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La toruna gente

Por 4 de junio de 2012 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

La tauromaquia siempre ha tenido sus intelectuales, entre los que no me cuento, pese a haberme enfrentado, hará unos treinta años, a una vaquilla de enhiesto astado en la plaza de Ronda, ante un público de filósofos del animal. Uno de aquellos, famoso por su rigor hegeliano, dijo de mi faena que había revelado "pundonor torero". Dejando de lado esa faceta mía de esporádico ‘maletilla’, pertenezco a la mayoría de españoles que, sin tener afición a los toros, por nada del mundo lucharían -habiendo tantos combates más acuciantes que dar- por su abolición. De la corrida me gusta la musiquilla, la ropa exagerada de los oficiantes, el color negro y el color rojo, así como el desplante de los matadores, que a veces precede a su cogida, y la mirada aviesa de las reses antes de embestir. Y naturalmente me gusta la literatura que esta práctica bárbara y suntuaria ha inspirado.
Coincidiendo con las ferias de San Isidro y el arranque de la temporada, personas que respeto y admiro, como Mario Vargas Llosa, Eduardo Arroyo y Fernando Sánchez Dragó, han apadrinado un Espacio Arte y Cultura en una tienda montada junto a la plaza de las Ventas de Madrid; no estuve en la inauguración de la carpa, pero sí he celebrado un acto taurino disfrutando de la lectura de un libro estupendo que ha llegado a mis manos hace pocos meses. Se trata de ‘Fernando Villalón: la pica y la pluma’ (Espuela de Plata, Sevilla 2011), obra de un estudioso francés, Jacques Issorel, que ya hace años publicó una modélica edición de la poesía y la prosa de Villalón y ahora vuelve, en el reciente título, a comentar y recopilar una muestra muy rica de la obra del escritor sevillano.
Villalón fue un raro, y no por la bohemia ni la penuria. Hijo de una familia aristocrática originaria de Morón de la Frontera, rico hasta que la crianza del toro bravo le arruinó, debió de ser una mezcla de señorito andaluz y ‘dandy’ futurista, del que Rafael Alberti contó en sus memorias una escena muy divertida, conducidos García Lorca y él por las intrincadas calles de Sevilla y a toda velocidad por un Villalón que, dando bocinazos como un loco y soltando el volante de su pequeño bólido automovilístico, recitaba a sus aterrados amigos el poema que tenía a medias, ‘El Kaos’.
Como poeta, sin embargo, Villalón se encuadra bien en la Generación del 27, pues sabe ser gongorino, ‘cantaor’, populista y atrevidamente sofisticado en las metáforas. De su obra, no muy extensa (murió, antes de la guerra civil, sin haber cumplido los cincuenta), es incomparable su largo poema de 521 versos ‘La Toriada’, publicado en 1928 y fenomenal en su mezcla de hímnica taurina y retórica barroca. De ese gran poema, que trata de reflejar las interioridades de lo que él llama "la toruna gente", he leído en voz alta en estos días de paseíllos y orejas cortadas una de sus estrofas más inolvidables, que Issorel recoge en su antología: "Turiferario hocico, blanco humo / exhalan sus ollares respirando; y el impreciso grumo / sus bárbaros maitines, / -que agudos de metal suenan clarines-, / en coro va los valles atronando". Difícil ser más exquisito y menos banal hablando de ese rito que la ecología primaria trata de condenar por salvaje y patán.
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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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