superar los preliminares ("cuando lleguemos a Leibniz…" viene a decir). Y efectivamente el proyecto no es que quede eternamente diferido sino que de alguna manera es abandonado. Mas pese a ello siempre he pensado que en el tiempo en que se halla embarcado en el asunto Ortega es uno de los metafísicos de raza del siglo XX. Quiero con ello decir que la preocupación de Ortega es un eco del problema al que inevitablemente se halla abocado el pensamiento filosófico por el simple hecho de prestar la debida atención a lo que dice la física.
La obsesión leibniziana por hacer explícitos principios a los que se responde sin conciencia de ello (como ya he dicho, principios que juegan un papel análogo a las orteguianas ideas que somos) vuelve a estar vigente precisamente porque se ha establecido en general la duda sobre los principios. La metafísica surge entonces como una necesidad de aclararse, aclararse en primer lugar sobre esa naturaleza por la que se interrogan desde Erwin Schrödinger (dando un curso sobre "la naturaleza y los griegos" hasta Heidegger (en su pregunta sobre qué es y como se determina la Physis) pasando por el propio Einstein o… Zubiri, pensador este último perjudicado simplemente por el hecho de vivir no sólo en el contexto sofocante de una dictadura, (bajo la sombra nazi se expandía el pensamiento de Heiddeger), sino de una dictadura marginada culturamente en la Europa de la época. Mi hipótesis es que lo que está ocurriendo en el seno de la física marca tanto a los que no se refieren explicitamente a ella como a los que no lo hacen. Y desde luego tras el cambio de siglo no ha cambiado la cosa sino quizás por el hecho de que ahora hay menos prejuicios para utilizar la palabra metafísica como hay menos prejuicios para utilizar la palabra ontología.
Sintetizo el punto central de las últimas reflexiones
Las ideas que somos, las ideas que dan soporte al pensamiento, no son en general pensadas ellas mismas o sometidas a juicio… de ahí lo original de la pulsión de Leibniz a explicitar principios generales. Pero estas ideas que somos, sí vienen inevitablemente a ser inevitablemente a ser objeto de reflexión si se da algún tipo de conmoción en el conjunto de lo sustentado en tales ideas, algún tipo de fallo en la previsible sucesión de los fenómenos o de contradicción en la descripción de los mismos, sea esta descripción ingenua o científica. Sentimos entonces la imperativa necesidad de volcarnos sobre tales ideas, de convertirlas en objeto de reflexión y juicio. El ejemplo standard es el cúmulo de aspectos conflictivos en el seno de la Física que condujeron a Einstein a forjar una teoría que hacía recuperar la consistencia de la disciplina… al precio de repudiar como si se tratase de meros prejuicios las ideas preestablecidas de Tiempo y Espacio. Pero de alguna manera con la mecánica cuántica Einstein se ve confrontado a un reto más profundo y lo que eventualmente hay que sacrificar, es mucho más radical que el tiempo y el espacio.