Ficha técnica
Título: Los pozos de la nieve |Autor: Berta Vias Mahou | Editorial: Acantilado | Colección: Narrativa del Acantilado, 143
| Páginas: 224 | Género: Novela | Precio: 17 € | ISBN: 978-84-96834-67-5
Los pozos de la nieve
Berta Vias Mahou
«Silencio, te dices. Y no se hable más de ti, ni siquiera de tus manos, esos muñones empeñados en juntar palabras. Porque tú aquí no eres nadie. Sólo un hombre que debe permanecer al margen y leer la historia que vivieron los demás. Karl Bruckner, Peter Brühl, Otto Rink. Los nombres de todos esos jóvenes desaparecidos hace años y años. Las cifras que tanto dicen, sin decir apenas nada. 1923-1943. 1921-1943. 1920-1941. Una vez más, respiras hondo, con los ojos cerrados, y en el silencio sólo roto por el vuelo de una bandada de rabilargos y el tableteo del pico de una cigüeña, acechas la voz del viento. Y de pronto escuchas un disparo, una bala que se hunde en la carne, que se pierde en la nada, inmensa, de otro tiempo».
«Este libro no pasará desapercibido para quien lo lea. Y éste es, al fin y al cabo, el verdadero -y más noble- objetivo de cualquier novela, dejar algún tipo de huella en quien viva durante algunas horas en ella.» Martín Casariego, Público
ENTRE Y PREGUNTE SIN MÁS
«Mi abuelo, al tomar el café, me hablaba de Juárez y de Porfirio, los zuavos y los plateados. Y el mantel olía a pólvora. Mi padre, al tomar la copa, me hablaba de Zapata y de Villa, de Soto y Gama y los Flores Magón. Y el mantel olía a pólvora. Yo me quedo callado, ¿de quién podría hablar?». Has recordado este poema, un poema con aires de canción mexicana, y aquellos tiempos en los que el mantel olía a pólvora han vuelto a ocupar tu memoria. Y una extraña necesidad, la de venir hasta aquí, para acabar paseando como ahora paseas, entre las cruces, mientras empieza a nevar otra vez. Te subes el cuello del abrigo, te frotas las manos, vuelves hacia la entrada y te detienes ante la estela bajo un tejado a dos aguas para leer la inscripción que al entrar ignoraste. En este cementerio descansan veintiséis soldados alemanes de la Primera Guerra Mundial y ciento cincuenta y cuatro de la segunda. Pertenecieron a tripulaciones de aviones que cayeron sobre España, a submarinos y otros navíos de la armada hundidos junto a nuestras costas. Algunos murieron en hospitales españoles a causa de sus heridas. Sus tumbas estaban repartidas por todo el país, allí donde el mar los arrojó a tierra, donde cayeron sus aviones o donde ellos alcanzaron a llegar.
Has venido a pie, desde Cuacos de Yuste, dejando un largo rastro en la nieve. Las pisadas oscuras. Los cristales de hielo aplastados, derritiéndose. Esta mañana los campos aparecieron cubiertos, aunque ahora vuelve a lucir el sol, un sol de invierno, brillante, pero débil. Las montañas aún se ven de color lila y todavía no han despejado la calzada, pero la puerta aquí está abierta. Alguien, siempre puntual, se encarga de que todo esté en orden. Aun así, no ves a nadie. Hace tiempo que la curiosidad de unos pocos, alimentada al principio por algunas noticias de periódico, dejó paso a la soledad de los muertos que van cayendo en el olvido, atrapados para siempre en tierra extraña. Nadie ha salido como tú tan temprano, sólo para ver unas cuantas tumbas. Nadie, excepto tú, el hombre que sabe que debe permanecer al margen y leer la historia que vivieron los demás.