
Ficha técnica
Título: Lo que los ojos tienen que decir | Autor: Jenaro Talens y Alberto García-Alix | Editorial: Cátedra | Colección: Varios | Páginas: 144 | ISBN: 978-84-376-3325-1 | Precio: 18,00 euros
Lo que los ojos tienen que decir
Alberto García-Alix
La idea motriz de este libro fue desde un principio reflexionar a través del diálogo entre la palabra y la imagen, sobre los límites y las contradicciones que acompañan al autorretrato o a su equivalente en la escritura poética, la autobiografía. Dos artistas contemporáneos, cada uno aprendiz perpetuo de su propio oficio, intercambian experiencias de desconcierto, quizá con la secreta esperanza de encontrarle un sentido a un mundo que nunca lo tuvo; que cuando sienten miedo emborronan cuartillas o disparan la cámara para intentar entender qué sucede y por qué. A veces uno descubre sus demonios en lo que hace o dice el otro; a veces, ni siquiera eso. El diálogo, sin embargo, deja abierta la puerta para seguir adelante.
PÁGINAS DEL LIBRO
El ojo que ves no es
ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.
Antonio Machado
En uno de los juegos fonéticos que solían ser típicos de su modo de escribir, y aplicado a su reflexión sobre Nietzsche, el pensador francoargelino Jacques Derrida definía el dispositivo (auto)biográfico como (oto)biographie. Soy el resultado de lo que oigo a los otros decir de mí. Podríamos afirmar que, de ese modo, la primacía otorgada a la visualidad a la hora de dar testimonio notarial del mundo quedaba en entredicho, pese a que haya solido obviar todas las trampas que acompañan lo que parecería una simple constatación. ¿Qué mejor y más cercano ejemplo del mundo, en efecto, que nosotros mismos, si asumimos que nuestra autoconciencia se inicia con la famosa fase del espejo? No olvidemos que la misma noción de historia (y las implicaciones que conlleva el anteponer su relación referencial con la verdad a su estatuto de construcción narrativa) se basaba ya desde Homero (Iliada, canto 23, v. 486) en el término ystora, testigo (visual) de los hechos. Pero si la visión había constituido para Heródoto suficiente argumento de autoridad para sancionar lo expuesto en sus escritos («yo lo he visto»), su sucesor Tucídides empieza a introducir un ligero desplazamiento desde la verdad hacia la verosimilitud (porque «es difícil dar crédito a cualquier testimonio de modo sistemático, ya que los hombres aceptan unos de otros, de modo indiscriminado y sin comprobación, las noticias sobre sucesos anteriores a ellos»), buscando sostenerla sobre la coherencia lógica de las informaciones ofrecidas por diferentes voces y no sobre el testimonio del ojo. La necesidad de lo narrado (que tiene que ver con el espacio de la oralidad o, lo que es lo mismo, con lo auditivo) como complemento y confirmación de la validez de lo expuesto (lo visto) siempre me pareció, en ese sentido, un territorio digno de reflexión.