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La estrella reclama respeto: Lang Lang graba las Variaciones Golberg de Bach

Por 28 de abril de 2021 Sin comentarios

Lang Lang toca las Variaciones Golberg en la iglesia de Bach en Leipzig

Roberto Herrscher

Si hay un ejecutante clásico famoso, celebrado, exitoso hoy en día es el pianista chino Lang Lang. No sólo sus discos se venden como los de ningún otro, sino que su fama ha crecido aparejada a su prestigio: fue el primer pianista chino en tocar como solista con las Filarmónicas de Viena y de Berlín, y se lo pelean las principales orquestas del planeta.

Desde su debut estelar en 1999, a los 17 años, ha cautivado el mercado del disco y del libro: es artista exclusivo de Deutsche Grammophone, que le brinda todos los gustos y lo promueve por aire, mar y tierra. Su penúltimo álbum, Piano Book, es una muy personal selección en versión Deluxe de piezas clásicas y populares que lo acompañan desde su infancia, y sus memorias, Journey of a Thousand Miles, escritas a los 26 años, es éxito de ventas en ocho idiomas. Se calcula que mil millones de personas lo vieron tocar en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín.

Y, sin embargo, Lang Lang es un eterno inconforme, buscador de respetabilidad y prestigio entre los artistas a los que supera de largo en fama y en dinero. Algo parece faltarle, y tal vez en un video muy celebrado en Youtube esté la respuesta: ya famoso, se somete a una clase pública como alumno de quien reconoce como maestro, el veterano pianista y director argentino-israelí Daniel Barenboim. En actitud de discípulo, y ante un enorme público que rodea los dos pianos, Lang Lang se entrega a las lecciones, reprimendas y correcciones del adusto profesor.

Sin que nadie se lo pidiera, sin nada que demostrar en el mundo del marketing musical pero mucho que demostrarse a sí mismo, el año pasado Lang Lang se lanzó a estudiar y grabar la cima de la música para teclado del barroco: las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach.

Después de ganar aplausos y elogios en el repertorio romántico, con interpretaciones idiosincráticas, tormentosas, con asombrosos tonos y colores de arrebatada emotividad, el pianista de 38 años quería poner su sello en la obra que solo se lanzaban a escalar los serios, los eruditos del arte puro.

Bach compuso esta serie de 30 variaciones sobre un etéreo, bellísimo tema propio, en el momento más alto de su dominio del teclado. Cuenta la leyenda que se lo pidió un amigo clavecinista llamado Goldberg, cuyo noble patrón sufría insomnio y necesitaba que su músico de cabecera tocara música para arrullarlo.

Desde que en el siglo XX fue descubierta, como tantas obras maestras de Bach, ha mantenido despiertos a legiones de intérpretes, críticos y aficionados: el disco atesora maravillosas versiones en clave de la pionera Wanda Landowska y el moderno Gustav Leonhardt, y en piano la del mítico Glenn Gould, ya sea su interpretación de 1955, de una fascinante pulsión rítmica, o su más sosegada y madura de 1981.

Algunos críticos prefieren la grabación legendaria de Claudio Arrau, otros la de Murray Perahia, otros más la de Andras Schiff. Para los puristas, Angela Hewitt; para los enamorados del fraseo limpio puro, el viejo Rudolf Serkin y para los partidarios del sentimiento contenido, su hijo Peter Serkin.

Cuando le preguntan por las influencias de su propia versión, Lang Lang menciona al de su maestro Barenboim, grabada en vivo en el Teatro Colón de Buenos Aires.

El prodigio chino viajó a Berlín para grabar su Goldberg con las mejores condiciones de sonido, y luego peregrinó a la iglesia de Leipzig, donde tocaba el Maestro, para grabar otra versión en vivo. Deutsche Grammophone le consintió un cofre con cuatro discos: la versión completa en estudio, la completa en vivo de Leipzig, un disco de “grandes éxitos” con siete fragmentos de la primera versión, y un cuarto con obras de Bach y sus contemporáneos y predecesores, para mostrar lo mucho que se sumergió en el mundo bachiano. Lo estaba dando todo para demostrar que detrás de la fama había un artista en serio.

Los críticos reaccionaron de forma dispar: Jed Distler, de la prestigiosa revista Gramophone, dice que la interpretación de Lang Lang es “vívidamente detallista, diversa en carácter y expresión, meticulosamente concebida en estilo y altamente subjetiva, brillante pero no superficial en su virtuosismo”, mientras Andrew Clements de The Guardian opina que “aunque hay destellos de interpretación mesurada, adecuada en estilo, gran parte de esta grabación drena todas la energía de la música, con tempos tan dolorosamente lentos y fraseos tan manieristas que parecen más apropiados para Rachmaninov que para Bach. Parece amar tanto esta música que la sofoca”.

El gurú clásico del New York Times, Anthony Tommasini, se toma el trabajo de colocar dentro de su crítica fragmentos de esta versión a la par de otras de intérpretes actuales, como Jeremy Denk y Beatrice Rana, para mostrar cómo, en su criterio, Lang Lang extrema lo lento, estruja el efecto y vuelca su sentimiento en cada nota que termina “sobreactuando”, como un actor que, al subrayar cada gesto, lo vuelve artificioso.

Dice Tommasini: Lang Lang se volcó con dedicación a su “Proyecto Goldberg”. Y, sin embargo, como decía Virgil Thomson al escribir sobre el pianista Josef Lhevinne, ‘cada interpretación de mérito debe su excelencia tanto a lo que el artista hace como a lo que no hace’. Y el Sr. Lang hace demasiado.”

Es comprensible el fruncimiento de nariz de los adustos críticos: la versión en estudio parece crujir bajo el peso de la responsabilidad y la veneración. Toda expresión está tan resaltada que deja poco espacio para el gozo del Bach más juguetón y la espontaneidad del Lang Lang más carismático. Como dice Tommasini, nos invade con su emoción en vez de provocar la nuestra.

Pero en mi opinión, después de escuchar varias veces sus dos versiones, la segunda, en vivo en el templo de Leipzig, es mucho mejor: respira, juega, tiene aire y luz.

Cuando hace un año terminó su obra de amor y comenzaba la gira de conciertos… llegó la pandemia. En los próximos meses, el célebre pianista se pondrá nuevamente en viaje buscando respeto. La veneración, el éxito y la fama evidentemente no le bastan.

¿Cuál de las versiones del cofre se escuchará en su gira europea? Yo confío que la más suelta de la interpretación con público en Leipzig. El gran trabajo está hecho: el esforzado niño prodigio ya puede relajarse y divertirse con una de las obras más luminosas del repertorio.

Este ensayo se publicó en abril de 2021 en Cultura/s del diario La Vanguardia.

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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