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Bibliofilia

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54 años después

El 11 de junio de 1964 Joaquín Buxó-Dulce y Montesinos, que sería V Marqués de Castell-Florite, me entrega en mano, en Barcelona, una caja con 35 ejemplares de De las condiciones humanas, mi primer libro, que recoge poemas escritos entre 1961 y 1962. Buxó, director de la colección "De trigo y voz provisto" en la que se publica el volumen, me recibe en su despacho de la oficina central de la Caja de Ahorros situada en Vía Layetana esquina Avenida de la Catedral. 

El 11 de junio de 2018, 54 años después, me llega, por correo postal, una caja con 35 ejemplares facsímiles de De las condiciones humanas, obsequio de mi amigo editor y librero Antonio Moll Mengual. 35 ejemplares de un total de 70, en edición impecable, no venal, impresos por Laimprenta CG, en la ciudad de Valencia, en este mes. 

 

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23 de junio de 2018
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Lérida

"Don Tomás de Vargas, sobre Flavio Dexto, Carillo, Florián de Ocampo y otros, dizen que estuvo en esta ciudad Herodes Antipas, que degolló a San Juan Baptista, retirado con la manceba Herodías y su hija, baylarina, desterrados a Francia, muriendo de mancomún conforme obraron, pues baylando sobre los yelos del Segre, año 34, se hundieron y ahogaron, verificando el adagio: Muere cada uno con su oficio." 

 

 

Parte de la adición de Benito Remigio Noydens (1674) a la entrada LÉRIDA del Tesoro de la Lengua Castellana o Española de Sebastián de Covarrubias (1611). Edición preparada por Martín de Riquer. Barcelona. 1943. 

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12 de diciembre de 2017
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Necrologías y 7

 

 

Borges publica en 1985, un año antes de morir, su último libro de poemas, Los conjurados, donde incluye el poema “Un lobo”, no asociado a la moderna preocupación por el agotamiento de los activos faunísticos sino al espacio literario de “la última vez”, ese recurso en el que, con señalamiento preciso de las coordenadas temporales, se registran las últimas veces que se llevan a cabo determinadas tareas.  

  

UN LOBO

 

Furtivo y gris en la penumbra última,

va dejando sus rastros en la margen

de este río sin nombre que ha saciado

la sed de su garganta y cuyas aguas

no repiten estrellas. Esta noche,

el lobo es una sombra que está sola

y que busca a la hembra y siente frío.

Es el último lobo de Inglaterra.

Odín y Thor lo saben. En su alta

casa de piedra un rey ha decidido

acabar con los lobos. Ya forjado

ha sido el fuerte hierro de tu muerte.

Lobo sajón, has engendrado en vano.

No basta ser cruel. Eres el último.

Mil años pasarán y un hombre viejo

te soñará en América. De nada

puede servirte ese futuro sueño.

Hoy te cercan los hombres que siguieron

por la selva los rastros que dejaste,

furtivo y gris en la penumbra última.

  

No se sabe qué día murió ese último lobo salvaje inglés. Aunque sí que a principios del siglo XVI, en ese país, ya habían sido exterminados. En cambio, por lo que respecta al continente, disponemos de algunas efemérides lobunas. Paul Mégnin, en su Gibiers rares de France (París, 1942) cuenta que en Morbihan, en el invierno de 1880, una niña que jugaba en una granja fue parcialmente devorada por un lobo y que en 1914, en La Coquille, en el Perigord, otra niña, a las ocho horas de la tarde, cuando atravesaba un bosque al regresar de la escuela, fue sorprendida por una manada que sólo dejó algún hueso, los vestidos y una cestita. Sin embargo es M. Tripier, nos dice Mégnin, quien en un estudio titulado Les derniers loups de France, ofrece la fecha del último ataque mortal en Francia a un ser humano por parte de lobos. Lacónico, el especialista, asevera: “El último francés caído bajo los dientes del lobo fue una anciana devorada el 2 de octubre de 1918 cerca de la Chapelle-Montbran, en Alto Vienne”. Por lo que respecta a España, reseñar el ataque, a lo mejor el último con esas peculiaridades, que narra el mastozoólogo Ángel Cabrera en su obra Mamíferos (Madrid, 1914): “En Diciembre de 1895, la diligencia que hace el servicio entre Riaza y Segovia fue asaltada por una manada de lobos, que llegaron hasta ocasionar el vuelco del carruaje, resultando heridos dos viajeros y con graves mordeduras las caballerías.”

Jorge Luis Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986. Y murió ciego. De hecho lo fue desde muchos años antes. Los documentos que dan fe de ese proceso de pérdida de visión nos dicen que fue hereditario y paulatino. Imaginamos a Borges imaginando los libros de su biblioteca a medida que día a día va cobrando conciencia de que no volverá a poner los ojos en ellos. Ese diccionario, ese manual, esa tragedia, debieron de tener una última fecha de lectura; luego, a lo que parece, alguien, su madre, su secretaria, pudieron leérselos. Todos pasamos o pasaremos por esa dolorosa circunstancia. No quizá por la ceguera sino por esa muerte, más cruel que la definitiva, que es la enfermedad o la invalidez. Tengo ante mí, al alcance de la mano, un libro extraordinario; se trata de Il Cavallier del Sole, che con l’ arte militare dipinge la peregrinatione della via humana, et le proprietà delle virtù, e de vitti, et come s’ ha da vivere per ben morire. Tradotto nuovamente di Spagnolo in Italiano per Messer Pietro Lauro. Lo adquirí en Madrid en una subasta. Es la traducción al italiano de El Caballero del Sol, libro de caballerías a lo divino, que con el título Peregrinación de la vida del hombre puesto en batalla debajo de los trabajos que sufrió el Caballero del Sol en defensa de la Razón fue publicado en Medina del Campo en 1552 y cuyo autor fue el presbítero palentino Pedro Hernández de Villaumbrales. Explica el catálogo del subastador que ese ejemplar, en 8º, publicado en Venecia en 1557, disfruta de bella tipografía cursiva y de hierros dorados en el lomo aunque, lo que me inclinó a pujar por él, fue el final del informe: “Primera edición italiana, de la que no hay referencias de ejemplar en biblioteca pública española. El autor es uno de los buenos prosistas ascéticos del XVI. Rarísima.”

Pasan los meses y no me atrevo a cogerlo. Sé que cuando lo haga será la primera y última vez. No me queda tiempo para más. Quizá entonces anote, en un papelito que pondré en su interior, la fecha y la hora en que lo abrí y, también, la fecha y la hora en que agotada la lectura me dispuse a dejarlo en su lugar para que descanse puede que un siglo; seguro que no le resultara extraño permanecer callado, intocado, durante ese periodo.

 

 

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21 de febrero de 2017
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Historias de Formentor 2

 

Leí un relato, durante mi intervención en las Conversaciones de Formentor, cuyo argumento descansa en el hallazgo de unas inquietantes inscripciones en un Libro de cantar Misa; y ahora recibo una fotografía, de parte de alguien que estuvo presente en dicho acto, en la que se reconocen varias inscripciones, también en un Libro de cantar Misa, cuya redacción es sorprendentemente parecida a las que me referí. ¿Será un tipo de fórmula expiatoria de pecados nefandos?

 

Este es el relato:

 

Compro a peso en el mercadillo de Borja un lote de libros viejos en mal estado en el que destaca, por el tamaño, un Libro de cantar Misa. El volumen conserva las cubiertas pero no la portada por lo que es difícil datarlo con exactitud. Sin embargo, en las hojas en blanco pegadas en el interior de las cubiertas, aparecen multitud de inscripciones a lápiz y a pluma en las que las fechas manejadas oscilan entre 1847 y 1876. Son firmas y rúbricas de diversos personajes que menudearon por la iglesia del pueblo de Alcolea, donde el sagrado libro debió de dar servicio. Sobrecoge una declaración, perdida entre un mar de garabatos, en la esquina  superior de la segunda de las hojas blancas, en letra minúscula, redactada en estos términos:

 

                                                  Cipriano Abadías Presbítero

                                        Regente en Alcolea año 1871 yo lo hice yo yo

                                         y yo yo y yo pero nunca sabrán quién ha sido  

 

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22 de septiembre de 2016
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«Primer búfalo. Una antología alfabética»

  

El maestro impresor malagueño Francisco Cumpián propone editar una antología de mis poemas compuesta e impresa en tipografía, sobre cartulina y papel verjurados, en un volumen encuadernado a mano.

Se acude al profesor Buil Oliván para que seleccione los poemas y escriba un prólogo y, al guardarlos, el ordenador los organiza alfabéticamente comprobando el profesor que el resultado otorga un nuevo sentido a la obra.

Es Joseph Chiquitilla, discípulo de Abraham Abulafia, quien, a finales del S XIII, progresa en la cábala lingüística, en la metafísica del lenguaje, en la combinatoria de letras, aplicándola luego a la Teoría de las Emanaciones (Sefiroth), teoría que recogerá en su tratado Puertas de Luz. Una luz que fija, con los sonidos de las palabras y la perfección de los signos, el pensamiento cabalístico que, en este caso, fruto del azaroso movimiento, también es pensamiento poético. 

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23 de junio de 2016
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Cruentación

Traemos aquí la voz CRUENTACIÓN extraída de la 6ª ed. (1999) de la versión española, sumamente confusa, del Dictionnaire des symboles (1969) de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant publicada por la Empresa Editorial Herder, S.A. de Barcelona y que consulto en la Biblioteca Gloria Gispert Pou de la Ciudad Condal. La cruentación es la afluencia de sangre al orificio de una llaga, después o antes de la muerte. Los Escolios Berneses de la Farsalia de Lucano, textos tardíos del siglo IX que se basan en fuentes hoy perdidas, mencionan la cruentación como medio de sacrificio en honor de Esus-Marte: "Esus-Marte se aplaca así: se suspende a un hombre de un árbol hasta que los miembros estén aflojados por la pérdida de sangre." Pero es el único testimonio que se tiene sobre esta forma de sacrificio y la única correspondencia parcial es germánica. La Inglingasaga precisa que Odín es el dios de los ahorcados y el Havamal relata que permanece nueve días y nueve noches colgado de un árbol a él consagrado. Pero no hay cruentación y tampoco se conoce ningún ejemplo insular.

 

La cruentación fue también utilizada como ordalía, y servía para designar al asesino. Este derramamiento o chorro de sangre es como la prueba de verdad, y atestigua que el sacrificio es aceptado, o que la confesión del crimen se ha conseguido.

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3 de mayo de 2016
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Predador

Uno de los hápax más inquietantes es la voz francesa ‘carable' que aparece en el "Voyage à Jérusalem du Seigneur d'Anglure", de 1395, donde se aplica a un animal menor que un zorro y que acosa, sin descanso, perdices y liebres.

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16 de abril de 2016
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Willi Luvus

El escritor y geólogo Jorge Ordaz adquiere, en una librería de Iowa City, un ejemplar de Pharos and Pharillon, de E. M. Forster, publicado en 1923 por Leonard y Virginia Wolf en su editorial Hogarth Press. Ordaz nos lo cuenta en su exclusivo blog Obiter Dicta añadiendo algo realmente apasionante, que el libro, hasta llegar a sus manos, "ha hecho un largo viaje a juzgar por las inscripciones que han ido dejando algunos de sus dueños: Willi Luvus, I/II/33; Library Hawai, I-II-1938; Wyckoff Gelber, San Francisco; Bourjaily". Finalmente nos dice que "este último nombre seguramente responde a Vance Bourjaily (1922-1984), un escritor estadounidense de ascendencia libanesa, autor de novelas de mérito, y que fue profesor asociado en la Universidad de Iowa". Identificado Bourjaily, obviada la biblioteca, nos quedan Gelber y Luvus. De Gelber no hallo rastro. De Willi Luvus propongo lo siguiente.

‘Willi', según Gutierre Tibón en su Diccionario etimológico comparado de nombres de persona (México, 1996), es el hipocorístico alemán de ‘Guillermo' lo que me lleva a investigar en ese país o entre personas vinculadas a esa nacionalidad instaladas fuera de sus fronteras. Encuentro la referencia de un ciudadano español, Mariano García de Estremera (Madrid, 1900-1959), adscrito a varios consulados de Alemania en Estados Unidos entre 1932 y 1937 y que, a su regreso a España, publica un opúsculo titulado Palabras y frases de gran belleza puestas a disposición de escritores y personas sensibles en general (Madrid, 1938) que firma como Willi Luvus. Ahondando en la materia descubro a un posible antecedente, un tal Guillén Lupo, "que regalaba versos", y que se cita en un apéndice al Discurso acerca de la situacion y division interior de los hospicios, con respecto á su salubridad (Sevilla, 1778) de Gaspar Melchor de Jovellanos.    

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3 de abril de 2016
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Convento del Carmen Calzado de Gerona

 

Gustavo Puerta Leisse me pregunta en 2008, en una entrevista publicada en el nº 167 de Educación y Biblioteca, por qué y desde cuándo me apasionan los diccionarios, a lo que respondo: “Porque en ellos está todo lo que un hombre curioso puede aspirar a conocer en esta vida y, además, la sabiduría aparece perfectamente ordenada. Mi primer libro fue la Quarta Edicion del Diccionario de la Lengua Castellana compuesto por la Real Academia Española (MDCCCIII). Aún lo conservo con señales de mordeduras de dientes de leche. En la portada se lee, escrito a tinta, ‘Soi del Carmen Calzado de Gerona’, que era abuela de mi abuela materna, o sea una de mis tatarabuelas, hija de un militar que casaría en esa provincia con un miembro de una de las ramas más  genuinamente catalanas de mi familia; esa boda sería hoy impensable, constituiría un acto contra natura.”   

 Me extrañaba que la anotación empleara esa vulgar construcción gramatical que antepone el artículo al nombre de persona, y que el apellido de mi antepasada, Calzada, fuera masculinizado pero, lo definitivo, ha sido entrar en https://es.wikipedia.org/wiki/Convento_del_Carmen_Calzado_(Madrid) y descubrir que Carmen Calzado de Gerona se refiere al Convento del Carmen Calzado de Gerona, uno de los conventos de la Orden del Monte Carmelo que surgieron en España a partir del siglo XVI. No encuentro en internet referencias al convento de Gerona pero sí sobre otros, en especial al de Madrid que, como puede leerse en Wikipedia, posee una interesante historia.

 

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4 de febrero de 2016
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Siete libros ensangrentados

           

El médico y escritor valenciano Jaume Roig (comienzos del XV – 1478), en su novela Spill * (1460, también llamada Llibre de les Dones), incluye un pasaje en el que unas cocineras parisinas elaboran pasteles con ingredientes humanos: “En hun pastis, / capolat, trit, / d’om cap de dit / hi fon trobat. / Ffon molt torbat / qui·l conegue; / reguonegue / que y trobaria: / mes hi havia / un cap d’orella. / Carn de vedella / creyem menjassem / ans que y trobassem / l’ungla y el dit / tros mig partit. / Tots lo miram / he arbitram / carn d’om çert era. / La pastiçera, / ab dos aydans / – ffilles ja grans –, / era fornera /  he tavernera. / Dels que y venien, / alli bevien, / alguns mataven, / carn capolaven, / ffeyen pastells, / he dels budells / ffeyen salsiçes / o llonguaniçes / del mon pus fines.” **

La sangre, sin señalar procedencia, aparece repentina en el Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611) de Sebastián de Covarrubias. Así, en URGEL: “Ciudad entre dos montañas, que riegan los ríos Segre y Noguera. Tomó sitio azia los montes Pirineos, con fuertes muros y castillos, fertilíssimos sus campos, sobre todos de Europa en producción de trigo, pues rinde cada fanega más de ciento. Corriendo los años 1184, por noviembre, llovió sangre en esta ciudad, con tanto terremoto y procellosa borrasca que cayeron edificios, muriendo algunas personas; infeliz presagio de grande hambre que al siguiente año sobrevino”. No incluye Covarrubias los términos ‘Antropofagia’ y ‘Vampirismo’ aunque tampoco lo hace la 1ª edición del Diccionario de la Academia Española (Diccionario de Autoridades) (1726-1737) pero, esta monumental obra da, para CARIBE, la siguiente definición: “El hombre sangriento y cruel, que se enfurece contra otros, sin tener lástima, ni compasión. Es tomada la metáphora de unos Indios de la Provincia de Caribana en las Indias, donde todos se alimentaban de carne humana. (...) Casi todos los de aquellas riberas eran caribes, cebados en carne y sangre de hombres.” La Quarta edición (1803), lacónica, describe al ANTROPÓFAGO como “El hombre que come carne humana. Antrhopophagus.” Y, en la Undécima (1869), VAMPIRO es el  “Nombre que dan en ciertos países septentrionales á los cadáveres que suponen salir del sepulcro á chupar la sangre de los vivos, los cuales, de resultas, se desmedran y vuelven tísicos.”

Joan Corominas, en su Diccionario Crítico Etimológico de la Lengua Castellana (1976), en la entrada TAHÚR, cuenta que en La Gran Conquista de Ultramar (h. 1300) se menciona repetidamente a los Tafures, que formaron una especie de cuerpo auxiliar de la Primera Cruzada: “Se trataba de una muchedumbre andrajosa y hambrienta que se dedicaba sobre todo al merodeo, pero que también atacaba con temible valor y vivía en forma miserable y anárquica, hasta el punto de correr la voz de que habían devorado cadáveres sarracenos.”   

Y en 1968, la barcelonesa Editorial Taber, dirigida por Juan Perucho, publica una versión del Dictionnaire Infernal (1818), escrito por el librepensador francés Collin de Plancy, basada en la que preparara para la Casa Editorial Maucci, en 1913, el espiritista Quintín López Gómez. Leemos, ANTROPÓFAGOS: “El libro atribuido a Enoch dice que los gigantes nacidos del comercio de los ángeles con las hijas de los hombres fueron los primeros antropófagos y, por este crimen, envió Dios el diluvio. En su tiempo, en la Tartaria, los mágicos tenían el derecho de comer carne de los criminales, y algunos escritores observan que únicamente los cristianos no han sido antropófagos.”      

Queda claro pues que estas prácticas siempre nos acompañaron, de hecho permanecen aún entre nosotros, incluso, a veces, de modo entrañable y satisfactorio. La proyección del filme de Tim Burton Sweeney Todd: El barbero diabólico de la calle Fleet (2007) permitió comprobar cómo una historia, arrancada de lo más oscuro de la tradición inglesa del crimen, era aclamada por todos los públicos de todas las salas de cine; daba gusto ver cómo disfrutaban, y yo con ellos.

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* Spill  fue traducido al castellano en 1665 como Libro de los consejos del maestro Jaime Roig por Lorenzo Matheu y Sanz (1618-1680).

** “En un pastel, / triturada y molida, / la punta de un dedo / fue encontrada. / Quedó turbado / quien la encontró / y reconoció / lo que había: / había además / un trozo de oreja. / Carne de ternera / creían comer / aunque encontraran / la uña y el dedo / partidos a trozos. / Todos lo miran / y consideran / que ciertamente / carne de hombre es. / La pastelera, /  con dos ayudantes / -hijas mayores-, / era hornera / y tabernera. / De los que iban / y allí bebían, / algunos mataban, / trituraban la carne, / hacían pasteles, / de las entrañas / salchichas hacían / o longanizas / las más finas del mundo.” [Versión de Antoni Marí]  

 

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13 de enero de 2016
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