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Martha Argerich: Una niña prodigio de 76 años

Por 11 de enero de 2018 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Roberto Herrscher

“Haceme quedar bien, piba”, le dijo guiñando el ojo el presidente Juan Domingo Perón en 1955, cuando una Marta Argerich de 14 años se despedía del mandatario en la casa de gobierno. Perón había nombrado a sus padres en puestos diplomáticos en Viena para que ella pudiera estudiar con el maestro Friederich Gulda.

Martha Argerich, nacida en Buenos Aires en 1941, había comenzado a tocar el piano a los cuatro y a los seis ya era reconocida como niña prodigio. El famoso Gulda la escuchó y quiso que estudiara con él en Austria, pero el maestro diría años después que no creía haberle enseñado nada. Ella tocaba desde siempre con un dominio técnico apabullante.

Pero algo debe haber aprendido: en la visión de sus incondicionales, hoy Argerich comparte con su legendario mentor una visión pasional, un algo indefinible volcado en la interpretación. Siempre parece que está inventando y encontrando las notas aunque haya tocado la obra (los primeros dos conciertos de Beethoven, el de Ravel, el tercero de Prokofiev) cientos de veces.

En su primera juventud ganó importantes concursos: el Bolzano, el Chopin y el de la Radio Polaca. Irrumpió en el cerrado mundo de los grandes pianistas con una fuerza irresistible. Tan hermosa como tímida y reacia a las entrevistas, era la pianista más requerida en las grandes salas de concierto de Europa y Estados Unidos.

Así la describe el anónimo comentarista de la web El Atril, una inagotable fuente de información para músicos: “tan atractiva como una actriz de la nouvelle vague: usaba unas espectaculares minifaldas y fumaba un cigarrillo detrás de otro”. “Parece una ondina”, escribió el crítico del diario francés Le Figaro en 1970, cuando ella se presentó en París con Claudio Abbado y la Orquesta de la Radio y Televisión francesa para el Tercer concierto de Prokofiev. “Con esa cabellera lisa y deslumbrante, da la impresión de que saliera del agua en ese momento.”

La música y la vida fueron siempre para ella uno y lo mismo. Se casó tres veces, siempre con músicos profesionales: con el violinista chino Robert Chen; con el director de orquesta Charles Dutoit, y con el pianista Stephen Kovacevich.

También la acompañó desde el comienzo una irresistible generosidad por compartir la música con otros: pronto dejó la carrera de los conciertos en solitario y se concentró en obras con orquesta y pequeños grupos de cámara.A lo largo de su vida artística tuvo tres grandes cómplices musicales. Con el director Claudio Abbado grabó los conciertos de Chopin, Liszt, Ravel, Beethoven, Schumann, Mozart, Tchaikovski… de hecho, como resalta el crítico Gregor Willmes en el libro que acompaña la edición de sus grabaciones completas para el sello Deutsche Gramophone, fue con Abbado y la Filarmónica de Berlín que Argerich grabó en 1967 su primer concierto con obras de Mozart, y fue con él, Mozart y la Orquesta Juvenil Gustav Mahler, cuando el maestro Abbado, ya consumido por la enfermedad, la acompañó en su última grabación en 2014.

En su crítica de esta grabación en vivo, el periodista Christoph Vratz destaca que así como Abbado y Argerich “conservaron su amistad a lo largo de las décadas, revelan el mismo grado de afinidad en los dos conciertos (números 20 y 25), se escuchan atentamente el uno al otro, se complementan y se animan”.  

Esa combinación de complicidad amistosa y búsqueda común de profundidad en las obras es lo que forjó también con sus otros grandes aliados: el violinista Gidon Kremer y el violoncelista Misha Maisky, ambos nacidos en Riga, entonces Unión Soviética y hoy Letonia. La grabación integral de las sonatas para violoncelo y piano con Maisky son hoy el estándar con el que se miden todas las demás.

Esa caja con 48 CDs que guarda los tesoros los 50 años de Argerich y Deutsche Gramophon, la más longeva relación discográfica de la historia de la música clásica, muestra por un lado los altísimos estándares de calidad artística y asombrosa perfección de la pianista, y por otro lado, sus muy personales y curiosas preferencias a lo largo de los años. Por determinados compositores (Beethoven y Schumann en primer término, muy poco Mozart, apenas algo de Brahms, Prokofiev entre los de la primera mitad del siglo XX, Olivier Messiaen entre los de la segunda), y por compañeros de ruta.

Por ejemplo, en el Festival de Lugano, donde cada verano junta a sus socios musicales, nunca dejó de tocar con su gran amigo, el pianista Nelson Freire, aunque éste no haya alcanzado el prestigio y las ventas de otros pianistas de su generación.

En su muy activa séptima década, la pianista se ve rodeada por la admiración de los más famosos músicos de las nuevas generaciones. En una grabación en video del concierto de Bach para cuatro teclados, se puede ver y escuchar el alborozo de la maestra tocando con su gran colega ruso Mijail Pletnev, el director James Levine y el joven prodigio Evgeni Kissin, y en la orquesta de cuerda, sus incondicionales  Maisky y Kremer, además de jóvenes estrellas del violín como Renaud Capuçon, Sarah Chang y Vadim Repin, de la viola como Yuri Bashmet y del violoncelo como Boris Pergamenschikow.

Estaban todos ahí como modestos acompañantes por y con Martha.

En su intento de definir lo que hace única la forma de tocar el piano de Argerich. Gregor Willmes recopila los adjetivos que dedican los críticos a su sonido: “Intenso, poderoso, rico en colores, orquestal, vívido, fogoso, intoxicante”.

Para Willmes, la palabra que mejor la define es “espontánea”.  Infantil en el mejor sentido: toca el piano como Leo Messi juega al fútbol, con la seria y apasionada búsqueda de la perfección de un eterno niño prodigio. 

Todo en sus ejecuciones es delicadeza y precisión rítmica. Quienes hemos tenido el privilegio de ver a Martha Argerich en vivo hemos sentido la inexplicable excitación del arte que surge en el instante y se desvanece con una gracia infinita, para quedar por siempre en la memoria. 

 

(Publicado el 6 de enero de 2018 en la revista Cultura/s de La Vanguardia)

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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