
Ficha técnica
Título: Fouché. Retrato de un hombre político | Autor: Stefan Zweig | Traducción: Carlos Fortea | Editorial: Acantilado | Género: novela | ISBN: 978-84-92649-83-9 | Páginas: 288 | Formato: 13 x 21 cm | PVP: 20 €
Fouché. Retrato de un hombre político
Stefan Zweig
La ambición y la intriga son las únicas pasiones de este hombre político, carente de escrúpulos y moral, que navega a través de las convulsiones sociales y políticas de la Francia revolucionaria y del imperio sin mudar el gesto. Como muy bien dice Zweig: «Los gobiernos, las formas de Estado, las opiniones, los hombres cambian, todo se precipita y desaparece en ese furioso torbellino del cambio de siglo, sólo uno se queda siempre en el mismo sitio, al servicio de todos y de todas las ideas: Joseph Fouché».
Joseph Fouché, uno de los hombres más poderosos de su tiempo, uno de los más singulares de todos los tiempos, encontró poco amor entre sus contemporáneos y aún menos justicia en la posteridad. A Napoleón en Santa Elena, a Robespierre entre los jacobinos, a Carnot, Barras,Talleyrand en sus memorias, a todos los historiadores franceses, ya sean realistas, republicanos o bonapartistas, les empieza a brotar bilis de la pluma con tan sólo escribir su nombre. Traidor nato, miserable intrigante, puro reptil, tránsfuga profesional, vil alma de corchete, deplorable inmoralista…, no se ahorra con él ninguna palabra despreciativa, y ni Lamartine ni Michelet ni Louis Blanc intentan seriamente indagar en su carácter, o más bien en su admirablemente terca falta de carácter. Su figura aparece por vez primera con sus verdaderos contornos vitales en la monumental biografía de Louis Madelin (al que este estudio, como cualquier otro, debe la mayor parte del material referente a los hechos); por lo demás, la Historia ha empujado en completo silencio a la fila de atrás de los figurantes de poca importancia a un hombre que en medio de un cambio universal dirigió todos los partidos y fue el único en sobrevivirlos, que venció en duelo psicológico a un Napoleón y a un Robespierre.
De vez en cuando, su figura aparece como un fantasma en una obra de teatro o una opereta napoleónica, pero la mayoría de las veces lo hace en el manido y esquemático papel del astuto ministro de policía, de un precursor de Sherlock Holmes; una presentación plana confunde siempre un papel entre bastidores con un papel secundario.