
Ficha técnica
Título: Superficiales | Autor: Nicholas Carr | Editorial: Taurus | Colección: Taurus Pensamiento | Género: Ensayo | ISBN: 9788430608126 | Páginas: 344 | Formato: 15 x 24 cm. | Encuadernación: Rústica | PVP: 19,50 € | Publicación: 26 de Enero 2011
Superficiales
Nicholas Carr
«¿Google nos vuelve estúpidos?» Nicholas Carr condensó así, en el título de un célebre artículo, uno de los debates más importantes de nuestro tiempo: mientras disfrutamos de las bondades de la Red, ¿estamos sacrificando nuestra capacidad para leer y pensar con profundidad? En este libro, Carr desarrolla sus argumentos para crear el más revelador análisis de las consecuencias intelectuales y culturales de Internet publicado hasta la fecha.
Nuestro cerebro, como demuestran las evidencias científicas e históricas, cambia en respuesta a nuestras experiencias, y la tecnología que usamos para encontrar, almacenar y compartir información puede, literalmente, alterar nuestros procesos neuronales. Además, cada tecnología de la información conlleva una ética intelectual. Así como el libro impreso servía para centrar nuestra atención, fomentando el pensamiento profundo y creativo, Internet fomenta el picoteo rápido y distraído de pequeños fragmentos de información de muchas fuentes. Su ética es una ética industrial, de la velocidad y la eficiencia.
La Red nos está reconfigurando a su propia imagen, volviéndonos más hábiles para manejar y ojear superficialmente la información pero menos capaces de concentración, contemplación y reflexión. Este libro cambiará para siempre nuestro modo de entender y aprovechar las nuevas tecnologías.
«Absorbente y perturbador. Todos bromeamos sobre cómo Internet nos está convirtiendo, y especialmente a nuestros hijos, en cabezas de chorlito acelerados incapaces de meditaciones profundas. No es ninguna broma, insiste Carr, y a mí me ha convencido.» JOHN HORGAN, The Wall Street Journal
«Una réplica calmada y elocuente a aquellos que afirman que la cultura digital es inofensiva, que afirman, de hecho, que nos estamos volviendo más listos cada minuto que pasa simplemente porque podemos conectarnos a un ordenador y dejarnos llevar por un interminable carrusel de links.» JULIA KELLER, Chicago Tribune
PRÓLOGO
EL PERRO GUARDIÁN Y EL LADRÓN POLICÍA
En 1964, justo cuando los Beatles preparaban su invasión del espectro radiofónico estadounidense, Marshall McLuhan publicó Comprender los medios de comunicación: las extensiones del ser humano y se transformó de académico desconocido a estrella. Profético, aforístico y alucinante, el libro era un producto perfecto de los años sesenta, esa década ya distante de viajes lisérgicos y expediciones lunares, de viajes interiores y exteriores. Comprender los medios de comunicación fue en realidad una profecía, y lo que profetizaba era la disolución de la mente lineal. McLuhan declaraba que los «medios eléctricos» del siglo xx -teléfono, radio, cine, televisión- estaban resquebrajando la tiranía del texto sobre nuestros pensamientos y sentidos. Nuestras mentes aisladas y fragmentadas, encerradas durante siglos en la lectura privada de páginas impresas, se estaban completando de nuevo, fusionándose en el equivalente global de una aldea tribal. Estábamos acercándonos a «la simulación tecnológica de la consciencia, cuando el proceso creativo de conocer será extendido colectiva y corporativamente a la totalidad de la sociedad humana».
Incluso en la cima de su fama, Comprender los medios de comunicación fue un libro más debatido que leído. Hoy se ha convertido en una reliquia cultural, reservada a cursos universitarios sobre comunicación. Pero McLuhan, que tenía tanto de showman como de erudito, era un maestro en el arte de acuñar frases, y una de ellas, surgida de las páginas del libro, pervive en forma de refrán popular: «El medio es el mensaje». Lo que se ha olvidado en nuestra repetición de este aforismo enigmático es que McLuhan no estaba sólo reconociendo (y celebrando) el poder transformador de las nuevas tecnologías de la comunicación. También estaba emitiendo un aviso sobre la amenaza que plantea ese poder, y el riesgo de no prestar atención a esa amenaza. «La tecnología eléctrica está a las puertas -escribió- y estamos entumecidos, sordos, ciegos y mudos sobre su encuentro con la tecnología Gutenberg, aquella sobre y a través de la cual se formó el American way of life».
McLuhan comprendió que siempre que aparece un nuevo medio, la gente queda naturalmente atrapada en la información -el «contenido»- que lleva. Le importan las noticias del periódico, la música de la radio, los programas de la televisión, las palabras pronunciadas por la persona que habla al otro lado del teléfono. La tecnología del medio, por muy deslumbrante que pueda ser, desaparece detrás de todo aquello que fluya por él -datos, entretenimiento, educación, conversación-. Cuando la gente empieza a debatir (como siempre hace) sobre si los efectos del medio son buenos o malos, discuten sobre el contenido. Los entusiastas lo celebran; los escépticos lo denuncian. Los términos de la discusión han sido prácticamente iguales para cada medio informativo nuevo, retrotrayéndose al menos hasta los libros salidos de la imprenta de Gutenberg. Los entusiastas, con motivo, alaban el torrente de contenido nuevo que libera la tecnología, y lo ven como una señal de «democratización» de la cultura. Los escépticos, con motivos igualmente válidos, condenan la pobreza del contenido, observándolo como una señal de «decadencia» de la cultura. El Edén abundante de una parte es la inmensa tierra baldía de la otra.