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Faltan palabras

Por 28 de junio de 2010 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

Mientras José Saramago se moría yo le leía al otro lado del mar, un poco al norte de su isla de Lanzarote, en un lugar aislado de la costa marroquí donde las noticias llegan tarde; también yo llegaba tarde, con un año y medio de retraso desde su publicación, a ‘El viaje del elefante’, el libro suyo que estaba leyendo. Pude reconstruir después, al conocer la muerte del escritor, qué era exactamente lo que yo leía de él mientras él se moría: la hermosa historia de la vaca que se pierde en los campos con su cría y se ve rodeada de lobos durante doce días y doce noches, obligada todo ese tiempo a defenderse y a defender al animalito que todavía no se puede valer, en una larga batalla, "la agonía de vivir en el límite de la muerte" (páginas 107-111 de la edición de Alfaguara).   

         Un día después de su fallecimiento en Lanzarote, y cuando ya el cuerpo de Saramago estaba en Lisboa, alguien me llamó por teléfono y me contó todo. La conversación, difícil por las interferencias de la línea en mi remoto rincón africano, fue corta, y al colgar el teléfono volví a la lectura de ‘El viaje del elefante’, que había dejado abierto encima de un poyo de piedra. Abierto por la página 254, a punto ya de finalizar la novela, y en el pasaje en que el novelista introduce el motivo de la pobreza del vocabulario frente a la riqueza de la idea: "no es posible describir un paisaje con palabras. O mejor, posible sí que es, pero no merece la pena. Me pregunto si merece la pena escribir la palabra montaña cuando no sabemos qué nombre se da la montaña a sí misma".

         No es posible describir con palabras la pérdida, ni siquiera la de un escritor. Saramago, tan rico en ellas, lo afirma unas líneas antes del párrafo citado, en su "humilde reconocimiento de cuánta verdad hay en la conocida frase, Me faltan las palabras" (página 253). Nos faltan, efectivamente, las palabras. Y las personas. Todo nos falta cuando nos falta alguien.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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