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Oh…

Por 27 de noviembre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Rosa Moncayo

«Mis novelas son negras porque el mundo en el que vivimos no es demasiado luminoso», suele decir Philippe Djian cuando lo entrevistan. Debo decir que nunca había leído tantas reseñas negativas sobre una novela. Cuando me propuse escribir sobre «Oh…», una joya insólita de la literatura francesa, pensé que, antes de soltar el argumento principal en una sola frase, debía poner en contexto demasiados aspectos de la novela para que el potencial lector no lo malinterpretara y perdiera interés. En fin, no lo voy a hacer porque me cargaría ese je ne sais quoi literario y elemental.

«Oh…» son treinta días en la vida de Michèle, una empresaria de 50 años a la que acaban de violar en su propia casa. No acude a la policía y, cuando descubre quién ha sido -aquí llega el cortocircuito-, vuelve a acostarse con él, con el hombre que la violó. Es una novela cerebral y agotadora, no lo digo en el mal sentido de la palabra, sino en el mejor que podría tener. Se agradece, a veces, leer una prosa tan directa y espontánea, casi como un guion de cine.

Parece que este argumento no fue bien digerido por muchos lectores y de ahí que yo me haya topado con tanta mala crítica. «Nadie se creería ni por un momento que no me procuran placer estas mascaradas aterradoras, por muy retorcidas que sean, pero yo nunca he dicho lo contrario, jamás he fingido que se tratara de una cuestión platónica». Michèle, siempre con un estado de ánimo más tétrico que triste, accede -y propicia- una y otra vez el mismo encuentro: los mismos gritos de socorro y el mismo pasamontañas. Se puede divergir por otra lectura: quizá llevar a su agresor a sentir humillación por el simple hecho de prestarse fácilmente a otra simulación de violación.

No sé hasta qué punto estará de acuerdo conmigo la persona que lea esto, pero parece que la literatura francesa es de las pocas que sigue creando personajes masculinos de dudosa moral y, todavía más importante, que siguen siendo creíbles, a la par que criticados. ¿Ocurre lo mismo con los personajes femeninos? Ignoro el motivo, pero el problema es que no los encuentro tan a menudo o, tal vez, por caprichos de la estadística, esos libros no caen en mis manos con la misma asiduidad.

«Con la perspectiva que me da el tiempo, no entiendo cómo pude acceder a jugar a ese juego abominable, a menos que el sexo lo explique todo, pero no lo veo nada claro. En el fondo no creía ser una persona tan rara, tan complicada, tan fuerte y tan débil al mismo tiempo. Es sorprendente. La experiencia de la soledad, del tiempo que pasa, es sorprendente. La experiencia de uno mismo. Otras más valientes que yo han vacilado; aunque yo hice mucho más que vacilar, claro. A veces, vuelvo a ver escenas enteras de nuestros encuentros, por razones que se me escapan asisto a ellas, como si flotase varios metros por encima de esas dos criaturas enfurecidas que pelean cuerpo a cuerpo en el suelo, y alucino con mi actuación».

«Oh...» fue llevada a la gran pantalla por Paul Verhoeven en 2016 con el título Elle y Michèle fue interpretada por mi actriz favorita, Isabelle Huppert, otro motivo más para verla. De Verhoeven, debo decir que me sigue fascinando su filmografía tan dispar, desde RoboCop o películas que bien podrían pasar por la película del domingo por la tarde de Antena 3 hasta Delicias turcas, una cinta poética que me gustó mucho y también recomiendo.

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Rosa Moncayo

Rosa Moncayo (Palma de Mallorca, 1993) estudió Business Administration en la Universidad Carlos III de Madrid. Con 20 años, le concedieron una beca para realizar sus estudios en Seúl, Corea del Sur. Actualmente reside en Madrid. En 2020 publicó La intimidad en el sello editorial Barrett. Fotografía: Laura Carrascosa

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