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Ángel Vázquez

Por 25 de febrero de 2010 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Vicente Molina Foix

No es demasiado tarde para descubrir o simplemente leer a Ángel Vázquez, que murió en el número 98 de la calle Atocha de Madrid hoy hace exactamente treinta años. ¿Y quién era este Ángel, que ni se llamaba así, y pocos hoy recuerdan, muertos también sus dos grandes amigos y valedores literarios Emilio Sanz de Soto y Eduardo Haro Ibars? Los franceses no habrían dejado pasar tan a oscuras el tránsito o, por decirlo a su modo, la vida más bien perra que Vázquez llevó antes de morir a los 50, y de hecho han sido los franceses los que ahora le están dando su merecido. La extraordinaria novela ‘La vida perra de Juanita Narboni’ salió hace pocos meses traducida en Francia, con un prólogo muy esclarecedor de Juan Goytisolo, y el suplemento de libros de Le Monde le concedió su portada, con un artículo encomiástico de Raphaëlle Rérolle en el que esta crítica hablaba a propósito de Tánger  -escenario del libro-  de la "femme-ville".

     De aquella "mujer-ciudad" o "ciudad-mujer" en la que nació Antonio Vázquez en junio de 1929, salió huyendo el rebautizado Ángel (Antonio le parecía nombre de torero) a mediados de 1965, pues la urbe norteafricana que tanto había atraído a Paul y Jane Bowles (gran amiga y primera en creer en su valía como escritor), a Truman Capote, Tennessee Williams, Djuna Barnes o William Burroughs, a Vázquez le parecía "muy convencional, artificiosa y superficial". Después de deambular por diversos lugares españoles, Vázquez se instalaría en Madrid hasta su muerte, en una penosa decadencia física de gran bebedor desordenado y escritor inseguro que escribe y destruye lo escrito, aunque no desde luego ‘La vida perra de Juanita Narboni’, que Planeta, sin ningún entusiasmo, publicó en 1976 (el autor había ganado en 1962 el Premio de la editorial creada por José Manuel Lara con la muy interesante ‘Se enciende y se apaga una luz’. Esos dos libros, junto con su también novela ‘Fiesta para una mujer sola’, que ha reeditado Rey Lear, y una colección de relatos en Pre-Textos, constituyen el todo de su obra).

     De la engañosa ciudad-mujer ("esa puta llamada Tánger", decía él), a la procelosa ciudad-hombre que Madrid quizá fue para Ángel Vázquez, auto-definido en carta a Emilio Sanz de Soto de 1966 como una mezcla de Jean Genet y Violette Leduc en edición de bolsillo: "Yo también soy un corrompido. Sin fe en Dios, egoísta y sin ninguna confianza en mí mismo. Homosexual, alcohólico, drogado, cleptómano…". Sanz de Soto solía decir, con todo el cariño y admiración que sentía por su paisano tangerino, que tanto adjetivo abismal le parecía una exageración del atormentado Vázquez, quien, según él, era menos truculento de lo que da a entender esa definición. Periodista culto, fino y políglota, aunque a veces ausente sin explicaciones de la redacción del diario España de Tánger, al radicarse en Madrid obtuvo un empleo en el Ministerio de Información y Turismo ("vestía como el funcionario perfecto", así la describió en sus memorias otra persona cercana a él, Eduardo Haro Tecglen), fue contratado como preceptor de su hija por Rocío Urquijo, y contó hasta el fin con el afecto de unos cuantos fieles: aparte de los ya citados, Carmen Laforet, que le animó en su carrera literaria y estaba en el jurado del Planeta que ganó ‘Se enciende y se apaga una luz’, los pintores José Hernández y Pablo Runyan, y el escritor Eduardo Haro Ibars, que le trató asiduamente y, espigado y enjuto como era, llamaba al más bien rechoncho Vázquez "mi pequeño genio redondito".

    Ángel Vázquez fue un desplazado, un insatisfecho, y un raro literario, lo que contribuyó en su día a descolocarlo más de las ‘capillas’ y corrientes imperantes. Irónicamente él decía que era incapaz de hacer literatura social, en los años de su madurez la menos leída pero la más prestigiosa, "porque soy pobre y las novelas de problemas sociales sólo las escriben los burgueses". Su tantas veces cómplice Haro Ibars resumió con mucho ingenio el libro ganador del premio Planeta de 1962: "una situación digna de Evelyn Waugh, plasmada en una novela que le debe mucho a la técnica narrativa de Virginia Woolf’.

     Desde la Glorieta subo por la acera de los pares de la calle Atocha, imaginando en qué ‘baretos’ bebería Vázquez "infusiones de whisky al principio y de tintorro después"; ha cerrado ‘La Joya’, que tantos bocadillos de calamares proporcionó al mundo de la alimentación elemental, aunque sigue abierto a la vuelta de la esquina otro clásico, ‘El Brillante’. Me detengo ante el número 98, un edificio de buena plata y cinco alturas, con un portal destartalado ahora (¿por obras?) y algo tétrico. Allí pasó el escritor, acogido generosamente en su casa de huéspedes por Trinidad Martínez, otra de las mujeres-protectoras que tuvo, sus últimos tiempos, y allí murió, en el piso que él llamaba "la mansión de Drácula". Sigamos esperando la resurrección entre nosotros de Ángel Vázquez, desde la tumba sin sosiego de la literatura maldita.

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Vicente Molina Foix

 Vicente Molina Foix nació en Elche y estudió Filosofía en Madrid. Residió ocho años en Inglaterra, donde se graduó en Historia del Arte por la Universidad de Londres y fue tres años profesor de literatura española en la de Oxford. Autor dramático, crítico y director de cine (su primera película Sagitario se estrenó en 2001, la segunda, El dios de madera, en el verano de 2010), su labor literaria se ha desarrollado principalmente -desde su inclusión en la histórica antología de Castellet Nueve novísimos poetas españoles- en el campo de la novela. Sus principales publicaciones narrativas son: Museo provincial de los horrores, Busto (Premio Barral 1973), La comunión de los atletas, Los padres viudos (Premio Azorín 1983), La Quincena Soviética (Premio Herralde 1988), La misa de Baroja, La mujer sin cabeza, El vampiro de la calle Méjico (Premio Alfonso García Ramos 2002) y El abrecartas (Premio Salambó y Premio Nacional de Literatura [Narrativa], 2007);. en  2009 publica una colección de relatos, Con tal de no morir (Anagrama), El hombre que vendió su propia cama (Anagrama, 2011) y en 2014, junto a Luis Cremades, El invitado amargo (Anagrama), Enemigos de los real (Galaxia Gutenberg, 2016), El joven sin alma. Novela romántica (Anagrama, 2017), Kubrick en casa (Anagrama, 2019). Su más reciente libro es Las hermanas Gourmet (Anagrama 2021) . La Fundación José Manuel Lara ha publicado en 2013 su obra poética completa, que va desde 1967 a 2012, La musa furtiva.  Cabe también destacar muy especialmente sus espléndidas traducciones de las piezas de Shakespeare Hamlet, El rey Lear y El mercader de Venecia; sus dos volúmenes memorialísticos El novio del cine y El cine de las sábanas húmedas, sus reseñas de películas reunidas en El cine estilográfico y su ensayo-antología Tintoretto y los escritores (Círculo de Lectores/Galaxia Gutenberg). Foto: Asís G. Ayerbe

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