
Ficha técnica
Título: La feria del mundo | Autor: E.L. Doctorow | Traducción: César Armando Gómez | Editorial: Miscelánea | Género: Novela | ISBN: 978-84-937228-4-5 | Páginas: 352 | Formato: 14,5 x 22,5 cm. | Encuadernación: Rústica con solapas | PVP: 19,00 € | Publicación: 20 de Septiembre 2010 | Fue galardonada con el American Book Award en 1986
La feria del mundo
E.L Doctorow
¿Cómo empezar siquiera a explicar la fascinación que produce una ciudad como Nueva York? Sólo a través de los ojos de un niño, que se abren ante esa ciudad llena: llena de color, llena de vida, llena de sorpresa, llena de promesas.
Rose
Tenía yo cuatro años cuando nos mudamos al Bronx, a un gran piso cerca del parque Claremont. Era buena estudiante; iba a una escuela pública, la P.S. 147, en la avenida Washington, y cuando acabé allí pasé a un instituto, el Morris. Completé los cursos y me gradué; volví a matricularme para estudiar comercio, y aprobé las suficientes asignaturas para volver a graduarme si quería. Entonces sabía escribir a máquina, contabilidad y taquigrafía. Era muy ambiciosa. Me había pagado las clases de piano tocando para acompañar películas. Miraba a la pantalla e improvisaba. Mi hermano Harry y mi padre solían sentarse detrás de mí para encargarse de que nadie me molestase; los cines eran todavía muy primitivos e iba mala gente. Al acabar mis estudios, encontré un empleo como secretaria privada de un conocido hombre de negocios y filántropo, Sigmund Unterberg. Había hecho el dinero con un negocio de camisas y ahora pasaba gran parte de su tiempo trabajando para organizaciones judías, asistencia social y ese tipo de cosas. En ese campo no había entonces burocracia oficial ni programas, como ahora; todo lo que tenía que ver con la caridad era cosa de los particulares y las organizaciones que ellos creaban. Yo era una buena secretaria; cuando mister Unterberg me dictaba una carta podía tomarla directamente a máquina sin un error, de modo que cuando él terminaba yo había acabado también y la carta estaba lista para que la firmase. Eso hacía que yo le pareciese maravillosa. Su esposa, una mujer encantadora, solía invitarme a tomar el té, a alternar con ellos. En esa época tendría yo unos diecinueve o veinte años. Me presentaron a un par de chicos, pero no me gustaban.