Ficha técnica
Título: Las confesiones de un italiano |Autor: Ippolito Nievo | Editorial: Acantilado | Traducción de: José Ramón Monreal | Colección: Narrativa del Acantilado, 146 | Páginas: 1104 | Género: Novela | Precio: 33 € | Fecha de publicación: 15 de Noviembre de 2008 | ISBN: 978-84-96834-80-4
Las confesiones de un italiano
Ippolito Nievo
Llegado al término de su vida, el noble veneciano Carlo Altoviti emprende la redacción de sus memorias. Traza así su propia existencia en paralelo con la historia de Italia desde finales del siglo XVIII hasta 1855, en los umbrales de la unidad del reino. El autor (nacido en Padua en 1831 y desaparecido en un naufragio en 1861) revive, en una transposición casi de fábula, su propio mundo infantil a la luz de la conciencia ética de la madurez. La figura del protagonista, cuya larga historia se entrelaza con la de su prima Pisana (figura de gran modernidad por su complejidad y falta de prejuicios), ocupa el lugar central de un cuadro de grandiosas dimensiones, trufado de personajes y de golpes de efecto, que retrata la agonía de Venecia, la invasión napoleónica, las efímeras repúblicas italianas y su hundimiento, el posterior dominio austríaco en el norte de la península y las primeras luchas del Risorgimento. Novela de formación de tintes picarescos, románticos y folletinescos, aparecida en 1867, es una de las obras mayores de la literatura europea.
«Las confesiones de un italiano es una de esas obras maestras, una de las poquísimas novelas italianas que está a la altura de las grandes novelas europeas del siglo xix». Claudio Magris
I
O BREVE INTRODUCCIÓN SOBRE LOS MOTIVOS DE ESTAS CONFESIONES, SOBRE EL FAMOSO CASTILLO DE FRATTA, DONDE PASÉ MI INFANCIA, SOBRE LA COCINA DEL MENCIONADO CASTILLO, ASÍ COMO SOBRE LOS AMOS, LOS SERVIDORES, LOS HUÉSPEDES Y SOBRE LOS GATOS QUE LO HABITABAN HACIA 1870- PRIMERA INVASIÓN DE PERSONAJES, INTERRUMPIDA OCASIONALMENTE POR SABIAS CONSIDERACIONES ACERCA DE LA REPÚBLICA DE VENECIA, LOS ORDENAMIENTOS CIVILES Y MILITARES DE AQUEL TIEMPO Y SOBRE EL SIGNIFICADO QUE SE DABA EN ITALIA A LA PALABRA «PATRIA» A FINALES DEL SIGLO PASADO.
Nací veneciano el 18 de octubre de 1775, día del evangelista san Lucas; y moriré, por la gracia de Dios, italiano, cuando así lo decida esa Providencia que gobierna misteriosamente el mundo.
Ésta es toda la moral de mi vida. Y, como esta moral no es obra mía sino de mi época, se me ocurrió que describir ingenuamente la acción de los tiempos sobre la vida de un hombre podría ser de alguna utilidad para quienes, nacidos en otros tiempos, están destinados a disfrutar de los resultados menos imperfectos que traerán estos primeros influjos.
Soy ya un viejo de más de ochenta años en este año de gracia de 1858; y, sin embargo, tal vez soy más joven de corazón de lo que lo fui en mi ajetreada juventud y en mi muy cansada madurez. He vivido y sufrido mucho, pero nunca me han faltado esos apoyos que, en medio de las tribulaciones que parecen siempre excesivas para la intemperancia y la debilidad humanas, se olvidan harto a menudo y que elevan, sin embargo, el alma hacia la serenidad de la paz y de la esperanza cuando nos acordamos de lo que son en verdad: talismanes invencibles contra toda adversa fortuna. Me refiero a esos afectos y convicciones que, lejos de ser gobernados por los acontecimientos exteriores, los dominan victoriosamente, haciendo de ellos un campo de batalla en el que ejercitarse. Mi temperamento, mi carácter, mi primera educación y las acciones y azares derivados de ellos fueron, como todo lo humano, una mezcla de cosas buenas y malas: y, si no fuera a tomarse por un indiscreto alarde de modestia, podría incluso añadir que en lo que a cualidades se refiere estaba más dotado de defectos que de virtudes. Pero todo ello no resultaría ni tan curioso ni tan digno de ser contado si mi vida no hubiera transcurrido a caballo de estos dos siglos que seguirán siendo por largo tiempo memorables, sobre todo en la historia de Italia. En efecto, fue en esta encrucijada cuando dieron sus primeros frutos de fecundidad real las reflexiones políticas que, desde el siglo xiv hasta el xviii, desembocaron en Dante, Maquiavelo, Filicaia, Vico y tantos otros pensadores que no pueden ya enriquecer mi mediocre cultura y mi casi ignorancia literaria. La circunstancia-otros dirían el infortunio- de haber vivido en aquellos años me ha hecho, pues, decidirme a poner por escrito lo que he visto, oído, conocido y experimentado desde mi primera infancia hasta los umbrales de mi vejez, cuando los achaques de la edad, la condescendencia que se siente por los más jóvenes, la moderación de las opiniones seniles y, digamos también, la experiencia de muchísimas desventuras en estos últimos años me redujeron a esa casa de campo donde había asistido al último y ridículo acto del gran drama del feudalismo. Mi simple relato no tiene respecto a la Historia una importancia distinta de la que tendría una nota añadida por una mano desconocida a las revelaciones de un antiguo códice.