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Ficha técnica

Título: No lo comprendo, no lo comprendo

Autor: Akira Kurosawa

Traducción: Alfonso Fornieles Ten y José Jesús Fornieles Alfére

Editorial: CONFLUENCIAS

Colección: Conversaciones

ISBN: 978-84-938446-5-3

Precio: 12 euros

No lo comprendo, no lo comprendo

Akira Kurosawa

CONFLUENCIAS

Este pequeño volumen dedicado al maestro japonés Akira Kurosawa recoge tres entrevistas con unos interlocutores de excepción: Donald Richie, Nagisa Oshima y Gabriel García Márquez. Descendiente de una familia de samuráis, Kurosawa recuerda en estas conversaciones, entre mil anécdotas, sus inicios como ayudante de cámara, su frenética actividad como guionista y director, los efectos de la bomba atómica en Japón tras la guerra… Scorsese ha repetido una y otra vez: «Akira fue mi maestro». Y Spielberg: «He aprendido más de él que de cualquier otro director en la faz de la tierra».

 

 III

Kurosawa y Gabriel García Márquez,

1991

 

El escritor Gabriel García Márquez habla con el director de cine japonés Akira Kurosawa, de ochenta y un años, en Tokio, el último día de octubre, cuando este creador de películas estaba rodando su último largometraje, Rapsodia en agosto. Está previsto que esta película se estrene en diciembre. Recientemente, se ha presentado en el en el último Festival de Cine de Cannes en el que, cuenta Márquez, fue aclamada por la crítica y el público, pero que disgustó a algunos periodistas de los Estados Unidos, «quienes la consideraron hostil a su país». Márquez, antiguo crítico de cine en Bogotá, autor de Cien años de soledad, habla con Kurosawa sobre diversos temas durante más de seis horas. 

Gabriel García Márquez: No quiero que esta conversación entre amigos se parezca a una entrevista periodística, pero tengo gran curiosidad por saber muchas cosas sobre usted y su trabajo. Para comenzar, estoy interesado en saber cómo escribe sus guiones, pues yo también soy guionista, y porque usted ha hecho estupendas adaptaciones de libros de la literatura universal, y tengo muchas dudas sobre las adaptaciones que se han hecho o se puedan hacer de mis obras.

Akira Kurosawa: Cuando tengo una idea original sobre cualquier cosa y deseo pasarla y convertirla en una película, me encierro en la habitación de un hotel, con papel y lápiz. En ese instante suelo tener ya una idea sobre el asunto y conozco también, más o menos, cómo sería su final. Si no sé cuál es la primera escena, sigo el curso de las ideas, que brotan naturalmente.

¿Lo primero que le viene a la cabeza es una idea o una imagen?

No puedo explicarlo muy bien. Pero creo que todo empieza con una serie de imágenes dispersas. Por contraste, pienso que aquí en Japón los guionistas, primero, crean una visión general de la obra, organizándola por escenas y, después, sistematizan el tema antes de empezar a escribir. Pero no sé cuál es el modo correcto de hacerlo, dado que no somos dioses.

¿Ha seguido este método intuitivo cuando ha adaptado a Shakespeare, Gorki o Dostoievski?

Algunos directores creen que no existen grandes dificultades en transformar unas imágenes literarias en imágenes cinematográficas. Le pondré un ejemplo, al adaptar una novela de detectives en la que encuentran un cadáver en las vías del tren, un joven director insistía en que el lugar preciso del asesinato coincidía a la perfección con la descripción del libro. «Se equivoca -le dije-, el problema es que usted ya ha leído la novela y sabe que encontraron un cuerpo junto a las vías del tren. Pero para la gente que no ha leído el libro, no hay nada especial en este lugar». El joven director estaba cautivado por la magia de la novela sin percatarse de que las imágenes cinematográficas deben ser expresadas de modo diferente.

¿Puede usted recordar alguna imagen de la vida real que considere que sea imposible de realizar en una película?

Sí. La de una ciudad minera llamada Ilidachi en la que trabajé como ayudante de dirección cuando era muy joven. El director había declarado, con un simple vistazo, que la atmósfera era magnífica, extraña, y que esa era la razón por la que deberíamos rodar allí. Las imágenes mostraban solamente una ruinosa ciudad minera, pero faltaba algo que nosotros conocíamos: las condiciones de trabajo eran peligrosas y las mujeres y los niños de los mineros vivían atemorizados por su inseguridad. Cuando se mira al pueblo, se confunde el paisaje con ese sentimiento y lo que se percibe es lo extraño que resulta en realidad. Pero la cámara no lo ve con los mismos ojos.

La verdad es que conozco muy pocos novelistas que estén satisfechos con las adaptaciones de sus libros al cine. ¿Qué experiencia tiene con sus adaptaciones?

Permítame, primero, una pregunta, ¿ha visto mi película Barbarroja?

La he visto seis veces en los últimos veinte años y les hablé a mis hijos de ella, casi diariamente, hasta que la pudieron ver. No solamente es la que, de todas sus películas, más nos ha gustado a mi familia y a mí, sino, también, una de mis favoritas de toda la historia del cine.

Barbarroja constituye un punto de referencia en mi evolución. Todos las películas que la preceden son diferentes. Fue el final de una etapa y el comienzo de otra.

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Akira Kurosawa

Akira Kurosawa (1910-1998) es uno de los más celebres cineastas japoneses, y quizá el de mayor reconocimiento internacional. Ganador de tres premios Óscar, uno de ellos honorífico por toda su carrera, también recibió el León de Oro, dos premios Bafta y una Palma de Oro de Cannes. Los largometrajes más destacados en su larga filmografía son Rashomon (1950), Los siete samuráis (1954), Trono de sangre (1957), Yojimbo (1961), Dersu Uzala (1975), Kagemusha (1980) y Ran (1985). Hombre perfeccionista y duro, lo que le llevó a ser conocido como Tenno (El emperador), también era hombre de pocas palabras, pese a ser uno de los mejores guionistas de su país. Su influencia ha sido reconocida por directores tan variados como Steven Spielberg, Sergio Leone, George Lucas o Martin Scorsese.

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