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Juan Diego Flórez: “Hay gente que me sigue pero nunca me ha visto cantar”

Por 19 de junio de 2017 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Roberto Herrscher

Hace dos años entrevisté para La Vanguardia al joven prodigio del Do de pecho Juan Diego Flórez. Este año volví a entrevistarlo, esta vez para Wooalia de Barcelona y El Tiempo de Bogotá.

Fue una gran ocasión de volver a lo que le había preguntado antes, a meterme en temas nuevas, pero sobre todo para constatar que un gran artista está siempre cambiando, siempre buscando nuevos caminos. Flórez maduró, se está internando en un repertorio diferente, menos festivo y más profundo. Y es de los pocos artistas que no echa mano de lo ya dicho sino que se pone a cavilar sobre las preguntas, como si pensara en voz alta frente al periodista.

Estas dos charlas me completan la imagen y la admiración de un cantante peruano que toma su voz prodigiosa como una gran responsabilidad.

Aquí mi entrevista:  

*          *          *

El gran tenor peruano Juan Diego Flórez, el mejor cantante de ópera latinoamericano del siglo, está cambiando, está entrando en un repertorio completamente nuevo sin abandonar las comedias ligeras de Gioachino Rossino y Gaetano Donizetti que le dieron fama en los grandes teatros de ópera del mundo.

Ahora su voz se acerca al romanticismo francés y su actuación se ha decantado en la búsqueda de papeles complejos. Le gustan los desafíos. Quiere competir en otras ligas. Y también se quiere dedicar más al gran proyecto de desarrollo de niños a través de la música en su Perú natal.

En Zurich, en plena preparación del gran papel de su nueva etapa, el héroe trágico Werther, la ópera de Jules Massenet basada en la novela fundamental del primer romántico Wolfgang von Goethe, encontramos al cantante que asombraba en plena madurez, emocionándose y tratando de emocionar.

Me impresionó mucho el programa que trajo al Palau de la Música de Barcelona este año. El año pasado era un programa para lucir la voz, centrado en las populares canzonetas napolitanas. Ahora trajo un menú degustación de papeles nuevos, para una voz más robusta. ¿Este es su nuevo camino?  

Justamente en el futuro los roles que tengo son nuevas óperas o las que he debutado hace poco. Por ejemplo ahora estoy haciendo Werther, primero en Bolonia y ahora en ensayos en Zurich. Es un repertorio al cual estoy yendo, romántico francés, obedece a ese cambio vocal que ha hecho posible que yo pueda abordar ciertos papeles más centrales, que la voz se mueva más en la zona central de tenor. Pero he podido mantener el repertorio anterior, todavía lo puedo cantar, lo cual me hace muy feliz porque me encanta ese repertorio. Por ejemplo el próximo año estaré en Pesaro cantando una ópera de Rossini que se llama Riccardo e Zoraide, no muy conocida. Me alegra poder resolver un papel así.

La última vez que hablamos, hace dos años, me dijo que su agudo ya no era tan “insolente”. Tal vez al principio buscaba producir asombro. ¿Ahora busca más la emoción?

En ese buscar la voz otra vez, tienes que empezar a resolver problemas. Yo he tenido problemas con el agudo en estos últimos años. Buscándolo, encontrándolo, ahora puedo decir que lo he encontrado y estoy otra vez contento y cómodo con esa insolencia. Por eso puedo cantar una ópera de Rossini, Semirámide, con agudos temibles.  Ahora como el centro es más ancho, el agudo siendo de más volumen, antes la voz central era más débil, y ahora es más homogénea, y se nota menos que el agudo sale.

¿Antes ya estaba ahí arriba y ahora sube desde el centro?

Es una voz que avanza desde el centro, como en Werther, una ópera central, que puede subir a un Si natural, pero es en general central. O Romeo. Puedo también hacer La hija del regimiento, El barbero de Sevilla y La cenicienta. Son óperas que requieren esa flexibilidad rossiniana, que me gusta, me encanta seguir haciéndolas aunque ahora mi repertorio está girando al romanticismo francés. Como Romeo y Julieta (de Charles Gounod) y Manon (de Jules Massenet).

¿Cuál es el papel más difícil que ha encontrado?

No encuentro que los papeles sean difíciles. Difícil es darles esa brocha de comienzo a fin a un rol. Desafiantes, un desafío que me encanta. Pero no es solo la música, es la dirección de escena. Las óperas del bel canto eran más simples en la trama. En estas hay preponderancia del teatro, es casi teatro con música fusionada. Es darle el sentido y ser creíble. Werther es complejo, completo, lleno de sombras y colores. Vocalmente no encuentro un desafío; antes quizás cuando los canté por primera vez, me encontraba que empujaba la voz, forzaba. Pensaba que ese era el camino, pero no. La voz tiene que ser natural siempre, nunca forzada. Si la voz ha evolucionado y suena y puede pasar una orquesta tiene que ser naturalmente, nunca forzando. Este ha sido el motto en mi carrera: siempre he buscado la naturalidad en el canto.

¿Eso lo proyecta también a la actuación? Lo difícil es proyectar un personaje que es muy distinto de usted mismo y que parezca natural, convenza. Pienso por ejemplo en el Duque de Mantua de Rigoletto. Usted ha creado un personaje público que tiene que ver con las causas sociales y culturales, de buen tipo, sano, y debe tener problemas para crear el personaje de un malo convincente…

Yo creo que todo está en la seguridad vocal. Si un cantante está cómodo con su voz, que no es tan fácil, hay temporadas… pero cuando estás cómodo con tu voz ya puedes ser un artista. Porque si no hay eso, no puedes dejarte llevar, estar relajado, entrar en un rol. Es así, no hay vuelta que darle.

Actúa en tantos teatros, en tantas ciudades… ¿hay un lugar que sea para Ud. su casa?

Sí, bueno, como teatro nombraría en primer lugar La Scala. En La Scala de Milán estoy en casa. Es el primer teatro donde debuté a los 23 años después de haber actuado en el Festival de Pesaro. Y regresé mucho, casi todos los años, hice muchas operas con Riccardo Muti. Es una casa mía: todos los técnicos, las costureras. Un día Muti me lo dijo: “Tu sei figlio de La Scala, no ti lo dimenticari” (tú eres hijo de La Scala, no lo olvides). Y es verdad. Pero después otro donde me siento en casa es el Royal Opera House de Londres. Canto mucho en Viena porque ahí está mi casa y quiero estar cerca de mi familia.

¿Hace cuánto dejó su Perú natal?

Hace 23 años. Me fui a Filadelfia a estudiar, y luego a Italia.

Pero es profeta en su tierra… ¡Hasta lo pusieron en una estampilla!

(Se ríe) Exageraron. He aprovechado que me hayan tratado muy bien, la gente me quiere, y para mí ha sido una herramienta para poder crear un movimiento, Sinfonía por el Perú, que cuenta ya con 6.000 niños. Si contamos con que tenemos seis años, son mil por año, y me inspiré en el sistema de orquestas de Venezuela. Tenemos una orquesta de niños que ha progresado mucho. Si no fuese yo, en Perú hubiera sido más difícil haber llegado a estos logros.

Es tal vez un papel similar al que tiene Gustavo Dudamel en Venezuela…

Sí, claro. Yo no me formé en el mismo programa, como él. Es un programa social que usa la orquesta y el coro como herramienta de transformación social, de integración de los niños pobres en la sociedad. Yo me eduqué en un conservatorio normal. El cantante solista es diferente. Dudamel sí creció en El Sistema, el programa de orquestas del maestro Antonio Abreu. Para mí fue una revelación que la música pueda salvar a la niñez. Es muy poderoso.

¿Cuál es el mayor logro hasta ahora y el mayor sueño de Sinfonía por Perú y su mayor sueño aún por cumplir?

El mayor logro social es haber logrado la integración de tantos niños. Un estudio que demuestra que son mejores alumnos en el colegio, en sus casas, sufren menos violencia, trabajan menos en las calles. Ahora, musicalmente el logro es la excelencia a la cual han llegado los niños que ya forman parte de la Orquesta Nacional Juvenil, que tocan bien y que pronto van a poder viajar al mundo. En 2020 queremos llegar a 20.000 niños. Estamos en todos los sitios en Perú, pero la idea es crear más y más núcleos.

¿Qué música escucha para descansar?

Me gusta mucho la música latinoamericana: las rancheras, los boleros, la música peruana. Me gusta también el rock clásico: Los Beatles, Led Zeppelin, Queen, un poco de todo. El blues, jazz. Escucho todo porque vengo de la música popular: en mi casa no se escuchaba ópera. Yo descubrí la música clásica cuando entré al conservatorio para estudiar canto, pero era canto para el pop, quería saber cantar mejor. Por eso la música popular está siempre presente y también en mis conciertos saco la guitarra y canto, algo que comencé a hacer hace poco, lo hice en las Canarias, cantar algo típico de allí, saqué la guitarra y ahora hasta el público lo pide. No quiere irse del recital sin haber escuchado algo así con la guitarra.

Esas son sus dos almas musicales. ¿Pero piensa hacer como Luciano Pavarotti de cantar junto con cantantes populares, algo así como “Juan Diego Flórez and Friends”?

En Lima lo he hecho varias veces. Pero con gente famosa, hay que ser muy famoso uno para convencerles. Y la ópera siempre es algo restringido a la gente que le gusta, que va al teatro. Nosotros no somos íconos globales. Pavarotti lo era, él era especial, y Plácido Domingo también. Pero son casos, y otras épocas. Ellos vivieron en su máximo de fama y esplendor vocal una época en que se daba mucha más cabida a la ópera en la televisión, en el mundo normal de la cultura popular. Eso ya no lo hay. Felizmente lo nuestro sigue sucediendo en los teatros y hay gente que los llena, pero no somos famosos.

En esa época había una sana rivalidad, Pavarotti y Domingo, Callas y Tebaldi… Ahora usted sería uno de los tres tenores de hoy. ¿Se ve con rivales, con contendientes, como Cristiano Ronaldo y Messi? Como diciendo: “yo tengo que ser cada día mejor porque está este otro al que comparan conmigo…”

(Se ríe) Bueno, yo entro en un nuevo reino, que es el del tenor lírico. Antes no estaba en esto. En el bel canto nunca sentí una competencia. Ahora hay más jóvenes que cantan bel canto, pero en mi época había muy poco, sobre todo en Rossini. En este nuevo repertorio hay varios que lo hacen muy bien. Pero yo… yo entro como un outsider, y voy así ganándome la confianza en estos roles. No estoy pensando en una competencia, o aún no. Pero me gusta la idea de sentir esa rivalidad. Sería interesante. Antes no la sentí. Ahora viene, la habrá si sigo en este camino. Yo voy un poco más artesanalmente, elijo las óperas que quiero hacer, el teatro arma un proyecto, se hace. Ya no voy a todos los teatros a cantar lo que me ofrecen, sino un proyecto que yo armo desde el inicio.

¿Con cuáles grandes cantantes siente que es un desafío y un privilegio cantar?

Es curioso: últimamente canto más con cantantes jóvenes. Me ven como veterano, aunque no soy tan viejo porque tengo 44 años. A veces me toca cantar con mayores. Pero no necesariamente tiene que ser sobre en el escenario. Yo voy mucho a escuchar a otros. Me gustan mucho los barítonos como Ludovic Tèzier o Carlos Álvarez, voces importantes. O la gran soprano Anna Netrebko. Voces que te dan emociones.

¿Cómo se lleva con las redes sociales, ese contacto con su público, como forma de acercarse a la gente?

Tengo que ser sincero, yo no manejo mucho eso, tengo una persona que me ayuda. Me dice: haz fotos hoy, y yo a veces hago de los ensayos, un video… después se me empieza a ocurrir a mí. Por ejemplo, una canción para mi esposa el día de los novios. Ese video de San Valentín fue visto por más de medio millón en pocos días. Mi fan base es en Latinoamérica aunque no trabajo casi allá, canto principalmente en Europa. Pero casi todos mis seguidores en Facebook están en mi continente, muchísimo en Perú. Creo que es el orgullo de que haya alguien de tu país haciendo cosas importantes y dejándote bien. Eso hay mucho en nuestros países, sobre todo en Perú. Hay gente que me sigue y me admira pero nunca me ha visto cantar.

En esta época de rechazo al inmigrante, de Trump y el auge de la derecha en Europa…

(Ríe) Sí, claro. Yo soy un inmigrante. Yo también soy un inmigrante. 

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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