
Ficha técnica
Mamá
Joyce Carol Oates
A sus treinta y un años, Nikki Eaton ha alcanzado la liberación sexual y la independencia económica. Nunca se ha visto a sí misma como «hija», sin embargo, la inesperada muerte de su madre la llevará a una intensa transformación personal. A lo largo de un año crucial se verá inmersa en la pena, pero también en la sabiduría, e incluso en un amor repentino y providencial.
LA ÚLTIMA VEZ
La última vez que ves a alguien y no sabes que será la última vez. Y todo lo que ahora sabes, ojalá lo hubieras sabido entonces… Pero no lo sabías, y ahora es demasiado tarde. Y te dices: «¿Cómo iba a saberlo? No podía saberlo». Te lo dices. Ésta es la historia de cuánto echo en falta a mi madre. Algún día, de una forma única, será también tu historia.
Soplaban ráfagas de viento procedentes del lago Ontario en breves y fuertes rachas a modo de ataques relámpago. Un cielo de aspecto duro como baldosas azules. Aquel olor a hierba húmeda que desprendían los céspedes delanteros perfectamente rectangulares de Deer Creek Drive.
A lo largo de toda la calle había grupos de lilas en flor. De vivo y reluciente color morado, pinceladas de pintura azul lavanda.
En el 43 de Deer Creek, la casa de mis padres, en la que mamá vivía sola ahora que papá había muerto, había demasiados vehículos aparcados en la entrada y junto al bordillo. El Land Rover de mi cuñado, el viejo Caddie negro de mi tía Tabitha, que parece un coche fúnebre; éstos eran previsibles, pero había otros, entre los que se encontraba un coche deportivo de color rojo carmín muy pegado al suelo que tenía forma de misil.
¿A quién conocía mamá que condujera semejante coche? Al diablo si quería conocerle. (Tenía que ser un él, por supuesto.)
Mi madre siempre me estaba presentando a «solteros isponibles». Desde que yo estaba liada con un hombre no disponible.
Era muy propio de mamá invitar a personas ajenas a la familia el día de la Madre. Era muy propio de mamá invitar a su casa a personas que eran prácticamente extraños.