Vicente Molina Foix
No quiero quedar como un chafandín en este blog que termina aquí una primera parte dedicada al rodaje de ‘El dios de madera’, satisfactoriamente terminado en Valencia, y al que seguirán de forma más salteada algunas entradas sobre el proceso que inicio la semana próxima y más fascinante resulta para mí: el del montaje. Y por ello respondo a jfsebastian, mi comentarista del pasado día 11, que además de su leve y educada queja, hace una interesante glosa sobre las hablas mezcladas del lugar de origen de la familia de su mujer, Olivenza.
Intrigado yo mismo por la nebulosa de la palabra ‘chafandín’, he querido, antes de explicarme, consultar a las autoridades, y para mí ninguna más alta que Doña María Moliner, cuyo Diccionario de Uso del Español es uno de los libros que más veces he abierto en mi vida. Pues bien, yo, que tenía una idea atávica de lo que es un chafandín según la lengua de mi madre, veo que Doña María define el término en términos prácticamente idénticos a los que le daba mi madre: "Persona vanidosa y poco juiciosa o de poco valor", añadiendo como acepción similar la de "botarate".
Lo curioso es que ‘botarate’ es otra palabra recurrente en ‘El dios de madera’. De hecho es la penúltima que se oye en la banda sonora, dicha a través de un mensaje cibernético, por el personaje de Yao (Madi Diocou). La última, susurrada entre la sonrisa y el llanto por María Luisa (Marisa Paredes), es chafandín.