Ficha técnica
Título: No tan incendiario | Autora: Marta Sanz | Editorial: Periférica | Colección: Pequeños Tratados, 15 | Páginas: 190 | ISBN: 978-84-92865-88-8 |Precio: 14,75 euros
No tan incendiario
Marta Sanz
No nos engañemos. Este libro responde a las exigencias del discurso hegemónico: parte de la base de que es necesario formular preguntas, pero se siente incapaz de responder a todas. Es un texto integrado en la masa de textos y, a la vez, una trompeta del apocalipsis. Un ensayo esquizoide que pretende ser cualquier cosa, menos académico. Aquí no hay vocación de transparencia. Ni de limpieza. Ni de claridad. El exceso de higiene debilita la salud. Este texto aspira a manchar de tinta las manos que lo agarren. Como el papel de periódico.
Estos pensamientos -soflamas al margen de cualquier cautela- responden a la incertidumbre y a cierta sensación de malestar: a la imposibilidad de estar conforme. Son un oxímoron: textos que parten de la radical convicción de que la literatura ya no le importa a casi nadie y que a la vez pretenden hablar de la literatura desde un lugar que no sea su templo, su jardín vallado, su paraíso perdido.
UNA PROPUESTA DE ABAJO A ARRIBA
Imaginemos. Imaginemos un gabinete con un diván forrado en terciopelo -no es un boudoir, no es el retrete de una cortesana-. Imaginemos un aula boloñesa en la que se estimula la libre asociación y el brainstorming; un atractivo test de Rorschach que nos hace sentirnos muy importantes -la mancha es una vagina palpitante, un árbol frutal, un ave palmípeda, lo que nosotros queramos siempre y cuando olvidemos que siempre existe una interpretación y alguien que la impone-. Imaginemos una asamblea en la que, pensando en alto, también se manipula y el más fuerte consigue la victoria porque el acto de pensar en voz alta, incluso la inocente acción de describir un paisaje, aspira a acotar -conquistar- un espacio1: el niño pinta la casita junto a la laguna, un sol que ríe -como la vaca-, Balzac y Mario Testino fotografían los salones burgueses y a sus personajes, Moro escribe la utopía y Huxley, los territorios distópicos. Conquistar un lugar. Tangible o intangible: desde una intangibilidad inicial -el hambre en el mundo como concepto abstracto más allá de las moscas que les comen la boca a los niños-, a menudo se logran objetivos concretos –goals!- y se abren cuentas bancarias para recaudar fondos. Conquistar un lugar: a veces el núcleo; otras veces, una periferia invasiva, unos márgenes depredadores, se extienden hacia el origen de irradiación de los discursos, como una mancha aceitosa sobre el papel donde se escurren los alimentos fritos. Es posible que también haya que desconfiar de la lateralidad, de los invisibles y los zombis que aspiran al trono. De la sombra y las conspiraciones. De lo mucho que vende la rebelión y de lo pronto que se apaga. De los que juegan a no decir y están diciendo; de los que se quejan de no ser escuchados y aprietan compulsivamente las teclas del sistema de megafonía: de los que sin creer que forman parte del discurso dominante, cada día, lo apuntalan. Me aplico el cuento.
Pero, ahora, imaginemos un proceso de comunicación que es, en esencia, colectivo. Juguemos al juego de una democracia que, cuando posa, es muy fotogénica. Otra cosa es pillarla desnuda, sin maquillar, recién levantada tras una mala noche que empieza a prolongarse más de lo recomendable para la salud.