Víctor Gómez Pin
He enfatizado en muchas ocasiones la trascendencia del hecho de que los individuos de nuestra especie son los únicos seres susceptibles de saberse frutos contingentes de la historia evolutiva; los únicos seres susceptibles de saberse sistemas abiertos sometidos al segundo principio de la termodinámica; los únicos seres para los cuales la finitud es algo más que un destino ciego e indiferente.
Por ello mismo me impresionó leer en el diario El País estas tremendas frases del escritor Lobo Antunes: "Un anciano me dijo en el hospital que no estamos preparados para morir, sino para vivir… Por ello creo que la literatura es la única manera de vencer al tiempo, sólo el arte puede vencer a la muerte"
Obviamente, no se trata de que Lobo Antunes, se halla vuelto de repente religioso, loco (postulando un mundo humano paralelo al que ha surgido de la evolución), o simplemente cobarde (negándose a asumir su finitud). Se trata simplemente de que Lobo Antunes no ha caído en el nihilismo: ha tenido la suerte de no dejar de sentirse atravesado por la radical singularidad de nuestro código; la suerte de continuar sintiendo (como lo hace todo niño aun no pervertido por una educación corrupta) la capacidad de las palabras para relativizar (en absoluto negar) el peso de todo aquello de lo que -gracias precisamente a las palabras- somos testigos. "Pensé durante mi tratamiento que en honor a esa gente hay que dejar testimonio del paso del tiempo y de la vida" dice el escritor evocando a aquellos que- sin llegar a superar la enfermedad- compartieron con él un tiempo de hospital.