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Ficha técnica

Título: Lecturas de mí mismo | Autor: Philip Roth |  Editorial: Mondadori |  Colección: Literatura Mondadori | Formato: Tapa blanda |  Fecha de publicación:   2008 | Género: Ensayo | ISBN: 9788439721574

Lecturas de mí mismo

Philip Roth

RANDOM HOUSE MONDADORI

Algunas de las ideas del libro las he tenido en mente desde que empecé a escribir. Me refiero en particular a ideas sobre el estilo y la narración. Por ejemplo, el libro avanza por medio de lo que mientras escribía empecé a considerar como «bloques de conciencia», pedazos de material de diversas formas y tamaños amontonados y que se mantienen unidos por asociación más que por cronología. Intenté vagamente algo parecido en Deudas y dolores, y desde entonces he querido abordar así una nueva narración, o dividirla de ese modo.

Luego está la cuestión del lenguaje y el tono. Desde el comienzo con Goodbye, Columbus, me ha atraído la prosa que tiene los giros, las vibraciones, las entonaciones, las cadencias, la espontaneidad y la soltura del lenguaje hablado, al mismo tiempo que está sólidamente anclado en la página, sujeto por medio de la ironía, la precisión y la ambigüedad propias de una retórica literaria más tradicional. Evidentemente, no soy el único que quiere escribir así, ni se trata de una nueva aspiración en el mundo, sino que es la clase de idea literaria, o de ideal, que me propuse en ese libro.

LA ESCRITURA Y LOS DETENTORES

DEL PODER

Háblenos primero de su adolescencia, su relación con la clase de sociedad norteamericana representada en Goodbye, Columbus, la compenetración  con su familia y si experimentó el peso del poder paterno y de qué manera.

    Lejos de ser el clásico período de explosión y desarrollo tempestuoso, mi adolescencia fue más o menos un período de animación suspendida. Tras las victorias de una infancia exuberante y briosa (vivida contra el dramático telón de fondo de la participación norteamericana en la Segunda Guerra Mundial), iba a calmarme considerablemente hasta que fui a la universidad en 1950. Allí, en una respetable atmósfera cristiana casi tan constrictiva como lo había sido mi educación judía, pero de cuyas restricciones podía hacer caso omiso o podía enfrentarme a ellas sin sentirme acosado por antiguas lealtades, pude experimentar de nuevo el gusto por la indagación y la especulación que se había mantenido casi paralizado durante los años de la enseñanza media superior. Desde los doce años, cuando inicié los estudios medios, hasta los dieciséis, cuando me gradué, fui en general un chico bueno, responsable y obediente, gobernado (de bastante buen grado) por las regulaciones sociales del barrio cohibido y ordenado de clase media baja donde me habían educado, y un poco reprimido todavía por los tabúes que se habían filtrado hasta mí, de una manera atenuada, de la ortodoxia religiosa de mis abuelos inmigrantes. Probablemente era en parte un «buen» adolescente porque comprendía que en nuestra sección judía de Newark no podías ser mucho más, a menos que quisieras robar coches o suspender los cursos, dos cosas para las que no estaba hecho. En vez de convertirme en un descontento malhumorado o un rebelde gritón, o de florecer, como lo hice en la escuela elemental, en aquella época anterior a la caída en los errores cumplí obedientemente mi condena en lo que, a fin de cuentas, no era más que una institución de mínima seguridad, y gocé de la flexibilidad y los privilegios concedidos a los internos que no creaban dificultades a sus guardianes.

    Lo mejor de la adolescencia eran las profundas amistades con otros muchachos, no solo por las agradables sensaciones de camaradería que aportaban unos chicos liberados de sus muy unidas familias, sino también por la oportunidad que proporcionaban de charlar sin censuras. No obstante, aquellas conversaciones maratonianas, a menudo caracterizadas por estridentes comentarios sobre la ansiada aventura sexual y por toda clase de bromas anárquicas, solían tener lugar en el confinado espacio de un coche aparcado: dos, tres, cuatro o cinco de nosotros en un recinto de acero que tenía el tamaño y la forma de una celda carcelaria y que, de manera similar, estaba separado de la sociedad humana corriente.

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

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Philip Roth

En 1997, Philip Roth obtuvo el premio Pulitzer por Pastoral Americana. En 1998 recibió la Medalla Nacional de las Artes en la Casa Blanca, y en 2002 el más alto galardón de la American Academy of Arts and Letters, la medalla de Oro de Narrativa, anteriormente otorgada a John Dos Passos, William Faulkner y Saul Bellow, entre otros. Ha obtenido en dos ocasiones el National Book Award y en National Book Critics Circle Award. Ha ganado el PEN / Faulkner Award en tres ocasiones. En 2005, La conjura contra América recibió el premio de la Sociedad de Historiadores Norteamericanos concedido a «la más sobresaliente novela histórica sobre un tema norteamericano publicada entre 2003 y 2004». Hace poco Roth recibió los dos premios más prestigiosos del PEN: en 2006, el PEN/Nabokov Award «por una obra... de constante originalidad y consumada destreza», y en 2007 el PEN/Saul Bellow Award, que premia los avances en la narrativa norteamericana, concedido a un escritor «cuyos logros a lo largo de una carrera prolongada... le aúpan al nivel más alto de la literatura norteamericana. »Roth es el único escritor norteamericano vivo cuya obra ha sido publicada por Library of America en una edición exhaustiva y definitiva. Está previsto que el último volumen vea la luz en 2013.

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