Víctor Gómez Pin
La mirada atrás de Erwin Schrödinger
En un momento de estas reflexiones evocaba al Erwin Schrödinger, profesor en el Trinity College de Dublin, que renunciaba a proseguir su curso de doctorado en física a fin de retomar la reflexión primordial sobre el término mismo que da origen a la disciplina. Lo designado por el término griego Physis ocupó entonces el pensamiento de Schrödinger, pero sorprendente no la Physis descrita en sus rasgos universales y omni-aplicables por aquel que fue llamado El filósofo y podría, como ya he señalado, ser quizás con mayor razón ser llamado El científico.
No es en Aristóteles en quien el físico cuántico busca claves para los interrogantes a los que le ha conducido su propio trabajo, a la vez teórico y experimental. Schrödinger busca más bien ayuda en aquellos de los que Aristóteles fue historiador y cuyo pensamiento vinculó de tal manera que el conjunto pudiera ser considerado como secuencia de eslabones precursores de un sistema. Aspecto este que ya plantea un problema, pues un sistema es algo que sólo puede ser construido en base a principios que no cabe asegurar que se dieran antes precisamente de que Aristóteles los erigiera en soporte del ser y del conocimiento (de ahí que el propio Corpus de Aristóteles, en el que se fragua la idea de sistema, no llegue como tal a constituir uno).
No es claro que puedan ser considerados como partes de un sistema en embrión esos pensadores pre-socráticos en los que busca refugio Schrödinger. Quien como el físico austriaco percibe que la naturaleza no obedece realmente (no podría hacerlo) a aquello que nuestro deseo de certeza había erigido en regla (erigido en análogo al imperativo de los dioses)…no puede buscar confort en el legado de Aristóteles. No es a la Atenas luminosa que la mirada retrospectiva de Schrödinger se dirige, sino a Elea o Éfeso… e incluso a lugares más arcaicos. Schrödinger retorna a territorios del pensamiento dónde no siempre lo que ahora es marca lo que será, ni lo que parece advenir tiene necesariamente causa. No se trata de territorios de la sinrazón, sino por el contrario, territorios dónde la razón, liberada de ámbitos que la circunscriben, tiene la libertad de desplegar la pluralidad de sus epifanías, territorios en los que el pensar y el decir se entrelazan para recrear la naturaleza de las cosas.