Severina
Rodrigo Rey Rosa
Un delirio amoroso. Así define su autor esta novela, en la que la monótona existencia de un librero se ve conmocionada por la irrupción de una consumada ladrona de libros. Como en un sueño obsesivo en el que se difuminan las fronteras entre lo racional y lo irracional, el protagonista se va adentrando en las misteriosas circunstancias que rodean a Severina y en la equívoca relación que mantiene con su mentor, a quien presenta como su abuelo, al tiempo que alimenta la esperanza de que la lista de libros sustraídos la ayudará a entender el enigma de su vida.
Rodrigo Rey Rosa ha creado una novela perturbadora acerca del poder a la vez alienante y liberador del amor, que confirma su lugar de privilegio en la literatura contemporánea.
«Un escritor de una originalidad que nos impide encontrarle precedentes o modelos… Todo lo que conocemos de él es igualmente imprescindible y necesario.» J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia
«Un arte casi elíptico, de brevedades cortantes, embebidas de sombras fugitivas, sensoriales, impresionistas.» Claude-Michel Cluny, Le Figaro Littéraire
«Un escritor de una originalidad que nos impide encontrarle precedentes o modelos… Todo lo que conocemos de él es igualmente imprescindible y necesario.» J. A. Masoliver Ródenas, La Vanguardia
«Rey Rosa crea historias de proporciones míticas.» Jonah Raskin, San Francisco Chronicle
«Una obra extraordinariamente contenida, parca, intrigante. Una literatura a salvo de gestos inútiles, donde la belleza parece nacer de esa curiosa inclinación por el silencio.» Raphaëlle Rérolle, Le Monde
«Una escritura despojada hasta el máximo, en la que ninguna palabra sobra, y sin embargo algo envolvente y sensual hasta rozar lo obsesivo, casi como un sueño vivido.» Pere Gimferrer
«La prosa de Rey Rosa, densa y precisa, muestra un parentesco literario con la del legendario escritor Paul Bowles.» Der Spiegel
«El guatemalteco obra, ciertamente, en lo sutil: la rapidez, la exactitud y la concisa belleza de su prosa, aunadas a un sentido elíptico de la composición, vuelven a señalarlo como a un joven maestro en el arte de decir más con menos.» Gustavo Guerrero, Letras Libres
«Un enorme escritor de la lengua castellana que, a la concisión prodigiosa de su prosa y al matemático equilibrio de sus historias, añade un abanico de técnicas dominadas con verdadero talento.» Javier Aparicio Maydeu, El Periódico
«Una literatura de los sentidos y del conocimiento esencial. No hablo de literatura experimental, estoy hablando de usar la literatura con un sentido sensual y moral. Y he hablado de uso, es decir, de leer para disfrutar casi irracionalmente.» Ernesto Ayala-Dip, El Correo Español
PÁGINAS DEL LIBRO
Me fijé en ella la primera vez que entró, y desde entonces sospeché que era una ladrona, aunque esa vez no se llevó nada.
Los lunes por la tarde solía haber lecturas de poesía en La Entretenida, el negocio que habíamos abierto recientemente un grupo de amigos aficionados a los libros. No teníamos nada mejor que hacer y estábamos cansados de pagar precios demasiado altos por libros escogidos por y para otros, como le ocurre a la llamada gente rara en las ciudades provincianas. (Cosas mucho peores pasan aquí, pero no es de eso de lo que quiero hablar ahora.) En fin, para acabar con este malestar, abrimos nuestra propia tienda.
Acababa de terminar con una de las mujeres que yo creía que sería la mujer de mi vida. Una colombiana. Una historia fácil e imposible a la vez, una pérdida de tiempo o una hermosa aventura, según quien lo vea.
La librería no era muy grande, pero había sitio, en el fondo del local, para acomodar mesas y sillas para estos actos, que oscilaban entre la mera lectura, la performance y el burlesque.
La vi llegar una tarde después de un chaparrón que inundó los pasillos del sótano del pequeño centro comercial en donde estábamos, y había que andar de negocio en negocio por unos tablones elevados sobre bloques de cemento y ladrillos reciclados. Vestía tights, botas altas sin tacones, una blusa blanca de algodón, y el pelo lo tenía muy negro. Parecía bastante madura. No se quedó hasta el final de la lectura de unos poemas en prosa que, para mí, sonaban muy bien, pero yo supe que volvería.
Varias tardes estuve esperándola. ¿Por qué estaba seguro de que volvería?, me preguntaba. No lo sabía.