Pessoa, gafas y pajarita

Jesús Marchamalo

NORDICA

«Era fácil verlo caminar por La Baixa, paso resuelto, airoso, diríase marcial bajo la gabardina, como una estatua premonitoria de sí mismo. Vestía traje oscuro, sombrero, gafas y pajarita, mal anudada, lacia como un pájaro muerto sobre el cuello de la camisa de un blanco nuclear, y un bigotito isósceles, ralo y rojizo, que parecía teñido de azafrán, como si se le hubiera oxidado lentamente y precisara de una mano de minio».  

PÁGINAS DEL LIBRO

Trabajaba, sin un horario fijo, a días, en Lavado, Pinto & Co. como corresponsal de lenguas extranjeras. Un despacho que estaba cerca del Campo das Cebolas, ese lugar de brumas, junto al río, donde desembocaban las calles de suelo ajedrezado, blanco y negro, de la Lisboa imperial y desconchada; empedrados mosaicos, tranvías chirriantes y luz de fluorescente, y esa melancolía trasnochada, contagiosa como una enfermedad.

     Fernando António Nogueira Pessoa. Había nacido en junio de 1888 en el cuarto piso del número 4 del Largo de São Carlos. Un niño enfermizo, de constitución endeble, toda su infancia anginas, toses huecas,  estornudos y olor a linimento; las costillas marcadas en el pecho, la piel de una palidez inmaterial y los ojos oscuros, húmedos como el clima, y marcados por una sombra de fatalidad, pelo corto y labios apretados.

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