Roberto Herrscher
No, no es ningún aniversario, ni salió una nueva película, ni lo versionan ídolos del momento. Simplemente, estuve escuchando, otra vez, a Johnny Cash, un artista imperecedero. Y quería invitarlos a poner otra vez sus discos, echarse para atrás y cerrar los ojos.
En Estados Unidos, el revival Johnny Cash ya había empezado poco antes de su muerte en 2003 y se disparó dos años más tarde con el biopic Walk the Line y la inspirada interpretación de Joaquin Phoenix. Hoy nadie duda de que sus canciones se seguirán oyendo por generaciones y que la voz de Cash, grave, sentenciosa y tan honesta como es capaz de ser una voz, durará por siglos.
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Las guitarras martillean con un compás que con cada repetición se hace hipnótico y excitante. Por sobre el ritmo incisivo como un tren en marcha, surge una voz potente, bruñida como el metal, con la autoridad surgida del sufrimiento. No hay forma de ignorarla. Y esa voz comienza a contarnos una historia. Muchas de las canciones de Johnny Cash son relatos de perdedores, solitarios que perdieron al amor de su vida, o su libertad, o que cayeron por la cuesta del alcohol (Franky and Johnny; Folsom Prison Blues; Ballad of a Teenage Queen) . Cash habla de ellos sin falso sentimentalismo, pero con la íntima empatía de quien ha estado ahí. En los detalles de las historias está la piedad y el talento de un hombre capaz de envolvernos en una novela en tres minutos de canción.
Cuando no hablan de estos personajes, las canciones de Johnny Cash hablan de él (Man in Black; Cry, cry, cry; I Walk the Line). Son confesiones de un alma orgullosa y quebrada, que perdió la alegría pero no perdió nunca la dignidad. Aquí también hay un acto prodigioso de caminar en la cuerda floja entre la autoconmiseración y la autojustificación, y no caer nunca en ninguno de estos dos peligrosos abismos.
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Cash nació en Arkansas, en el profundo sur y en plena depresión de 1932. Desde pequeño enchufó sus sueños a los músicos country que oía en la radio, de donde proviene su peculiar estilo de música country, que se profundizó y enriqueció con las influencias de sus compañeros de generación y de ruta Elvis Presley, John Lee Hooker y Bob Dylan.
Mientras ellos inventaban el rock y absorbían los excitantes sonidos de los rockeros ingleses, del folk, del jazz y del blues de los negros, Johnny Cash parecía cantar siempre la misma canción, como si martillara siempre en la misma pared. Pero el clavo cada vez iba más adentro, y sus canciones de los cincuenta suenan hoy mucho más modernas que tantas vanguardias de tres o cuatro décadas más tarde.
Pero no más cháchara, que empiezan a sonar las guitarras, como un tren que se pone en movimiento, y la voz granulosa está a punto de desgarrar el silencio…