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Encontrar la grandeza de Quino en las frases falsas atribuidas a Mafalda

Por 14 de noviembre de 2020 diciembre 23rd, 2020 Sin comentarios

Mafalda con frase que nunca escribió ni hubiera escrito Quino

Roberto Herrscher

Cuando el 30 de septiembre falleció, a los 88 años, el gran dibujante e historietista argentino Joaquín Lavado, Quino, comenzaron a llenarse las redes sociales de “homenajes”, casi todos con su dibujo más conocido y admirado, el de la niña contestona e inquieta Mafalda.

El más difundido mostraba a una Mafalda indignada que gritaba: “¡Paren el mundo que me quiero bajar!”

En otro, una Mafalda, tomada de la mano de su padre y mirando al Océano Atlántico en una de sus vacaciones en Mar del Plata, opinaba que había que tirar a todos los políticos al mar.

La muerte de Quino sirvió para la creación de “mafaldas particulares”, en las que cada tuitero de ocasión colocara al lado del dibujo toda clase de improperios hacia sus enemigos.

He visto, de parte de “mafaldistas” argentinos, versiones en las que la niña ataca al actual gobierno peronista y su vicepresidenta Cristian Kirchner, o al gobierno anterior del conservador Mauricio Macri. En México hay mafaldas contra el presidente López Obrador y contra el PRI que lo antecedió. Mafaldas de derecha, contra la falta de libertades en Cuba o Venezuela, y mafaldas de izquierda, contra el gobierno de los ricos y los contubernios entre empresarios y gobernantes.

Y después están las mafaldas de cuyos “globitos” brotan frases de poster New Age o autoayuda:

“En la vida no hay premios ni castigos, sino consecuencias”. “No estoy gordita, solo llenita de amor”. “¿No sería mejor el mundo si las bibliotecas fueran más importantes que los bancos?”. “Qué ironía la tecnología…, que nos acerca a las personas lejanas, pero nos aleja de las cercanas.” “¡Sonríe, es gratis y alivia el dolor de cabeza!”. “El problema de las mentes cerradas es que siempre tienen la boca abierta”

Ninguna de estas frases es de Quino. Lo lamento si alguno de ustedes repitió una o dos.

Y también lamento informarles que este falso mafaldismo no es un fenómeno nuevo. El querer que los genios hayan escrito lo que nosotros queríamos que dijeran no empezó con los memes y las redes sociales, aunque, obviamente, ahora es mucho más fácil.

Hace tiempo que pululan por las redes los falsos poemas de Borges lamentándose de haber leído demasiados libros en vez de tomar más helados o de ver más atardeceres, falsos párrafos de García Márquez alegrándose de haber vivido una vida plena y falsos versos de Benedetti alentando a sus lectores a no rendirse.

“Ahora entiendo a Borges”, me dijo una vez una amiga que no entendía sus cuentos. No me animé a desengañarla. Obviamente ahora lo entendía… porque no era Borges.

Poner frases engañosas en la boca de Mafalda es más efectivo: al colocar el dibujo de la “verdadera” Mafalda al lado de la frase mentirosa parece cierta: incluso parece más cierta que las verdades incómodas de la verdadera: ahora dice lo que nosotros pensamos. ¡Qué alegría encontrarse con que odia al político que nosotros odiamos!

Mafalda nunca odió a este o a aquel. Trataba con desdén la política y con pena a sus creyentes; sentía angustia por el mundo; sentía dolor por la falta de vida de su mamá y por los temores de gris burócrata de su papá; se sentía cercana y entendía la fascinación de Felipe por las historietas y su aversión a los deberes, el gusto de Susanita por las costumbres de la burguesía a la que siempre miraría desde abajo y de Manolito por los lujos de Rockefeller, a quien siempre admiraría desde su puesto en el almacén de su papá.

Mafalda los escuchaba a todos, por todos sentía una humana piedad. En un mundo de rencores y cerrazones, fue lo más parecido que se creó en América Latina a un personaje que represente la filosofía de una democracia vivible.

Pero ojo: no era ninguna conformista. Tal vez su política se acerque más a su amiga revolucionaria, Libertad. Mafalda pensaba lo mismo que su amiga, pero con menos estridencia. Sabía que el bastón del policía era “el palito de abollar ideologías” y que cuando en una pared encontraba la pintada “¡Basta de censu…” probablemente no era que al rebelde se le acabó “la pintu…”, sino que le cayeron encima a abollarle la ideología.

Una vez le preguntaron a Quino en una entrevista por qué no siguió con la Mafalda adolescente. En los setenta se hubiera convertido en una desaparecida, dijo.

Mafalda (y Quino, su padre) nunca fueron partidarios ni fanáticos de líderes y partidos, sino de principios e ideales. Los de abajo, los obligados a obedecer, los rebeldes aplastados. Y sobre todo el feminismo, que en los años de la tira cómica (se publicó de 1964 a 1973) era una idea revolucionaria.

Mafalda le pregunta a su mamá: “¿Qué te gustaría ser si vivieras?”. La mamá está fregando, cocinando, con el bebé Guille en brazos, y pone tal cara de terror al entender la cruel verdad de su hija que todos los que vimos esa tira en la infancia no se nos quitará jamás de la cabeza.

Con la muerte de Quino, cada diario y revista de España y Latinoamérica rindió su despedida elogiosa al gran Quino, pero también medios en países y para públicos alejados de su obra aprovecharon el momento para explicar por qué Mafalda es importante.

The Economist empieza así su homenaje, llamado La niña que odiaba la sopa: “Mafalda fue más política que Peanuts y más moderna que Asterix, pero no menos famosa que sus rivales. Joaquín Lavado, quien la dibujó con el nombre de Quino que usaba desde la infancia, publicó sus tiras en toda América Latina y el sur de Europa. Fue traducida a 26 idiomas y se sigue republicando hoy”.

Hay en Mafalda una profunda creencia en la inteligencia y la bondad de la humanidad en su conjunto y de sus lectores en particular, y una aguda seriedad bajo la superficie del chiste. Algo que suele faltar en las falsas citas.

En un nivel superficial, es fácil descubrir un falso Mafalda: no está escrito con la caligrafía redonda, cálida y cuidada de Quino, sino en frías letras de imprenta o con escritura falsamente aniñada. Un verdadero “quinista” reconoce la letra de su héroe a la primera.

Pero en el fondo, no hace falta ese detalle formal: Mafalda nunca le da consejos al lector, como sí hacen los gurús de la autoayuda y el New Age.

Y no quiere bajarse del mundo. Ella para siempre querrá cambiarlo.

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Roberto Herrscher

Roberto Herrscher es periodista, escritor, profesor de periodismo. Académico de planta de la Universidad Alberto Hurtado de Chile donde dirige el Diplomado de Escritura Narrativa de No Ficción. Es el director de la colección Periodismo Activo de la Editorial Universidad de Barcelona, en la que se publica Viajar sola, director del Premio Periodismo de Excelencia y editor de El Mejor Periodismo Chileno en la Universidad Alberto Hurtado y maestro de la Fundación Gabo. Herrscher es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Periodismo por Columbia University, Nueva York. Es autor de Los viajes del Penélope (Tusquets, 2007), publicado en inglés por Ed. Südpol en 2010 con el nombre de The Voyages of the Penelope; Periodismo narrativo, publicado en Argentina, España, Chile, Colombia y Costa Rica; y de El arte de escuchar (Editorial de la Universidad de Barcelona, 2015). En septiembre de 2021 publicó Crónicas bananeras (Tusquets) y su primer libro colectivo, Contar desde las cosas (Ed. Carena, España). Sus reportajes, crónicas, perfiles y ensayos han sido publicados The New York Times, The Harvard Review of Latin America, La Vanguardia, Clarín, El Periódico de Catalunya, Ajo Blanco, El Ciervo, Lateral, Gatopardo, Travesías, Etiqueta Negra, Página 12, Perfil, y Puentes, entre otros medios.

 

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