Víctor Gómez Pin
Lo natural frente a lo abstracto y a lo mediado por la inteligencia humana
La superficie de la mesa y la línea sobre la superficie no son susceptibles de hallarse por sí mismas en movimiento o en reposo, sólo se mueven o se estabilizan cuando la mesa lo hace y ello, según el criterio establecido en la columna anterior, las distingue de las entidades físicas.
Con tal criterio, Aristóteles nos pone sobre la pista de aquello que más adelante se denominará cantidad de movimiento (la cual recubre el reposo como caso límite en el que la velocidad es nula), y que fue considerado (al menos hasta la conmoción cuántica e incluso aquí con matices) un atributo que toda entidad física presenta necesariamente. Habrá otros predicados que jugarán un papel análogo al que juegan movimiento y reposo y servirán también de criterio a la hora de discriminar lo que es físico de lo que no lo es.
Sabemos ya, por ejemplo, que al igual que no son físicas las cosas matemático-geométricas, tampoco son físicas las ideas asociadas a las palabras (por mucho que, algunas de ellas, a ciertos políticos se le antojen más peligrosas que misiles). Las ideas sólo pueden ser desplazadas en un sentido puramente metafórico, como cuando se dice que constituyen armas arrojadizas.
Aquí una matización que tiene resonancia en nuestro cotidiano lenguaje. Oponemos las cosas de la naturaleza a las ideas o entidades abstractas, pero también a las cosas artificiales, así cuando hablamos de inteligencia artificial, por oposición a la inteligencia cabal de los seres animados. Esto tiene también resonancias aristotélicas.
Cabalmente natural es para el Estagirita sólo aquello que tiene como propio y esencial el principio de ese su movimiento o reposo, es decir, el animal o la planta, aunque las cosas inanimadas también pueden ser consideradas naturales por una especie de la propiedad de sus componentes (1). Lo explícitamente opuesto a lo natural es para el filósofo aquello que es resultado de la techné, ya sea entendida como técnica o como arte. Así la mesa comparte con la madera el hecho de que se mueve tan sólo por hallarse constituida por los cuatro elementos, pero a diferencia de la mesa no se daría sin el hombre, el cual, como hemos visto, es technités por propia naturaleza. Y una pregunta de paso ¿Qué pasa sin embargo con aquello que poseyendo vida ha sido modelado por la técnica, así un animal domesticado. Como ser animado es sin duda natural, pero sin el hombre no se daría y en tal medida es artificial. Es obvio que la polaridad physis – techne no funciona bien en este caso.
En suma, entidades abstractas como las de las matemáticas no son naturales en razón de no ser susceptibles de intrínseco movimiento o reposo, los productos de la techne no son naturales en razón de que entre la naturaleza y ellos hay la mediación de la inteligencia.
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(1) En la aparentemente tan ingenua como fértil teoría de los elementos de los Antiguos, el criterio aristotélico para determinar lo natural, es decir, la polaridad movimiento- reposo se aplica en sentido estricto a los cuatro elementos, fuego, tierra, aire, agua, los cuales se hallan en reposo cuando están en su lugar propio y tienden intrínsecamente a reencontrarlo cuando han sido desplazados. A los compuestos (synola) de los cuatro elementos como la piedra o la carne sólo cabe atribuirles el movimiento en razón de la tendencia de sus componentes