Skip to main content

Ficha técnica

Título: Las voces bajas | Autor: Manuel Rivas | Editorial: Alfaguara | Colección:
Hispánica | Páginas: 208 | Publicación: 17/10/2012 | Género: Novela | Formato: 15×24 | Encuadernación: Rústica | Precio: 17,50 euros | ISBN: 9788420411507 | Ebook: 7,99 euros

Las voces bajas

Manuel Rivas

ALFAGUARA

Desde la primera página, late algo singular en Las voces bajas. Escrita al modo de una autobiografía, todo parece verdad y todo, imaginación. Es el efecto de una novela de la memoria encendida. El libro arranca en una geografía real donde la mirada de la infancia va descubriendo, con una mezcla de miedo, estupor y maravilla, lo que de extraordinario hay en la existencia de la gente corriente.

Con el hilo conductor de María, la hermana mayor, magnética, la muchacha anarquista que siempre abría camino, esta novela es una construcción de humor y dolor, donde las palabras pelean y se abrazan con la vida. Al leer esta obra, un ojo llora y otro ríe.

«No sabemos bien lo que la literatura es, pero sí que detectamos la boca de la literatura. Tiene la forma de un rumor. De un murmullo. Puede ser escandalosa, incontinente, enigmática, malhablada, balbuciente. Yo conocí muy pronto esa boca. En aquel momento era, ni más ni menos, la boca de mi madre hablando sola.»

En Las voces bajas, el amor y la ironía sostienen a pulso el retablo humano. La nueva obra íntima y fascinante del autor de El lápiz del carpintero.

«Las voces bajas es la novela de la vida. Son las voces de los niños, las mujeres que hablan solas, los emigrantes, los muertos, los animales… Las voces de los que no quieren dominar y se alimentan de palabras y cuentos.» 

 

 

1. El primer miedo

Estábamos solos, María y yo, abrazados en el cuarto de baño. Fugitivos del terror, nos escondimos en aquella cámara oscura. Los días de tempestad se podía oír allí el bramar marino. Lo de hoy era el refunfuñar oxidado, asmático, de la cisterna.
Por fin, oímos su voz. Llamaba por nosotros. Primero con desasosiego. Luego, con creciente angustia. Deberíamos responder. Dar señal de vida. Pero ella se anticipaba. Oímos su jadeo, el atropello de sus pasos, como el olfatear excitado de quien encuentra el rastro. María abrió el pasador. Ella empujó la puerta, arrastrando la luz, todavía con la tormenta en los ojos. Su miedo era el de quien llega a casa y no encuentra a los hijos que dejó tranquilos y jugando. Nuestro miedo era todavía más primitivo: era el primer miedo.
Mi madre, Carmen, trabajaba de lechera. Vivíamos de alquiler en un bajo de la calle Marola, en el barrio coruñés de Monte Alto. Hacía poco tiempo que mi padre había vuelto de América, de La Guaira, donde trabajó en la construcción, en las más altas cumbres, decía él con sorna, trepando los cielos con frágiles andamios. Una emigración breve, el tiempo justo para reunir el dinero necesario para comprar un trozo de tierra donde construir su propia casa. Muchos años después, en la vejez, confesaría una flaqueza, él que no era muy dado a revelar su zona secreta: padecía vértigo. Toda la vida había tenido vértigo. Y gran parte de esa vida la pasó en las obras, de pinche peón a maestro albañil, y nunca, hasta que se jubiló, hizo a nadie esa confidencia. La del vértigo. La de que sentía pánico en las entrañas cuando estando abajo miraba arriba y sobre todo cuando estando arriba miraba abajo. Pánico desde el primer peldaño. Pero el pie iba siempre a la búsqueda del segundo. Y el segundo peldaño lo llevaba al tercero.

 

[ADELANTO DEL LIBRO EN PDF]

profile avatar

Manuel Rivas

Algo de una vida Aprendió de los que escribían en el aire, de los narradores orales, según cuenta en La escuela del relato. Manuel Rivas nació en la calle Marola, en el barrio de Monte Alto, en A Coruña, el 24 de octubre de 1957. El campo de juego de la infancia tenía la forma de un triángulo en el que los vértices eran la Prisión Provincial, el cementerio marino de San Amaro y el Faro de Hércules. Su madre (Carmiña) trabajó de lechera y su padre (Manuel), durante un tiempo emigrado en América, fue músico en orquestas de baile y albañil. Sus abuelos maternos (Manuel y Josefa) eran campesinos de Corpo Santo (Tabeaio, Carral); su abuelo paterno (Manuel) era carpintero, y su abuela (Dominga), costurera. Carmiña y Manuel tuvieron cuatro hijos. La familia se trasladó en 1962 a otro barrio coruñés, Castro de Elviña, un espacio fronterizo donde convivía el mundo campesino y el obrero. En el lugar se conservan las ruinas del antiguo poblado celta (O Castro), ahora rodeado por los edificios de la nueva Universidad de A Coruña. En Castro de Elviña pasó Rivas gran parte de la infancia y la adolescencia. Estudió en la escuela pública de Elviña y en el Instituto Mixto de Monelos. Al tiempo que estudiaba bachillerato, comenzó a trabajar por las noches de meritorio en el diario El Ideal Gallego, en la época de las linotipias, cuando todavía los periódicos olían a plomo. Compatibilizó estudios universitarios en Madrid con labores de periodista. Se licenció en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Entre otros trabajos, fue uno de los fundadores y redactores de Teima (1977), el primer semanario escrito en su integridad en gallego, y del mensual Man Común. Antes de aprobarse la Constitución, se le abrió un proceso militar por una crónica publicada en La Región de Ourense. El caso sería sobreseído. Fue uno de los fundadores de la primera radio libre de Galicia, Radio As Mariñas, en 1980. La emisora fue intervenida y clausurada por orden gubernativa. Como profesional del periodismo, ha trabajado y colaborado en diferentes medios de prensa, radio y televisión. En 1975, había formado parte del colectivo poético y artístico Loia (que editó una revista vanguardista en Madrid, en la que participaban, entre otros, Lois Pereiro, Reimundo y Antón Patiño y Fermín Bouza) y, más tarde, en A Coruña, del grupo de acción poética De amor e desamor (obra recogida en dos volúmenes editados por Edicións do Castro en 1984). Fue director de Luzes de Galiza "revista de cultura, artes y libertades" (1985-1995), donde se publicaron colaboraciones de autores como John Berger y entrevistas a pensadores como Jean Baudrillard o Noam Chomsky. Es uno de los fundadores de Greenpeace España y formó parte de su primera directiva. En septiembre de 1981, fue uno de los tripulantes del pequeño pesquero Xurelo, que había partido de Aguiño (Ribeira) y que a 350 millas de Finisterre se interpuso a los mercantes que arrojaban bidones con residuos radioactivos en la llamada Fosa Atlántica. Esta expedición fue uno de las primeras acciones de una campaña internacional que consiguió el cierre de los cementerios de residuos nucleares en el mar. En invierno de 2002, a raíz de la catástrofe del petrolero Prestige, actuó como portavoz del movimiento cívico y ecológico Nunca Máis.

Obras asociadas
Close Menu