Sin permiso

Marina Saura

ELBA

Leyendo los relatos de Sin permiso es inevitable preguntarse quién es la mujer que se interroga sobre sí misma, que se mira al espejo, que entra con paso vacilante en una estancia en la que no sabe si le espera la gloria o el desencanto, en qué piensa.

Su retrato va emergiendo con una claridad turbadora a medida que el lector se adentra en sus preguntas, íntimas e incisivas. Su historia nos traslada a una interioridad atemporal -la de las dudas, las luchas y el desasosiego connaturales al alma humana-, a la vez que nos remite a una realidad que es inconfundiblemente la de nuestro tiempo.

Y la voz que narra es una muestra brillante de cómo es posible observar el mundo a través de los pequeños detalles, de aquello que sucede en los márgenes y, paradójicamente, constituye el corazón mismo de la vida.

[Fragmento del libro]

¿Quién es la niña que se mira al espejo de refilón en la penumbra del zaguán?

¿La que se busca a sí misma en la mirada reflejada y no consigue fijarla?

¿La que, cuando por fin consigue asomarse a la luz que sus ojos le devuelven, decide desafiar la violencia de su propia mirada?

¿Soy la adolescente que se esconde en lo más oscuro de la casa y se muerde la trenza-mordaza rezando para que no la encuentre el médico que ha venido a ponerle una inyección?

¿O la madre de la adolescente que con voz dulce y temblorosa le implora que salga de una vez de su escondite antes de que el padre monte en cólera?

¿Soy la niña que mira hipnotizada el culo blanquísimo de su hermana mayor, ofrecido como un flan de nata a la mirada de toda la familia, desparramado sobre los cojines del sofá de terciopelo verde, mientras el médico cascarrabias la pincha con una agujar enorme y le reprocha ser una cobardica?

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]