Ficha técnica
Musicofilia
Oliver Sacks
Afirma Oliver Sacks, uno de los grandes escritores clínicos de este siglo, que los seres humanos «somos una especie tan lingüística como musical», y aunque el fenómeno de la música sea complejo y se extienda a diversas zonas del cerebro, también es susceptible de muchas distorsiones y «enfermedades». Pues la música no sólo nos eleva a grandes alturas emocionales o actúa de acicate de la memoria, sino que puede sumirnos en la depresión o empujarnos a comportamientos y percepciones totalmente obsesivos.
Si en sus otros libros Sacks nos ha mostrado las enfermedades neurológicas como un nuevo prisma desde el que observar la condición humana para aprender de ella en sus experiencias más límite, ahora examina la relación con la música de pacientes, gente corriente o músicos profesionales -aportando incluso su experiencia personal-, para arrojar una luz insólita sobre ese fenómeno que tanto domina nuestras vidas y del que, en realidad, sabemos muy poco.
A través de fenómenos como la «amusia» -o incapacidad para sentir la música-, el hipermusical síndrome de Williams -un extraño fenómeno de extrema sociabilidad-, las alucinaciones musicales, las melodías pegadizas susceptibles de convertirse en bucles sonoros, los perjuicios de nuestra fijación con el iPod o la música como inspiradora de auténtico terror, Sacks elabora un lúcido análisis de la identidad humana y de cómo la música, en un mundo en el que no hay manera de escapar de ella, es un factor clave para crear esa identidad, ya sea de una manera patógena o como un agente enormemente positivo a la hora de tratar el Parkinson, la demencia, el síndrome de Tourette, la encefalitis o los ataques de lóbulo temporal.
En su último libro, en el que asoman personajes tan dispares como el Che Guevara o Ulysses S. Grant, Sacks se revela de nuevo como un espléndido narrador, con una incomparable intuición para el detalle y una excepcional empatía hacia unos personajes que, como siempre, a pesar de su extravagancia inicial, acaban expresando esa humanidad oculta bajo sus extraños síndromes.
CAPÍTULO 5
Gusanos cerebrales, música empalagosa y melodías pegadizas
A veces la imaginación musical normal se pasa de la raya y se convierte, por así decir, en patológica, como cuando ciertos fragmentos musicales se repiten de manera incesante, a veces hasta enloquecernos, sin parar durante días. Esas repeticiones -a menudo una breve frase o tema bien definido de tres o cuatro compases- son propensas a perpetuarse durante horas o días, dando vueltas por la mente, antes de diluirse. Esta incesante repetición y el hecho de que la música en cuestión sea irrelevante o trivial, no de nuestro gusto, o que incluso la detestemos, sugiere un proceso coercitivo, que la música ha entrado y subvertido parte del cerebro, obligándolo a activarse de manera repetitiva y autónoma (como puede ocurrir con un tic o un ataque).
Muchas personas de pronto comienzan a oír un tema musical de una película, un programa de televisión o un anuncio. Esto no es una casualidad, pues dicha música, en términos de la industria musical, está pensada para «enganchar» al que la escucha, para ser «pegadiza», para abrirse camino, como un cortapicos, hacia el oído o la mente; de ahí el término «gusanos auditivos », aunque más bien deberíamos llamarlas «gusanos cerebrales». (Una revista de 1987 las definía, medio en broma, como «agentes musicales cognitivamente contagiosos».)