Ficha técnica
Título: Delincuente juvenil | Autor: Brendan Behan | Prólogo de: | Editorial: Ediciones del Viento | Colección: Viento del Oeste, nº 18 | Precio: 13,50 € | Páginas: 576 | Fecha de publicación: Octubre de 2008 | Formato: 12 x 17 | Género: Novela | ISBN: 978-84-96964-35-8
Delincuente juvenil
Brendan Behan
Brendan Behan es uno de los autores irlandeses más respetados en todo el mundo, del que últimamente se han empezado a editar algunos títulos en España, como Mi Nueva York, pero, su obra más importante, Delincuente Juvenil, ha permanecido, inexplicablemente, inédita en castellano.
Delincuente juvenil es una obra dura, no en vano relata las vivencias de un adolescente irlandés relacionado con el IRA, en un correccional inglés, pero también es tierna, cuando deja entrever que la mayor parte de los jóvenes encerrados no son más que niños a los que la sociedad ha empujado por el camino que les ha llevado al correccional. Y además, está llena de un humor cáustico que la convierte en una lectura entretenidísima. Por eso, ahora que cumple 50 años, nos decidimos a editarla: un regalo merecido por la fluidez de sus diálogos y la maravillosa caracterización de sus personajes, entre otros muchos méritos.
Páginas del 1 capítulo:
El viernes por la tarde, la patrona gritó, asomándose por la escalera:
-¡Ay, Dios mío de mi vida y de mi corazón! Muchacho, aquí hay dos hombres que quieren verte.
Por su modo de chillar supe que esos dos hombres no venían a interesarse por mi salud, ni para preguntarme si había tenido un buen viaje. Cogí mi maleta, que contenía ácido sulfúrico, clorato potásico, gelignita, detonadores eléctricos y de ignición y el resto de mi atrezzo de mago del Sinn Fein, y corrí hacia la ventana. Entonces entraron los dos hombres.
Uno joven, con una rubia cabeza de sajón y perfecto acento BBC, gritó:
-¡Vamos, atrapad a ese cabrón!
Cuando me tuvieron bien enganchado, el rubio me dio varios golpes en la cara, aunque no me hicieron demasiado daño. El otro hombre, algo mayor, con fuerte acento de Lancashire, le dijo que me dejara en paz y parara de hacer el gil_______. Otros dos o tres hombres habían entrado en la habitación, pero ése que parecía mayor era el sargento al cargo de la operación.
Sacó de la maleta un poco de clorato y de azúcar, lo puso en la chimenea vacía, y le prendió fuego con una cerilla. Saltó una llamarada, la habitación se llenó de humo, me hizo un gesto de asentimiento y yo hice lo mismo.
Cabeza de Sajón y otro, un tipo callado, me tenían cogido por los brazos.
-¿Llevas pistola, Paddy?1 -preguntó el sargento.
-Si la hubiera llevado, no habrían entrado con tan jodida facilidad.
Me miró y suspiró, como si yo no hubiera dicho nada, o como si no me hubiera oído.
-Registradle -le dijo al hombre callado.
El Rubio empezó a registrarme violentamente.
-No, tú no -dijo el sargento-. Vereker.
Vereker me registró en silencio y con delicadeza, incluso por las costuras de mi bragueta.