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Un más austero Auster

Por 1 de julio de 2010 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

‘Two Lovers’ confirma a James Gray, nacido en 1969 en Nueva York, como uno de los tres o cuatro cineastas norteamericanos de verdadera importancia surgidos en los años 1990, y para mi gusto, el más estimulante al lado de su gran amigo -y tan distinto formalmente a él-  Paul Thomas Anderson, director de ‘Magnolia’ y ‘Pozos de ambición’. Autor de tres muy notables obras anteriores enmarcadas dentro del género negro, Gray afina y aclara su enfoque narrativo y el alcance de su mirada al encarar en esta nueva película algo que podría llamarse melodrama sin serlo estrictamente.

 

    ‘Two Lovers’ empieza mal, con unas imágenes al ralenti, que es como empezar un poema con un ripio. Lo que viene después de ese efecto tan banal no es mejor, pues vemos que el personaje ralentizado, el joven Leonard (Joaquin Phoenix), se tira a la bahía desde un puente, sin decidir ni conseguir ahogarse; se han visto ya tantas historias de suicidas inciertos e incomprendidos. Todo empieza a ir bien cuando Leonard, empapado tras salir del agua y ser amonestado por los pasantes, entra en su casa, donde vive con sus padres judíos emigrantes, una callada aunque observadora Ruth (Isabella Rossellini), y Reuben (Moni Moshonov), un tintorero bonachón que adora los shows cómicos de Benny Hill. Pronto sabremos, en una explicación algo mecánica, que el chico es bipolar y está medicado, tal vez a raíz de haberle dejado una novia. La definitiva mejora de la película se plantea desde el momento en que aparecen Sandra y Michelle, las dos muy guapas, las dos vecinas (una más que otra) y muy opuestas entre sí. Sandra (magnífica Vinessa Shaw) tiene un físico inquietante, como de retrato expresionista alemán,  pero es simple y tradicional: su película favorita de la historia es ‘Sonrisas y lágrimas’, ansía casarse, y le regala a Leonard unos guantes horrorosos, con pespuntes y un adorno colgante de metal brilloso. Michelle, una tópica rubia de calendario (el personaje está hecho a imagen y semejanza de la protagonista Gwyneth Paltrow), tiene, por el contrario, un pasado, un temperamento turbio, gustándole además la ópera y el peligro.

     Gray dice haberse inspirado en ‘Las noches blancas’ de Dostoievski a la hora de escribir (con Richard Menello) el guión de ‘Two Lovers’. La verdad es que la conexión con el novelista de Moscú la veo muy tenue, y en quien he pensado a menudo viendo su cine es en Paul Auster. El ‘austerismo’ de Gray también es engañoso, sin embargo. Los dos utilizan moldes y oscuridades del ‘thriller’, los dos tienen una filiación artística europea, y ‘Two Lovers’ se desarrolla en un Brooklyn de tenderos y casas de ladrillo visto que podría ser el escenario de la vida y la obra de el autor de ‘El libro de las ilusiones’. Ahí acaba toda la coincidencia. Gray no es abstracto ni metanarrativo, y cuando en su relato hay opacidad es para mitigar el relámpago emocional que va a venir a continuación. En un tiempo y un entorno crítico que trata de genios a Gus Van Sant o Michael Gondry (por no hablar de otros cineastas actuales representantes del más estreñido academicismo de lo moderno), ‘Two lovers’ puede pasar por sentimental y convencional. Lo primero lo es, de un modo deliberado, intenso y austero, pero casi nunca incurre en la convención, salvados esos momentos iniciales que se han apuntado. Predominan la delicadeza del trazo, la justa medida del factor costumbrista (en las fiestas de familia y ceremonias judaicas), el buen uso dramático de algo tan trillado, tan chillón, como es el teléfono móvil y su parafernalia mensajera.

    La media hora final es extraordinariamente conmovedora. El tormento dostoyeskiano que aflora aquí y allá en la película parece dejar paso a un ‘happy end’ impropio del alma rusa, y el espectador de corazón, para quien la felicidad de estos individuos tan atractivos y tan desdichados está merecida, se siente, por el lado racional, decepcionado, y, por el de la ingenua justicia poética que todos llevamos dentro, satisfecho. No cuento lo que pasa en esos treinta últimos minutos, tan sólo describo. Leonard tiene una escena de escalera con su madre en la que Isabella Rossellini demuestra que la densidad y el misterio que puso de relieve en ‘Terciopelo azul’ no sólo se debían a la mirada de David Lynch. Luego, en la espera del patio de la vivienda, aparece la silueta de Michelle como la de una Némesis o ‘Matrix’ trágica, contrastando, en los planos de cierre, con el universo de Sandra: su guante hortera mojado en la orilla, el reencuentro en la casa, la festividad, el abrazo del desenlace. Un abrazo que podría ser el apogeo de una concesión del director y de una traición a sí mismo del personaje de Leonard. En absoluto. Las buenas películas se ruedan con ideas, y la idea de Gray de que Leonard abrace a la chica de espaldas a la cámara, sin que le veamos el rostro, lo dice todo, con reveladora elocuencia, sobre la dimensión de su renuncia.   

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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