Ficha técnica
Título: Todo lo que era sólido | Autor: Antonio Muñoz Molina | Traducción: Olalla García | Editorial: SEIX BARRAL | Colección: Biblioteca Breve | Género: Ensayo | ISBN: 978-84-322-1544-5 | Páginas: 256 | Formato: 13,3 x 23 cm.| Encuadernación: Rústica con solapas | PVP: 19,80 € |Código: 10014745 | Publicación: 19 de febrero de 2013
Todo lo que era sólido
Antonio Muñoz Molina
Este es un ensayo directo y apasionado, una reflexión narrativa y testimonial, al más puro estilo de los ensayos de George Orwell o de Virginia Woolf, una propuesta de acción concreta y entusiasta para avanzar desde el actual deterioro económico, político y social hacia la realidad que queremos construir. Partiendo tanto de documentos periodísticos como de la tradición literaria, Antonio Muñoz Molina escribe esgrimiendo razón y respeto, sin eludir verdades por amargas que estas sean, porque saber es el único camino para cambiar las cosas.
Testigo de una época en la que aún no estaban a nuestro alcance derechos que ahora peligran, nos recuerda que nada es para siempre, que cualquier derecho puede desaparecer. Este ensayo nos convoca: «hace falta una serena rebelión cívica» y nos apremia: «hay cosas inaplazables».
Todo lo que era sólido es un espejo en el que todos debemos mirarnos, no importa el lugar ideológico en el que nos movamos, dónde vivamos o nuestra condición social; una llamada para que reaccionemos, cada uno desde nuestro ámbito de actuación, y contagiemos con nuestro ejemplo una responsabilidad cívica que hemos de exigir, de manera contundente, a nuestros gobernantes.
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Qué lejos se nos queda ya el pasado de hace sólo unos años. En algún momento cruzamos sin advertirlo la frontera hacia este tiempo de ahora y cuando nos dimos cuenta y quisimos mirar atrás para comprobar en qué punto había sucedido el tránsito nos pareció asombroso habernos alejado tanto. Era cuando creíamos vivir en un país próspero y en un mundo estable imaginábamos que el futuro se parecería al presente y las cosas seguirían mejorando de manera gradual, o si acaso progresarían algo más despacio. Algunos expertos vaticinaban tranquilizadoramente una «gradual desaceleración de la economía», un «aterrizaje suave». Poco a poco se iría amortiguando el ritmo de la construcción y dejarían de subir tan rápido los precios de las viviendas. El lenguaje de los economistas, que se ven a sí mismos como científicos, consistía en la reiteración de unas cuantas metáforas simples: la desaceleración de un vehículo que ha avanzado a gran velocidad durante mucho tiempo; el aterrizaje confortable de un avión.
Ésas eran las metáforas respetables. La que había que usar con más cuidado era la metáfora de la burbuja: hablar de la burbuja inmobiliaria equivalía a reconocer una fragilidad incompatible con la obligatoria complacencia. Una burbuja asciende en el aire y se hincha y en un momento ha estallado. En el idioma propio de ese tiempo que ya no existe la metáfora de la burbuja se usaba sobre todo para ser refutada. No había una burbuja inmobiliaria. Quizás en otros países, no en el nuestro. Un economista muy célebre y muy respetado escribió en enero de 2007 que en todo caso la burbuja, si existiera, se pincharía gradualmente. Si hubiéramos prestado algo más de atención a lo que sucedía y a lo que decíamos y lo que escuchábamos alguien habría apuntado que las metáforas pueden requerir la misma precisión que las ecuaciones, y que no hay manera de que se pinche gradualmente una burbuja.