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La estancia de alabastro

Por 26 de diciembre de 2016 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

No sabemos qué habría pensado Emily Dickinson de su monumento. En vida no lo tuvo, eso es sabido, habiendo publicado tan solo una decena de poemas en revistas provinciales, sin por ello dejar de escribir compulsivamente y sentir las angustias del arte («les affres de l’art »), que Flaubert sintetizaba muy bien al hablar de Montaigne, quien «al igual que un poeta (…) tenía también su hermoso ideal que quería alcanzar y tocar, su estatua que quería moldear ». La estatua póstuma de Dickinson tardó en ser trazada y moldeada, pero ante su pedestal sin ornamento se agolpan en los últimos tiempos los lectores, los estudiosos, «contemplando sus profundidades, viendo sus propios rostros reflejados en ella, viendo más cuanto más miran, sin ser capaces nunca de llegar a decir qué es lo que ven », citando ahora lo que Virginia Woolf escribió del señor de Yquem.

    La contribución de Terence Davies al monumento de la señorita de Amherst en « Historia de una pasión » (« A Quiet Passion ») se desmarca por completo de su elegante pero relamida tendencia ilustrativa a la hora de adaptar textos literarios, de Kennedy Toole (« La biblia de neón »), de Edith Wharton (« La casa de la alegría »), de Terence Rattigan (« The Deep Blue Sea ») o de Grassic Gibbon  en « Sunset Song », como si el cineasta británico, totalmente permeable al arte indócil, hondo, inventivo, de Dickinson, hubiera encontrado la solución alquímica para reconstruir los versos y el espíritu de la gran poeta de un modo cinematográfico alejado siempre de la glosa literaria y del substrato retórico. Un cine de poesía sutilmente onírico y alusivo, en el que las visiones de Emily se engarzan sin sobresalto con las conversaciones picantes que sostiene con su deliciosa amiga Miss Buffam, y accidentes vitales como la muerte de los padres o el devenir de la guerra civil americana se cuentan en una estampa fúnebre de notable sencillez plástica o con la poderosa elipsis de dos banderas, la federada y la confederada, gastadas y desgarradas bajo el recuento del número de sus víctimas.

    La pelicula retrata además a varias mujeres de extraordinaria calidad, sometidas al mismo yugo patriarcal y social, autoritario, estricto, así como las maneras opuestas de responder a esa intolerancia, doblegándose (Miss Buffam) o rechazándola (la propia Emily). Pero la lucha contra la trivialidad y el dogmatismo que ella llevó a cabo en su corta y aislada vida no son motivo en el film de alegato ni moraleja. Con una lengua hablada de vivísima riqueza y compleja sintaxis, que las actrices dicen con naturalidad, Davies consigue una muy bella « conversation piece », más literaria que pictórica, centrada lógicamente en el personaje central (gran creación de Cynthia Nixon), al que el audaz guionista y aquí tan inspirado director -ambos el mismo Davies- dota de poesía y verdad con el uso intercalado de fragmentos de cartas y poemas de Dickinson. Uno de los que prefiero de su extensa obra, el 216, da una imagen tan reveladora como enigmática, en puro estilo « dickinsoniano » , de los estados de sublime ocurrencia visionaria a los que era tan proclive: « A salvo en sus Estancias de Alabastro- / Al Alba indiferentes- y a la Tarde- / Yacen los mansos miembros de la Resurrección- / !Una Viga de Raso- y un Techo de Piedra !».

    Puede decirse, finalmente, que incluso la puntuación extravagante aunque nunca gratuita del verso de Emily Dickinson, con su proliferación de mayúsculas, guiones y signos exclamativos, tan desconcertante para sus primeros lectores (y no solo para ellos), tiene un correlato adecuado en «Historia de una pasión » en los abruptos saltos de la acción, los oscuros en la imagen, y el empleo del « morphing », esa técnica digital que le permite a Davies envejecer convincentemente a sus intérpretes dentro del plano, sin recurrir a las arrugas falsas y los afeites. Lástima que esa veracidad general de la película no sea trasladada a las numerosas citas poéticas ; los traductores de la versión subtitulada, M. Grange y S. Bonet, se han esmerado en esta ocasión, pero cuánto mejor habría sido que en vez de enfrentarse a la dificultad endiablada del original hubieran echado mano  -con la debida acreditación- de la traducción completa de la poesía de Dickinson magistralmente realizada (es ya un libro de referencia en castellano) por el poeta cordobés Jose Luis Rey y publicada en Visor el pasado año.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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