
Ficha técnica
Título: Un lugar pagano | Autora: Edna O’Brien | Traducción: Regina López Muñoz | Editorial: Errata Naturae | Colección: El pasaje de los panoramas | Formato: 14 x 21,5 | Páginas: 256 | ISBN: 978-84-16544-46-2 | Fecha: ago/2017 | Precio: 17,50 euros
Un lugar pagano
Edna O'Brien
He aquí una de las grandes novelas irlandesas de todos los tiempos, comparada a menudo con el Retrato del artista adolescente de James Joyce, y tan emocionante como Dublineses. Una joven recuerda su difícil, y a la vez fascinante, niñez en la Irlanda rural de los años treinta y cuarenta: los rituales de la vida en el pueblo, las personas que conoció y amó, la encantadora belleza del paisaje. Pero también recuerda qué la llevó a abandonar su hogar para siempre, aquel instante exacto: el indecible misterio de su familia.
En esta extraordinaria novela autobiográfica, Edna O’Brien nos habla, con una voz femenina tan sutil como poderosa, acerca de la sexualidad y la muerte, la familia y la iniciación a la vida. Se trata, en cierto modo, de un libro sobre cómo crecemos, sobre cómo se crea nuestra identidad; y, también, sobre la difícil vida de las mujeres en un tiempo lleno de conflictos de un tipo u otro.
Un lugar pagano, bellamente bíblica a veces, es probablemente la verdadera novela de Edna O’Brien sobre Irlanda: su texto más exacto y de lenguaje más certero acerca de aquellos paisajes, tan maravillosos como terribles a la vez, que una vez fueron su hogar. Y en sus páginas se narra no sólo una vida irlandesa -la de una niña que se convierte en mujer-, sino la experiencia de la cual surge dicha singularidad. O’Brien sabe llegar al corazón mismo de la realidad y de sus contradicciones, religiosas, sociales o políticas, en una Irlanda de aldeas rurales y campos de cebada, de druidas en el bosque y bebés sin padre conocido en el vientre, de niñas traviesas y hombres armados y borrachos. En sus páginas, bellas e inolvidables, habita la vida misma.
«Las primeras ochenta páginas constituyen la reconstrucción de una experiencia de la infancia que, hasta donde yo sé, es única en la lengua inglesa… Es un libro excepcionalmente memorable porque su genialidad proviene del dolor mismo de la memoria». John Berger
[Comienzo del libro]
Dan Egan está en Drewsboro
los Wattle junto a la verja
Manny Parker por el paseo
y el Negro avanza en línea recta.
Manny Parker era botánico, siempre a la intemperie hiciera el tiempo que hiciera, vivía con su hermana, que llevaba la confitería, comían carne los viernes, eran protestantes. Tu madre iba a su tienda, los consideraba gente de bien.
Le guardaban chocolate porque estaba racionado, seis tabletas del normal y seis tabletas con fruta y avellanas. Las almacenaba en el aparador junto con las mermeladas y las jaleas. El aparador era marrón oscuro, las llaves se habían extraviado, pero con el espantoso chirrido que emitían las puertas era, prácticamente, como si estuviese cerrado con llave. Nadie podía abrirlo sin que la casa entera lo oyese. Cuando en primavera llegaban las naranjas amargas de Sevilla, la hermana de Manny Parker preparaba mermelada y ponía los tarros de una libra a enfriar en lo alto del mostrador para que todo el mundo los viese y la felicitase. Su mermelada era más densa que la de tu madre y las tiras suspendidas en la oscura gelatina recordaban a peces de colores en un acuario.
Los Wattle vivían en el pabellón del guarda, frente a la verja, al otro lado de la carretera. Los portones eran verdes, con las puntas de los barrotes lanceoladas, no tenían pasador. Las bisagras de un batiente estaban sueltas, y cuando se escapaba tenías que agarrarlo con todas tus fuerzas para no caerte con él.