Vicente Molina Foix
Confieso aquí que al tener entre mis manos ‘Sunset Park’, la reciente novela de Paul Auster publicada por Anagrama, mi primer impulso fue dejarla en su estante de la librería y buscar otro libro entre las novedades. Demasiado Auster últimamente, y demasiada decepción con Auster. Me había dejado a medias ‘Un hombre en la oscuridad’ (2008), y antes había leído con creciente e insuperable irritación ‘Viajes por el Scriptorium’ (2006) y visto en cine su segunda y descalabrada película como director, ‘La vida interior de Martin Frost’, filmada ese mismo 2006. La anterior novela suya, ‘Invisible’, que es del año pasado, la regalé sin llegar nunca a abrir sus páginas, y ahora, segunda confesión de este artículo, tendré que comprármela y leerla en acto de contrición, pues ‘Sunset Park’ es una obra magistral, de lo mejor que ha escrito su autor, y de lo mejor que se ha publicado este año en traducción.
¿Es Auster todavía postmoderno, como señalan algunas de las reseñas citadas en la edición de Anagrama? Posiblemente lo intentara ser (o revalidar) en esos dos títulos suyos ante los que yo sucumbí como lector. ‘Sunset Park’ tiene una estructura caleidoscópica muy ingeniosa, pero los juegos metaficticios que Auster introdujo con gran brillantez en la primera parte de su carrera y trilladamente después, aquí existen, aunque están al servicio de la narración, una historia familiar trágica y a la vez optimista, en la que se entrecruzan, como cristalizaciones nunca caprichosas, otros personajes ajenos al núcleo de los Heller y otras subtramas (la familia de las cubanas en Florida, el paralelo con el clásico film de Wyler ‘Los mejores años de nuestra vida’) llenas de vigor y fascinación. El paisaje urbano de Brooklyn y ciertas obsesiones ‘austerianas’ (el béisbol, las obsoletas tiendas de viejo) reaparecen en el libro, cuyo máximo logro para mí es la creación de un protagonista inolvidable, Miles Heller, el joven que arrastra la desdicha de un impetuoso manotazo dado en la infancia y que, en un bucle dramático muy sugestivo, Miles vuelve a dar en el desenlace, dejando la novela abierta por las consecuencias de ese segundo golpe, menos letal que el primero.
La postmodernidad de Auster, si sigue coleando en la cabeza del autor, aquí queda sin embargo tamizada por el intenso y delicado nivel emocional que marca ‘Sunset Park’ desde su arranque y alcanza momentos auténticamente conmovedores, tanto en la historia de amor del protagonista con la avispada ‘lolita’ Pilar como en el romance familiar de ‘los cuatro padres’ de Miles, que acaba formando la espina dorsal del relato. Un ‘pathos’ al que no le falta una cierta sordina cómica audible en bastantes de las páginas neoyorkinas de este libro excelente, que me ha deparado un doble placer: el de leerlo y el de calmar mi conciencia. Sigo a Auster desde sus comienzos, presenté un libro suyo en Madrid hace años, he coincidido en privado con él y con su familia más de una vez, y compartimos además la doble militancia de escritores tentados por la dirección cinematográfica. Verle en tan plena forma literaria y tan bien madurado humanamente me produce alegría y me hace olvidar esos traspiés que yo le vi o creí verle dar hace pocos años.