64. Biblioclastias más vigentes que nunca
Hace la friolera de diecisiete años Fernando Rodríguez de la Flor, o R. de la Flor, como a él prefiere, publicó un ensayo de culto titulado Biblioclasmo. Por una práctica crítica de la lecto-escritura (Junta de Castilla y León, 1997), que ha circulado desde entonces entre una larga secta de amantes del libro, como referente de una mirada entre fílica y fóbica sobre la circulación de la palabra escrita y la "quiebra simbólica de un modo hegemónico de cultura" (p. 160), el libresco. La relectura serena y diletante que he realizado, muchos años después del primer acercamiento, redescubre los valores premonitorios de este libro que contiene ideas que anticipaban, hace casi dos décadas, decadencias actuales (la teoríafobia, el olvido de la poesía, los poetas-catedráticos en listas) y problemas que tiene el sector del libro en España en estos momentos. / FRF apunta a la sobreproducción editorial como uno de los males fundamentales en las postrimerías del pasado siglo, por varios motivos: incrementaba la angustia de lectura en aquellas instancias para las cuales la lectura "de todo" lo publicado era norma impuesta para la consideración institucional (vgr., la universidad); y contribuía a la saturación del mercado y a la confusión de los lectores, laberinto que, a la postre, repercutía en una mixtión mucho más peligrosa: la de hacer indiscernible lo bueno y lo malo, confundidos ambos en un ingobernable maremágnum. Donde todo puede encontrarse, nada puede encontrarse (queja que luego muchos han extendido a Internet, por ejemplo); donde las multitudes de libros publicados tapan la entrada de la librería no puede encontrar refugio un lector que persigue el saber, literalmente sepultado entre decenas de miles de ejemplares. "Por mucho que las novedades afloren al mercado", anudaba FRF, "con pretensiones de eternidad y de competencia con los productos de los años dorados, en que todo estaba por editar y todo fue editándose, la realidad es que el tiempo actual se traga inexorable a los que en este hoy sitúan sus producciones" (p. 42). Lo inasible genera repulsión. No había forma de digerir: "la descompensación entre los libros que se ofrecen y el número de personas dispuesto a leerlos o al menos a comprarlos, se incrementa a pasos acelerados" (p. 57). / La consecuencia fatal era -y sigue siendo- la imposibilidad de diferenciar lo valioso de lo sobrante, llegándose a un terrible escepticismo sobre el futuro de las humanidades. Un futuro, el de entonces, que esnuestropresente. / La sobreimpresión tajó la posibilidad simbólica de un afuera de la imprenta (p. 51). / Quienes ahora dicen que la marea informativa de Internet impide distinguir la calidad y encontrar lo precioso entre el oleaje de desperdicios, ignoran que ese problema ya existía hace veinte años, cuando nadie podía asimilar el volumen anual, mensual, diario (164 novedades al día) de publicaciones. La desmemoria es otro de los males del tiempo. / "La prueba de la prescindibilidad de ciertas lecturas", termina, "sería esta misma lectura que usted, lector (…) aquí y ahora realiza". Pues eso.