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Feministas de manual

Por 12 de enero de 2023 Sin comentarios

Rosa Moncayo

A veces me dan envidia las feministas de manual. Ojalá estuviera de acuerdo con todo lo que saliera del Ministerio de Igualdad y las mentes de sus soldaditos. Todo sería más fácil. No andaría enfadada ni aterrada por el futuro, repetiría las palabras clave, una por una. El discurso de siempre, sin pestañear. Todo me iría mejor. Ocurre a menudo: nadie se queja en alto por el miedo al qué dirán, pero una vez se dispersa la multitud y ya parece que no nos oyen, empiezan las críticas enfrascadas en susurros.

Pensar y actuar ya no van de la mano. Se ha suprimido el juicio, la razón, y se ha sustituido por lo que sea que consideren nuestras veneradas instituciones políticas, ya sea en materia de salud, línea de pensamiento o lenguaje. Zygmunt Bauman lo definió al expresar que las mentalidades de jardinero favorecen la creación de Estados totalitarios. El mundo está lleno de malas hierbas, deben podarse; se domina el paisaje para ajustarlo a la doctrina ideológica.

Este tipo de feminismo, el absolutista, el feminismo que ni siente ni padece, el que asegura que ser mujer es un sentimiento, permite que el mal campe a sus anchas. ¿Por qué el orgullo de este feminismo es más importante que la justicia que merecen las víctimas de la violencia sexual? ¿Es tan difícil enmendar una ley que no ha hecho más que generar cantidades ingentes de odio y dolor? Mientras tanto, en las calles no ocurre nada.

El año pasado cerró con 133 rebajas de penas a condenados por delitos sexuales y, bien entrado 2023, ya son 151 favores a agresores y 22 excarcelados. La cifra va en aumento. ¿Existirá relación entre esta ley y el súbito incremento de violaciones y asesinatos? Ayer, se publicó un vídeo en el que una de las autoras de dicha ley ríe con sorna al mencionar la oleada de cientos y miles de violadores a la calle beneficiados por la ley del sólo sí es sí. Resulta exageradamente complicado entender a quienes están a favor de tremenda pocilga politiquera y, por supuesto, oír una vez más que son los jueces quienes deben formarse para aplicar dicha ley. De igual manera, hace unas semanas se votó la Ley Trans. Una ley imprecisa que engrosará el negocio farmacéutico, más si cabe, y empujará a individuos confusos, o presos por episodios de alienación, a tratamientos irreversibles.

Ya no se puede hablar. El silencio cómplice lo ha impregnado todo. Las prácticas más habituales de la cultura woke son la cancelación de aquellos que no comulgan con la línea de pensamiento progresista. Campañas de acoso y derribo, desprestigio, insultos y ridiculización a través de redes sociales son prácticas cada vez más normalizadas. Todos lo hemos visto. Finalmente, la bulla concluye con ciertos adjetivos que nunca faltan: fascista, retrógrado o negacionista. Pero bueno, el mundo es ansí, diría Baroja.

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Rosa Moncayo

Rosa Moncayo (Palma de Mallorca, 1993) estudió Business Administration en la Universidad Carlos III de Madrid. Con 20 años, le concedieron una beca para realizar sus estudios en Seúl, Corea del Sur. Actualmente reside en Madrid. En 2020 publicó La intimidad en el sello editorial Barrett. Fotografía: Laura Carrascosa

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