
Ficha técnica
Título: Viajes con Henry James | Autor: Herny James | Traducción: Borja Folch | Editorial: Ediciones B | Páginas: 288 | Medidas: 14 X 21 cm | ISBN: 978-84-666-6154-6 | Fecha: 2017 | Precio: 21 euros
Viajes con Henry James
Henry James
Los reportajes de viajes de Henry James para la revista The Nation, reunidos por primera vez en un libro.
Este libro reúne por primera vez los reportajes de viajes que publicó Henry James en la revista The Nation durante los años en que escribió sus novelas más célebres, incluidos una ruta por las ciudades de la Toscana, una exposición de arte en París en 1872, un viaje veraniego por la campiña británica, una excursión a las cataratas de Niágara… Una extraordinaria colección de textos evocadores, llenos de humor y con un punto de acidez, en los que el lector reconocerá sin duda del genio incomparable del autor de Retrato de una dama.
«Este libro es un placer que desearía haber leído antes. Viaja con Henry James: ¡no te aburrirás jamás!» Harold Evans, fundador de Conde Nast Traveler
PRÓLOGO
Hendrik Hertzberg
Henry James era un arrogante freelancer de veintidós años cuando publicó, en el número del 16 de noviembre de 1865 del semanario The Nation, que llevaba cuatro meses en la calle, una de las críticas más demoledoras de la literatura estadounidense.* En su reseña anónima de un libro –Drum-Taps, una colección de lo que rechazó como «poemas espurios»- lo consideró «una ofensa contra el arte», «burdo», «monstruoso», carente de «sentido común» y «agresivamente descuidado, falto de elegancia e ignorante». Establecidos estos preliminares, el futuro autor de Retrato de una dama, Daisy Miller, Los embajadores, La copa dorada, Otra vuelta de tuerca y mucho, mucho más, procedía a dirigirse directamente al censurable poeta, reprendiéndolo como sigue: «Ser adoptado como poeta nacional no es suficiente para descartar cualquier cosa en concreto ni para aceptar cualquier cosa en general, para acumular rudeza tras rudeza, para descargar los contenidos sin digerir de sus cuadernos sobre el regazo del público. Debe respetar al público al que se dirige; pues este tiene gusto, aunque usted no lo tenga… No basta con ser grosero, lúgubre y adusto. También debe ser serio.»
Perdonémoslo. Era joven y rebosaba energía y entusiasmo. Con el tiempo, como es natural, Henry James cambiaría de opinión acerca de Walt Whitman, tanto es así que, en 1904, él y Edith Wharton pasaban largas veladas leyendo en voz alta y con regocijo Hojas de hierba. (Mientras James leía, recordaría Wharton, «su voz llenaba la habitación silenciosa como el adagio de un órgano», y exclamaba, «¡Oh, sí, un gran genio, sin duda un grandísimo genio!».) Más o menos por aquel entonces, en una carta a un amigo que le había tomado el pelo sobre aquella antigua reseña, se mostró melodramáticamente contrito. Era una «vergüenza», se lamentaba, una «pequeña atrocidad» que había «perpetrado [contra Whitman] con la burda insolencia de la juventud». Y añadía: «Solo sé que llevo más de treinta años sin ver esa execrable reseña y que, si se cruzara en mi camino, nada me induciría a leerla. Disto tanto de «conservar» las abominaciones de mi primera inocencia que las destruyo cada vez que las avisto; menos mal que ocurre rara vez.»