Ficha técnica
Título: Entre los creyentes. Un viaje por el Islam | Autor: V. S. Naipaul | Editorial: Debate | Traductora: Flora Casas | PVP: 22,90 € | Páginas: 508 | Fecha de publicación: 15 de enero de 2009
Entre los creyentes. Un viaje por el Islam
V. S. Naipaul
Al ver en 1979 el éxito de la revolución islámica en Irán, Naipaul comprendió que algo agitaba las aguas de la segunda mayor religión del mundo, algo que había que explorar. Entre los creyentes es la extraordinaria crónica del viaje que emprendió entonces por Irán, Pakistán, Malasia e Indonesia: «los creyentes» del título son los musulmanes que conoció en esos viajes, hombres y mujeres jóvenes que luchaban por recuperar la pureza original de su fe. Extraordinaria por varios motivos, esta obra es una de las cumbres de la literatura de viajes de todos los tiempos, en la que Naipaul, mucho antes de que el resurgir islámico se convirtiera en un problema global, fue capaz de detectarlo y exponerlo. En resumen, una obra capital para entender el mundo que vivimos.
Pacto de muerte
Sadeq iba a acompañarme desde Teherán hasta la ciudad santa de Qom,a unos ciento sesenta kilómetros al sur.Yo no conocía a Sadeq; todo se había organizado por teléfono. Necesitaba un intérprete iraní, y me habían dado el nombre de Sadeq en una embajada. Sadeq estaba libre porque, como muchos iraníes después de la revolución, se había quedado sin trabajo.Tenía coche. Cuando hablamos por teléfono me dijo que lo mejor sería ir a Qom en su coche, que los autobuses iraníes eran espantosos y podían conducirlos a una velocidad de vértigo personas a las que en realidad no les importaba nada.
Apalabramos el precio del coche, que conduciría él, y de la interpretación,
y pidió una cantidad razonable. Dijo que saldríamos lo antes posible a la mañana siguiente, para evitar el calor del día de agosto. Llevaría a la oficina a su mujer -ella aún tenía trabajo- y después vendría al hotel.Yo tenía que estar listo a las siete y media.
Llegó unos minutos antes de las ocho. Aún no había cumplido treinta años; era de baja estatura y bien parecido e iba esmeradamente vestido, con un buen corte de pelo. No me cayó bien. Me pareció un hombre de origen sencillo y educación igualmente sencilla, pero con un orgullo desdeñoso, cortés pero resentido, como si se despreciara a sí mismo por lo que hacía. Era esa clase de hombre que, sin doctrina política, solo con resentimiento, había hecho la revolución iraní. Habría resultado interesante hablar con él un par de horas; me costaría trabajo estar con él varios días, a lo que me había comprometido.