
Eder. Óleo de Irene Gracia
Vicente Luis Mora
Cuando House of Leaves se publicó en el 2000 pensábamos que literariamente ya no podía haber nada nuevo bajo el sol pero nunca se nos ocurrió que podría haberlo bajo tierra", escribió recientemente Esther García Llovet. / La novela de Danielewski acaba de traducirse, trece años después, al español, de la experta mano de Javier Calvo. Casa de hojas ha requerido la colaboración de dos editoriales, Pálido Fuego y Alpha Decay, debido al ímprobo trabajo que supone editar un libro tan distinto y complejo como es éste. No quiero extenderme sobre House of Leaves, porque ya lo hice en El lectoespectador, pero quizá allí se me olvidó apuntar una idea que he recordado ahora, después de leer La torre y el jardín (Océano, México D.F., 2012), la fabulosa novela de Alberto Chimal. Uno de los muchos aspectos interesantes de la novela de Danielewski es que -como en cierto cine de terror- introduce el miedo y el desconcierto en el lugar que debería ser más tranquilizador y confortable: la casa propia. Para la familia Navidson, el espacio familiar se convierte en un auténtico monstruo de medidas variables, ya que la casa es más grande por dentro que por fuera. / Similar planteamiento tiene La torre y el jardín, de Chimal. La novela describe un edificio, el Brincadero (nombre deliberadamente polisémico, con tres significados en dos lenguas), que también es mayor (infinitamente mayor) por dentro que por fuera. Como en House of Leaves, lo fantástico permite al narrador abordar una historia que abarca varias temporalidades y varios protagonistas, con absoluta libertad y dando pábulo a una imaginación desbordante. La torre y el jardín es un juego de espacios, sí, pero también es un fascinante juego de tiempos: paralelos algunos, superpuestos en capas otros, que abordan un territorio (el de la posthumanidad, arrancando del jardín la flor humana) en el que pocos narradores actuales se adentran (recordemos al Houellebecq de La Possibilité d’une île, 2005). / Como en House of Leaves, en la novela de Chimal los protagonistas sienten "la impresión de una caída interminable hacia las entrañas de un monstruo" (p. 318). / En ambas novelas el lenguaje ocupa un lugar importante, cuyo destino es, finalmente, su ruptura o terminación: "Y ese sitio único", escribe Isabel, la protagonista y conservadora del Brincadero, a su padre, "es el jardín, ¿se da cuenta? Es el único donde no cuentan las palabras: donde aún están por llegar o ya se fueron hace mucho o jamás van a aparecer" (p. 358). La limitación del lenguaje también aparece en ambas novelas por su dimensión textovisual, por la especial maquetación que hace que el edificio parlante de Chimal cierre o encuadre su discurso, o lo abra para que los personajes lo escuchen; o cuando Danielewski remeda el laberinto de Asterión con la maquetación de House of Leaves. Sí, tiene razón García Llovet, no sólo el monstruo y el lenguaje estaban bajo tierra, también parte de lo nuevo que pasa, que viene pasando, en la literatura de nuestro tiempo.