Vicente Molina Foix
Con la muerte de Francisco Nieva a la formidable edad de 91 años desaparece el núcleo ‘senior’ de una generación de escritores y artistas muy vinculados a Vicente Aleixandre, gracias a cuya mediación pude conocerles al llegar yo a Madrid de estudiante; siguen vivos y activos miembros más jóvenes de ese grupo como Francisco Brines y la poeta de origen austriaco Angelika Becker, a quienes traté, junto a Carlos Bousoño, Claudio y Clara Rodríguez, José Olivio Jiménez, entre otros, en la casa que en los lejanos años finales de la década 1960 tenía Nieva en el madrileño Barrio del Niño Jesús. Por aquel entonces, Nieva era un escenógrafo teatral originalísimo, que trabajaba en montajes de Marsillach y José Luis Alonso, poniendo en práctica, según él mismo se cuidaba siempre de recalcar, las enseñanzas de su maestro en la Ópera Cómica de Berlín Walter Felsenstein, a las que él añadía una cáustica mirada española totalmente anti-castiza. En los años 70, instalado yo en Inglaterra, dejé de acudir con la asiduidad anterior a esas reuniones muchas veces tenidas en el apartamento de Paco Nieva, sin dejar nunca de saber de él, gracias a las noticias que daba por carta Aleixandre, un rendido admirador de las piezas que Nieva, antes de lograr estrenarlas, leía privadamente a sus amigos. A la primera ocasión que tuve, en unas vacaciones del curso universitario británico en el que daba clases, pude ver a fines de abril de 1976, en el teatro Fígaro de Madrid, un programa doble de textos escénicos de Paco que me maravillaron, dirigidos por José Luis Alonso y con un reparto en el que siguen inolvidables Lali Soldevila, José María Prada, Valeriano Andrés y Pilar Bardem, por citar sólo a algunos. Se trataba de ‘La carroza de plomo candente’ y ‘El combate de Ópalos y Tasia’, el comienzo del apartado de su Teatro Furioso, donde están muchas de las mejores páginas de la literatura dramática castellana del siglo XX.
Sin dejar nunca el dibujo (una práctica artística suya menos difundida, que pudo verse bien representada en la reciente y magnífica exposición del Centro Reina Sofía ‘Campo cerrado’), la escenografía y la dirección, Nieva se convirtió en el dramaturgo -o comediógrafo- más atrevido y brillante de nuestra escena contemporánea, un papel que su larga vida ha prolongado gloriosamente para todos nosotros, admiradores antes que allegados.