Vicente Molina Foix
No he conocido en mi vida a dos personas tan distintas como Carmen Martín Gaite y Juan Benet, que estuvieron muy próximos en una época de sus vidas (los centrales años 1960), después se vieron menos y se alejaron, con un cierto resentimiento por parte de ella, muriendo el más joven, Benet, en 1993, a los 65 años de edad, y la autora de ‘Nubosidad variable’ en el 2000, con 75. El volumen que recoge su correspondencia (cartas de ambos, postales, telegramas y algún dibujo) es una pequeña maravilla de algo más de 200 páginas, todas ellas sin desperdicio y en un libro editado primorosamente por Galaxia Gutenberg/Circulo de Lectores bajo el cuidado de un meticuloso y atinado compilador, José Teruel.
Fui amigo de los dos, aunque apenas los vi juntos, pues en 1968, cuando un grupo de jóvenes escritores (o todavía aspirantes a serlo) leímos asombrados la novela ‘Volverás a Región’ y visitamos al autor en su piso de la calle Serrano de Madrid para -como él mismo contó años después- descubrirle y ‘lanzarle’, Martín Gaite y Benet ya se comunicaban menos (de las 67 misivas incluidas, 54 llegan hasta el año 1968, siendo las restantes de menos calado y más espaciadas, hasta la última, de 1986). A Benet le traté en la intimidad de una para mí fundamental amistad personal y literaria (compartida, entre otros compañeros de generación, por Javier Marías, Pere Gimferrer y Félix de Azúa) hasta el mismo día de su muerte; a Carmiña o Calila, que ambos nombres le gustaba usar a Carmen, la veía en actos librescos, en cenas, que solían acabar con su transida interpretación vocal de boleros y coplas de la Piquer, y en el teatro, al que era muy aficionada, aunque -siempre franca y desinhibida- no resultaba raro oírla patear en el estreno de alguna función de postín.
Es un libro íntimo y a la vez altamente literario, dominado por el humor que Benet imponía a todo y Calila aceptaba gustosa como modo de réplica (hay un ‘pastiche’ suyo benetiano absolutamente delicioso). Establecido el intercambio epistolar como un juego dotado de unas reglas que los dos amigos acotan, Martín Gaite es la más persistente (aunque muchas de sus cartas no se han conservado), quejándose a veces de la inconstancia de su amigo a la hora de contestarle. Los momentos de depresión o tragedia (la separación de ella de su esposo, Rafael Sánchez Ferlosio, la muerte en accidente de carretera de Paco Benet, el hermano y mentor de Juan) son evocados de modo indirecto, ajeno a sentimentalismos, prefiriendo casi siempre los dos, a instancias de Benet, la broma, la ironía y hasta la bufonada, como en la creación por parte de Carmiña de un heterónimo, el falso abogado Ernesto Ruiz-Cañete, que escribe a Benet comunicándole que la señora Gaite anda quejosa de que el ingeniero-escritor manche su "inmaculada reputación" propalando que está ligada "por vínculos pasionales y pecaminosos" ni más ni menos que con Don Julián Marías. En una carta anterior, y respondiendo al entusiasmo con que Calila le habla de sus lecturas de ‘La revolución sexual’ de Wilhelm Reich, Benet se mofa: "lo último que hace falta es una revolución sexual", confesándole a su amiga que "antes que al acto sexual habitual prefiero subscribirme al ABC". Pero hay también en el volumen consideraciones sobre la narración, el estilo, el amor y los dogmatismos que acreditan la original y poderosa personalidad de estos dos grandes escritores tan opuestos.