
Ficha técnica
Título: Billie Ruth | Autor: Edmundo Paz Soldán | Editorial: Páginas de Espuma | Colección: Voces | Nº páginas: 152 | ISBN: 978-84-8393-166-0 | Precio: 15 euros
Billie Ruth
Edmundo Paz Soldán
Un niño que descubre fascinado que el hermano mayor de uno de sus amigos es un asesino; un padre que obliga a su hijo a acompañarlo a vender droga; una adolescente que trabaja clasificando restos de seres humanos en una fosa común en los Balcanes; un maestro de escuela enviado a las minas bolivianas que aprende que tiene por vecino a un minero violento; un estudiante latinoamericano en una universidad del Sur de los Estados Unidos, enamorado de Billie Ruth, una chica perturbadoramente desprejuiciada. Los magníficos relatos que componen este libro de Edmundo Paz Soldán son un catálogo del horror contemporáneo: la violencia de sus personajes descubre el intenso desasosiego existencial que los anima.
Billie Ruth muestra de manera contundente -tanto en cuentos breves como en relatos de corte más tradicional, en paisajes urbanos como en espacios alejados de la civilización, en registros realistas como en otros con un toque fantástico- por qué Edmundo Paz Soldán es considerado una de las referencias imprescindibles de la narrativa hispanoamericana contemporánea.
EL ACANTILADO
a las cinco de la mañana el padre despertó al hijo y le dijo que se vistiera, había llegado la hora. Con los ojos soñolientos y la voz entrecortada, el niño vio ese rostro barbado, esa mirada azul y penetrante, y le dijo que no quería ir. Su madre le había dicho que no tenía que hacerle caso en todo a él, que incluso no estaba obligado a quedarse con su padre los fi nes de semana.
El padre le agarró el brazo con firmeza y dijo:
-¿Qué es eso de no querer quedarte conmigo? Ella no sólo se va con ese imbécil, ahora te mete ideas para que no te vea más. Vístete.
El niño se levantó y, mientras se sacaba el pijama y se ponía los jeans y los tenis, se preguntó qué había sido primero. Si su madre había dejado a su padre cuando él comenzó a hablar de platillos voladores, o si el padre había comenzado a hablar de platillos voladores una vez que la madre lo dejó. Cuando ella se fue de la casa, él dijo que la ciudad era muy chica para los dos y dejó su trabajo y vendió la casa y compró una cabaña a tres horas de la ciudad, a quinientos metros del acantilado. Había vistas espectaculares del mar, pero la región era desolada y el niño odiaba los fines de semana en que era el turno de estar con su padre; no había televisión en esa cabaña, ni computadora ni videojuegos. Sólo podía leer y jugar juegos de mesa, cosas que no le llamaban la atención.