
Roberto Herrscher
Han pasado más de cincuenta años desde la última vez que se montó en Barcelona la ópera juvenil Los pescadores de perlas de George Bizet, el autor de Carmen. Bizet tenía 24 años cuando la compuso, y fue en 1964 cuando se vio por última vez en el Liceu, en italiano como era común en esa época, con el inolvidable Nadir de Alfredo Kraus.
Todo había cambiado en este 2019: ahora se cantó en el francés original, y la instrumentación y el orden de escenas volvió a como el joven Bizet las creó, pero lo principal fue que la rompedora puesta en escena usa la trama débil y pasada de moda de dos pescadores de perlas en Ceilán enamorados de la misma sacerdotisa para iluminar con gracia e inteligencia un fenómeno propio de nuestro tiempo.
La propuesta de la joven directora Lotte de Beer era bien osada: transformó la trillada historia de los libretistas Eugene Cormon y Michel Carré en un típico reality televisivo: “Los pescadores de perlas: ¡El desafío!” Con esta obra de Beer obtuvo en 2014 su primer gran éxito en el Theater an der Wien de Viena. En España el modelo en el que se basa su puesta es bien conocido: la cadena Telecinco la explotó hasta la saciedad, desde unas de diez ediciones de jóvenes salvajes urbanos encerrados en una casa (Gran Hermano) hasta famosos en decadencia escupidos en una playa hondureña (Supervivientes).
El show en el que se centra esta versión tiene lugar en una exótica isla que podría ser la original Sri Lanka, con Leïla, Nadir y Zurga entre los concursantes. En el giro más gracioso y maligno del argumento, el Supremo Sacerdote Nourabad, que condena a muerte a los que osan incumplir las estrictas leyes de la tribu, se ha transformado en el vanidoso conductor del supuesto concurso de la tele. Sus iracundos monólogos frente a la cámara son para llorar de risa.
Vi el segundo elenco: Olga Kulchynska era una apasionada, atractiva Lëila, con una voz cristalina y un fino legato sopranil; Dmitry Korchak personificó un delicado y augusto Nadir, cantando con técnica depurada y vibrantes notas altas; el barítono Borja Quiza fue menos cumplidor vocalmente como Zurga, pero se reveló como excelente actor de carácter en el rol más complejo de la obra. Por su parte, Fernando Radó desató la hilaridad del público con una creíble y punzante versión del pomposo rostro televisivo, mientras su cavernoso basso profondo proyectaba todo el poder y la dignidad de un Supremo Sacerdote.
El coro funcionó mejor actoralmente que como fuerza vocal; a veces perdieron el ritmo y sonaron algo nublados, pero cada uno se adueñó de un típico personaje de universo telespectador, repitiendo hasta el hartazgo actos y gestos en un buen juego de teatro danza. La orquesta sonó potente y precisa bajo la atenta batuta del experto en ópera francesa Ives Abel.
Pero toda la sorpresa estaba puesta en la creativa escenografía y el movimiento de teatro dentro de la tele. ¿Qué pasará? ¿Cómo se iría transformando el relato de amistad, traición, fuga y muerte en un programa de telebasura?
El escenario se dividió en tres niveles: adelante, en la playa arenosa que parece un escenario para Lost, un ejército de cámaras, técnicos y productores persiguen a los concursantes. Las arias de Zurga y de Nadir (la de este último es la famosa, delicada y misteriosa Je crois entendre encore) se presentaron en ese clásico género del reality televisivo que es el monólogo en el confesionario.
Detrás de la playa de mentiras, una pantalla iba mostrando los resultados de los votos de los televidentes.
¿Quién debe ser el nuevo líder? – “¡Zurga!”
Leïla y Nadir deben ser perdonados o ejecutados por su amor prohibido? – “¡Ejecutados!”
Y cuando el coro es llamado a comentar la acción, una cortina transparente detrás de la pantalla da paso a una colmena de pequeñas salas de departamento donde los televidentes gritan y susurran. Algunos se afanan en sus labores domésticas o sus discusiones mientras la tele los acompaña; otros están pegados a la pantalla.
Al final, todos descienden a la playa con sus smartphones como antorchas, para ejecutar ellos mismos el sacrificio final.
Una versión en inglés de la crítica de esta obra, presentada en mayo de 2019 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, salió en el número de setiembre de la revista Opera News.