Vicente Molina Foix
El artefacto parece francés, aunque es navarro. Se trata de una caja-libro voluminosa (su peso real es de cuatro kilos) en el que no hay materia desechable. Todo en él es de provecho, y de difícil copia pirata por los mangantes que se dedican a ello; luego dirán que las instituciones se gastan nuestro dinero malamente. La bondad de este singular objeto empieza en su origen, que es la película de Montxo Armendáriz ‘Tasio’, tan fresca y contundente como en el momento de su realización, en el año 1984. De hecho, el objeto conmemora los 25 años de este clásico -no le temamos a la palabra, aun siendo la obra de un autor vivo y activo- del cine español.
Recordaba bien el impacto que me produjo en su día, con un fondo rústico elegantemente estilizado por la mirada lírica de Armendáriz, de un lirismo telúrico que recuerda al mejor Dovjenko. Se trataba además, conviene resaltarlo, de la ‘opera prima’ de su guionista y director, aunque había como fuente de inspiración un documental anterior del propio cineasta, ‘Carboneros de Navarra’, que también viene incluido en uno de los dos ‘cedés’ de esta bella edición conmemorativa patrocinada por el Gobierno de Navarra.
Siguiendo con el artefacto en cuestión, en él, además de material fílmico hay casi ochocientas páginas de texto, que recogen el guión original (con las secuencias no rodadas o modificadas), el bonito ‘storyboard’ de Gerardo Vera, que también hizo la dirección artística del film, y una serie de evocaciones de varios de los implicados en ‘Tasio’, desde su productor, Elías Querejeta, hasta el entonces foto-fija y hoy gran director de fotografía y cineasta José Luis López Linares, quien cuenta con gracia cómo durante el rodaje, y por su modo silencioso de trabajar con su cámara, fue apodado ‘López-Li’; el apodo chinesco se lo puso uno de los espléndidos actores de la película, Nacho Martínez, cuya carrera en el cine quedó interrumpida trágicamente por una muerte temprana.
‘Tasio’ es una película hecha a base de elipsis y breves episodios biográficos del personaje campesino que le da título, reflejado en las tres edades del hombre, interpretado por tres actores distintos. Pero lo que podría haberse quedado en un mero relato costumbrista se convierte en retrato imaginario de un superviviente. De ese modo, la fuerza subterránea del tipo humano de Tasio (carbonero artesanal y cazador furtivo, temperamento libre y silvestre) proporciona la savia a una historia que supera los límites de la etnográfico y se hace ficción, adquiriendo los datos documentales la categoría de incidentes dramáticos.
La película gana hoy además, en el paso del tiempo, significado. Tanto en las imágenes finales de ‘Carboneros de Navarra’ (los sacos de carbón como sudarios de unos cadáveres industriales) como en el desenlace de ‘Tasio, que muestra al ya viejo carbonero clavando su pica en el cono ardiente, hay una grandeza épica propia de los más grandes ‘westerns’ crepusculares de la historia del cine. En este caso, el héroe solitario y empecinado no lleva pistolas ni la estrella del ‘sherif’, sino tan sólo los simples instrumentos rústicos que un mundo de progreso ha hecho redundantes.