Asesinato en América

Simone Barillari

ERRATA NATURAE

Asesinato en América es una antología indispensable de la gran crónica negra contemporánea.

Un libro que recoge ocho de los más dramáticos y atroces delitos de sangre de la historia de los Estados Unidos, narrados por los maestros del periodismo del siglo XX, que recibieron el Premio Pulitzer por estos reportajes.

El asesinato del presidente Kennedy -una inmensa tragedia colectiva- tal como lo transmitió el primer periodista que informó al mundo del acontecimiento. La matanza del Columbine High School -que inspiró la película Bowling for Columbine, de Michael Moore-, en la que dos estudiantes masacraron a doce de sus compañeros y a un profesor antes de suicidarse. El asesinato de cuatro estudiantes por parte de la Guardia Nacional norteamericana durante una manifestación pacifista. Una secta de Miami que lleva a cabo asesinatos sacrificiales y que está dotada de un escuadrón de Ángeles de la Muerte. El célebre caso de dos jóvenes millonarios que matan a un niño con la única intención de perpetrar el crimen perfecto: un inquietante suceso que inspiró La soga de Alfred Hitchcock…

Cada historia de Asesinato en América es una pequeña obra maestra del mejor periodismo norteamericano, un ejemplo de excelencia en los distintos ámbitos de la investigación periodística a lo largo de todo el siglo XX. Textos escritos con la pulsión narrativa de la mejor novela negra, pero capaces de reflejar a la perfección los seísmos emocionales que estos crímenes causaron en el conjunto de la sociedad norteamericana.

Secuestradores matan a un joven mientras el
acaudalado padre intenta pagar 10.000 dólares
Por James W. Mulroy y Alvin H. Goldstein
23 de mayo de 1924 

Robert Franks, de catorce años e hijo de un rico relojero del South Side, ha sido hallado hoy asesinado por los secuestradores que habían pedido un rescate de 10.000 dólares.

   El cuerpo desnudo del joven se ha encontrado esta mañana temprano, encastrado en un canal de desagüe bajo las vías del tren de Pensilvania, a la altura de la calle 118, pero la familia Franks no ha empezado a sospechar la verdad hasta la tarde.

   Jacob Franks, presidente de la compañía Rockford Watch, junto a su afectada familia, esperó todo el día, en su casa del 5052 de la avenida Ellis, recibir otras instrucciones de los secuestradores que ayer por la tarde habían raptado al joven, recién salido de la Harvard School, una escuela privada situada en el 4731 de la misma avenida Ellis.

   El padre había decidido pagar el rescate antes que arriesgar la vida de su hijo llamando a la policía. Ni siquiera había denunciado el hecho a la autoridad civil, preparándose así a satisfacer todas las condiciones impuestas por los secuestradores. 

   Por este motivo, aun cuando estaba informado del descubrimiento del cadáver desnudo en el canal bajo las vías, no podía creer que nadie hubiese hecho daño a su hijo. Sólo debido a la insistencia de algunos amigos consintió que su cuñado, Edwin M. Gresham, residente en el 5120 de la avenida Greenwood, fuese a ver el cuerpo. «¡Es Robert!», gritó el tío al entrar en la pequeña morgue del 13300 de la avenida Houston.

   Robert había sido golpeado dos veces en la cabeza. Las dos heridas encontradas en el cráneo eran las únicas marcas presentes en el cuerpo. Le habían quitado la ropa y después la habrían escondido o destruido. Junto al canal se encontraron algunos indicios reveladores.

   Sólo hacia el mediodía comenzó a sospecharse que el misterio del canal escondiese en realidad un delito. Al principio, la policía había etiquetado el caso como «ahogamiento accidental» porque las heridas en la cabeza no eran muy visibles.

   Robert había desaparecido en la tarde de ayer. Por lo que se ha podido saber hasta ahora, nadie vio a los secuestradores. Salió de la escuela en torno a las cinco de la tarde y se dirigió a pie a su casa, a menos de un kilómetro de distancia.

   Cuatro horas más tarde, un hombre llamó al señor Franks por teléfono y dijo: «Su hijo ha sido secuestrado. Ahora está seguro. Le daremos noticias mañana». Sólo eso. Nada más.

   Por medio de su abogado, Samuel A. Ettelson, el padre consiguió que se pinchase la línea telefónica de su casa, con la esperanza de seguir el rastro de los secuestradores. Pero esta mañana le ha llegado, urgente, una carta escrita a máquina que lo ha llevado a modificar sus planes y a proceder en secreto.

   La carta, enviada a las tres de la madrugada, lo informaba de que su hijo le sería devuelto contra el pago de un rescate de 10.000 dólares y a condición de que no informase a la policía ni demás autoridades. La carta estaba formulada con elegancia, como si fuese obra de una persona con una educación superior a la media.

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