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Ficha técnica

Título: Sabias. La cara oculta de la ciencia | Autora: Adela Muñoz Páez | Editorial: Debate | Formato: Tapa blanda con solapa | Páginas: 368 | Medidas: 151 X 230 mm | ISBN: 9788499927022 | Fecha: ene/2017 | Precio: 21.90 euros | Ebook: 10,99 euros 

Sabias

Antonio Muñoz Molina

DEBATE

¿Quién fue Enheduanna? ¿Y Émilie de Châtelet? ¿Por qué los maestros cerveceros consideran su mentora a Hildegarda de Bingen, una monja del siglo XI? ¿Fue Marie Curie merecedora de los dos premios Nobel de ciencias que recibió? ¿Habría sido posible descifrar la estructura del ADN sin el trabajo de Rosalind Franklin? ¿Por qué es tan desconocida la mujer que desentrañó la estructura de la penicilina? ¿Qué papel tuvieron las mujeres durante la Edad de Plata que la ciencia vivió en la Segunda República española?

En este libro rescatamos la historia de algunas de las mujeres que han hecho contribuciones relevantes en la ciencia y paralelamente, para entender porqué fueron tan escasas y hoy son tan desconocidas, realizamos un recorrido por la historia.

En este paseo descubrimos que hasta bien entrado el siglo XX, las mujeres tuvieron vetado el ingreso en las universidades y el ejercicio de muchas profesiones que requerían estudios, y que antes habían sido expulsadas de las bibliotecas de los monasterios, los centros donde se refugió el saber durante la Edad Media. También descubrimos que sus historias fueron borradas de los anales de la ciencia o sus contribuciones les fueron arrebatadas.

Las mujeres científicas de la historia están siendo hoy redescubiertas para pasmo y solaz de propios y extraños, y brillan con todo su esplendor.

 

 

Una revelación premonitoria

«Cuando el escriba llegó al amanecer, Enheduanna, la suma sacerdotisa, aún estaba en el giparu; había pasado toda la noche en él. El escriba pensó que habría tenido nuevas revelaciones que le dictaría al salir. Pero cuando la sacerdotisa apareció, ni siquiera lo vio; al pasar junto a él casi lo derribó. Sin embargo, él sí pudo verla: unas marcadas ojeras le sombreaban los ojos; su cara estaba apergaminada, como si hubiera envejecido muchos años en una sola noche. La siguió mientras descendían los siete niveles del zigurat. Solo cuando estaban en la explanada se atrevió a preguntarle:

-Señora, ¿qué os ha dicho la diosa?

La sacerdotisa lo miró pero no dijo nada.

-¿Tan graves son las revelaciones que os ha hecho que ni a mí podéis decírmelas?

La sacerdotisa tardó en contestarle; cuando lo hizo, su voz parecía salida de ultratumba.

-Cuando yo haya muerto, cuando el último descendiente de la estirpe de mi padre haya muerto, su reino, que hoy se extiende por las cuatro esquinas del universo, será arrasado por las tribus del desierto. Comenzará un período oscuro en el que las sacerdotisas serán expulsadas de los templos y las diosas de los altares. Las mujeres no podrán formar parte del Consejo y se convertirán en una propiedad más de los hombres, como las ovejas o las cabras. Pasará más de un sar[1] antes de que las sacerdotisas vuelvan a los templos y la diosa del amor vuelva a ser adorada.

-Pero ¡eso es imposible, señora! El poder de la diosa es infinito, ningún mortal puede arrebatárselo.

-Inanna, la gran reina del cielo, seguirá brillando en las alturas, pero los hombres impíos se aliarán para dominar a las mujeres y las tratarán peor que a los esclavos. En castigo, la diosa barrerá el amor de la tierra. Las mujeres no sentirán por los hombres más que temor, y los hombres no considerarán a las mujeres dignas de su estima. La tierra yerma de amor será arrasada por un dolor cuya fuerza será mucho más destructiva que la de las aguas del Gran Diluvio. La diosa ha ordenado que nada de esto sea revelado.

Al oír las palabras de la sacerdotisa, el escriba palideció y enmudeció. No volvió a comer ni beber. Cuando poco después murió, se dijo que había ofendido a la diosa y esta le había arrebatado el juicio y la vida.»

Enheduanna, hija del rey Sargón el Grande, fue un personaje real que vivió hace 4.300 años. Era la suma sacerdotisa del templo dedicado al todopoderoso dios de la luna, Nanna, en la ciudad de Ur, desde la que partió el patriarca Abraham en busca de la Tierra Prometida. Ella fue quien escribió las primeras obras literarias de autor identificado de la historia, tales como el poema titulado «La exaltación de Inanna», dedicado a Inanna, diosa del amor y de la guerra, señora del planeta Venus y precursora de la diosa griega Afrodita.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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Antonio Muñoz Molina

Antonio Muñoz Molina nació en Úbeda (Jaén) en 1956. Cursó estudios de periodismo en Madrid y se licenció en historia del arte en la Universidad de Granada. Ha reunido sus artículos, reconocidos en 2003 con los premios González-Ruano de Periodismo y Mariano de Cavia, en volúmenes como El Robinson urbano (1984; Seix Barral, 1993 y 2003). Su obra narrativa comprende Beatus Ille (Seix Barral, 1986 y 1999), El invierno en Lisboa (Seix Barral, 1987 y 1999), que recibió el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura, ambos en 1988, Beltenebros (Seix Barral, 1989 y 1999), El jinete polaco (1991; Seix Barral, 2002), que ganó el Premio Planeta en 1991 y nuevamente el Premio Nacional de Literatura en 1992, Los misterios de Madrid (Seix Barral, 1992 y 1999), El dueño del secreto (1994), Nada del otro mundo (1994), Ardor guerrero (1995), Plenilunio (1997), Carlota Fainberg (2000), En ausencia de Blanca (2001), Ventanas de Manhattan (Seix Barral, 2004), El viento de la Luna (Seix Barral, 2006) y Sefarad (2001; Seix Barral, 2009). Desde 1995 es miembro de la Real Academia Española. Vive en Madrid y Nueva York y está casado con la escritora Elvira Lindo.

Obras asociadas
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