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Ficha técnica

Título: Las chicas de campo | Autor: Edna O’Brien | Traducción: Regina López Muñoz | Editorial: Errata Naturae | Colección: El Pasaje de los Panoramas | Formato: 14 × 21,5 | Páginas: 304 | ISBN: 978-84-15217-58-9 | Precio: 18,50 euros |

 

Las chicas de campo

Edna O'Brien

ERRATA NATURAE 

Irlanda, años 50. Lejos de la capital, Dublín, y en medio de un verde paisaje, bellísimo pero exigente, la joven y aplicada Caithleen ha crecido llena de encanto gracias a la sabiduría y humildad de su madre; una madre obligada, por las duras condiciones del campo, a ser fuerte en cada momento, a sobreponerse a toda desgracia. Pero algo va a suceder que transformará la vida de Caithleen. Y en esa nueva vida, la de la única hija de una familia venida a menos, estará acompañada por su amiga de la infancia Baba, por la sofisticada madre de ésta, por el peculiar Hickey… y por una docena de personajes soberbiamente retratados que hoy día nos siguen pareciendo muy vivos; y entrañables, como en toda vida que merezca la pena rememorar.

Caithleen recuerda para nosotros su pasado: unas veces lleno de risas; otras, superando las lágrimas. Recuerda los ritos de paso que la llevaron hasta la madurez: los días de internado, el descubrimiento del amor, la necesidad de aventuras e independencia y, al fin, la gran ciudad, con sus brillantes promesas de futuro.

Estamos, sin duda, ante una extraordinaria novela, iluminada tanto por el humor como por una dulce melancolía; un relato repleto, además, de esa poderosa fuerza que tan sólo concede la juventud. Únicamente El hombre tranquilo, de John Ford, ofrece paisajes y momentos como esta obra cumbre de la literatura irlandesa del siglo XX.
 

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Desperté sobresaltada y me incorporé de inmediato. Únicamente me despierto de esa forma cuando algo me angustia; aun así, en un primer momento no entendía por qué tenía el corazón tan acelerado. Entonces recordé. La razón de siempre: él no había vuelto a casa todavía.

Me demoré un momento en el borde de la cama antes de levantarme, alisando con una mano la colcha de satén verde. A mamá y a mí se nos había olvidado doblarla antes de acostarnos. Me deslicé despacio hasta tocar el suelo y sentí el contacto del linóleo frío en las plantas de los pies. Encogí los dedos de forma instintiva. Tenía unas zapatillas, pero mamá me obligaba a reservarlas para cuando iba a casa de mis tías y primos; y teníamos alfombras, pero las guardábamos bien enrolladas en los cajones hasta que llegaban las visitas de Dublín, en verano.

Me puse los calcetines.

Ni siquiera el olor del beicon frito que subía de la cocina conseguía animarme.

Fui a subir la persiana. Tiré con tanta fuerza que la cuerda se enredó. Menos mal que mamá ya estaba abajo, porque siempre andaba sermoneándome acerca de cómo subir las persianas, despacio y con cuidado.

Aún no había salido el sol, y el césped estaba moteado de margaritas dormidas. El rocío lo cubría todo. Una bruma leve y vacilante velaba la hierba bajo mi ventana, el seto, la herrumbrosa alambrada de más allá, el vasto campo. La neblina impregnaba las hojas y los troncos, y los árboles parecían irreales, como salidos de un sueño. Alrededor de los nomeolvides que brotaban a los lados del seto se advertía un halo de humedad. Una humedad que relucía igual que la plata. Reinaba una calma perfecta. De la montaña azulada, a lo lejos, subía una columna de vapor. El día se presentaba caluroso.

Al verme asomada, Bull’s-Eye salió del seto, se sacudió el agua y me dedicó una mirada perezosa, melancólica. Bull’s-Eye era nuestro perro pastor. Le había puesto ese nombre porque en los ojos tenía unas manchitas blancas y negras que me recordaban los caramelos mentolados. Solía dormir en la carbonera, pero la noche anterior había preferido instalarse en la madriguera que había bajo el seto. Siempre que papá no estaba dormía allí para mantenerse alerta. No hacía falta preguntar: mi padre no había vuelto a casa.

En ese momento Hickey me llamó desde abajo. Me estaba pasando el camisón por la cabeza para quitármelo, así que no lo oí bien.

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Edna O'Brien

Edna O'Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) es una de las voces más prestigiosas de la narrativa en lengua inglesa de nuestro tiempo, aclamada tanto por la crítica como por los más prestigiosos autores contemporáneos. O'Brien siempre sintió la necesidad de escribir; sin embargo, en 1950 terminó sus estudios de Farmacia, que había comenzado obligada por su familia. Su carrera literaria arrancó con la novela que Errata naturae publicó con gran éxito hace apenas unos meses, Las chicas de campo (1960), que le proporcionó fama mundial, tanto por su calidad literaria como por reivindicar la independencia de las mujeres en un ambiente hostil. La chica de ojos verdes, que puede leerse sin conocer el libro anterior, amplía las aventuras de las dos protagonistas de aquella primera novela. Considerada la grande dame de las letras irlandesas, desde la publicación de esta obra, Edna O'Brien ha creado un corpus literario único: como las novelas Girls in their Married Bliss y A Pagan Place , el libro de relatos Saints and Sinners, una obra de teatro sobre Virginia Woolf titulada Virginia y dos importantes biografías: sobre James Joyce y sobre Lord Byron respectivamente. Tal y como ha reiterado la crítica internacional, sólo James Joyce ha descrito con tanta exactitud y humor lo que se esconde en aquello que denominamos «el alma irlandesa».

También cabe señalar las novelas Un lugar pagano (1970), Las sillitas rojas (2015, Premio al Mejor Libro de Los Angeles Times) y La chica (Lumen, 2019); la antología de cuentos Objeto de amor (Lumen, 2018), y su libro de memorias Madre Irlanda (1976, Lumen, 2021).

Obras asociadas
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